Brihuega, una aventura subterránea
Afirmaba Camilo José Cela, en una de sus primeras obras (1), algo así como que todo el mundo habla de la Alcarria, pero nadie visita la Alcarria, reafirmándose en la gran aventura, que en el fondo suponer conocer esta zona tan especial de Guadalajara.
De hecho, podría decirse, que allá por los años treinta, la Alcarria despertaba más interés entre los grandes patriarcas empresariales norteamericanos, que para unos españoles, cuya visión del mundo apenas se reducía al espacio vital en el que habitaban.
Buena prueba de ello, la tenemos en el magnate Randolph Hearst -cuya vida interpretó el genial Orson Welles, en una película que se hizo inmortal, ‘Ciudadano Kane’- quien ni corto ni perezoso compró y trasladó piedra a piedra a los Estados Unidos, un monumental monasterio cisterciense, que se encontraba precisamente en esta zona: el monasterio de Óvila.
Cierto es, así mismo, que una parte importante del patrimonio histórico, artístico y cultural se he dejado perder, por la curiosa costumbre gubernamental, herencia, posiblemente, de una actitud eminentemente feudal, de que la Cultura, después de todo, puede ser un pan demasiado peligroso para que lo digiera un pueblo demasiado cansado de ser yunta de arado y carne de cañón de señoritos, de manera que durante años, había más inversiones en patrocinar los domingos de fútbol y el bamboleo del flamenco, que interés por fomentar en el pueblo un orgullo por un patrimonio monumental, que de hecho era la herencia de sus antepasados.
Puede que hay quien considere muchos de los pueblos que conforman la Alcarria, como pueblos tristes, sumidos sus habitantes en unos terruños que apenas les proporcionan el sustento y eso siempre que el tiempo, cambiante ahora más que nunca, se lo permita.
Pero descubrir la Alcarria, es descubrir parte de una Historia, cuyos misterios se pierden en las oscuridades profundas de unos tiempos, algunos de cuyos hechos todavía se conservan en esa magnífica caja de Pandora, que es la memoria popular.
Uno de los lugares más interesantes, cuya memoria popular nos hace retroceder, cuando menos, a la época de los visigodos y todos los enigmas asociados a su debacle, es la hermosa villa de Brihuega.
Próspera comunidad en la Edad Media, como demuestran su alcazaba musulmana y las tres magníficas iglesias románico-góticas que se elevaron después de su conquista, Brihuega es una ciudad, situada en pleno corazón de la Alcarria, que depara multitud de sorpresas.
Una de las más fascinantes, la encontramos en ese complejo mundo subterráneo que se enclava en el corazón de su popular Plaza del Coso y que responde al nombre –no sé hasta qué punto equivocado- de Cuevas Árabes.
De hecho, parece ser que ya existían antes de la conquista musulmana de la Península Ibérica, en el año 709 después de Cristo, cuando los ejércitos de Muza y Tariq derrotaron estrepitosamente a las tropas visigodas del rey Rodrigo en la famosa batalla del río Guadalete, pues así lo indican parte de los arcos visigodos que todavía subsisten en algunas de sus innumerables galerías.
Es muy posible, además, que a consecuencia de la previsible estancia de los visigodos en este lugar, Brihuega, como Toledo y como esa ciudad de Salomón, que es la soriana Medinaceli, haya visto acrecentada una parte de su historia alternativa, con las fabulosas leyendas relativas a un formidable tesoro, que como la famosa Arca de la Alianza, todavía no ha sido tampoco localizado: la Tabla o Mesa de Salomón.
Eso supondría, además, una pequeña base –de cimientos bamboleantes, por falta de documentación que lo acredite- de la presencia e interés de los caballeros de la Orden del Temple por el lugar y de la creación de un hermoso santuario, el de la Peña, en honor de una Virgen Negra, cuya leyenda dice, para añadir más misterio aún al tema, que fue encontrada precisamente en una cueva.
Entrar, pues, en estas denominadas –y vuelvo a reafirmarme en mi apreciación de erróneamente- Cuevas Árabes, es adentrarse en un pequeño dédalo o laberinto, donde el Minotauro puede ser el de acabar completamente desorientados, si no seguimos el itinerario previamente establecido, por mucha afición que tengamos a imitar las aventuras de ese magnífico y marginal arqueólogo de Steven Spielberg llamado Indiana Jones.
Pero si ven el vídeo que acompaña a la presente entrada, fíjense en la curiosa forma que tienen las galerías, la de una perfecta matriz de piedra o, si prefieren una descripción más artística y velada, una perfecta Piscis Vesica o mandorla o pantocrator, donde los artistas medievales representaban la figura resucitada del Cristo in Maiestas o en Majestad.
Merece la pena también, fijarse en los magníficos arcos visigodos, que aparentemente de manera tridimensional, vuelven a conectarnos con la magia de los números y la importancia que cierto número en particular tuvo, no sólo para el Cristianismo, sino también para la gran mayoría de culturas religiosas de la remota Antigüedad: el Tres.
En fin, si esto no les convence de que una visita a algunos lugares de la Alcarria, como Brihuega, puede resultar de un fascinante interés, intentaré seducirles más adelante, mostrándoles algunas otras maravillas de esta formidable región de Guadalajara.
Vídeo relacionado:
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