El Quebranto del Olvido | The Breakdown of Oblivion (SPA-ENG)
El rugido del camión, transitando por la sinuosa carretera a través de la montaña, lo despertó. La oscuridad desaparecía por las henchiduras de la puerta de su alcoba, llevándose la modorra mañanera. La noche había sido larga, intentando recobrar las memorias de su amada, hasta que cayó rendido, sin darse cuenta. Vio el cuaderno en la mesita, y sobre este, la pluma, semi tapada por el robusto capuchón, había escurrido la roja tinta en la tapa dura. Prendió la lámpara, la luz intensificó la claridad que avasallaba con cada minuto. Abrió el cuaderno, buscando la última página escrita por él. Raquel, ¿a dónde te has ido?; leyó en la escritura temblorosa, salpicada por manchas de goterones. Cerró los ojos, y de nuevo, irrumpió la humedad devenida de un espíritu quebrantado, y de una memoria que lucha por aferrarse y evitar el olvido.
― ¡Ay! ¿Qué será de mí, ahora, sin ti?
Tac, tac, tac. El golpe final, y la dulce voz de una dama, lo retrajo de la agonía.
―Espere, ya le atiendo ―. Contestó, con la voz rasgada, mientras cerraba el cuaderno, y ajustaba el cinto de la bata de seda.
―Sebastián, despierta. Ya es hora de desayunar.
―¿Quién es?
―¡Quién más! Raquel.
Caminó apresurado, siguiendo los ases lumínicos, y destrabó el cerrojo de la puerta. Al abrir, posó su mirada sobre los pardos y grandes ojos de una mujer de finos rasgos. El pelo ensortijado, le caía copiosamente sobre los hombros.
―¿Raquel? ¡Tú no eres mi Raquel! ―Exclamó con tristeza.
Ella, con ternura, lo tomó de la mano, y lo guío a la planta baja, donde tres jóvenes lo esperaban sentadas alrededor de la mesa dispuesta para el desayuno.
―Papá, siéntate a mi lado.
Del bolsillo, extrajo el cuaderno de nota, y leyó pausado los nombres de sus hijas.
―Raquelita.
―Dime papá.
No la distingue, pero sabe, por sus notas, que es la menor. Así que, se sienta a su lado, fingiendo reconocerle. Voltea hacia las otras dos muchachas, quienes lo miran con disimulo.
―Papá, ¿dormiste bien?
―Sí, hija. ―Respondió al vivo retrato de quien había tocado a su puerta.
―Desayunemos, entonces. ―Interrumpió la de la cabellera frondosa y ensortijada.
Mientras tanto, los pensamientos de Sebastián, cada vez más vagos, buscaban asideros en una realidad, que se le escapaba, como la vigilia ante la pesadez del cansancio. Sí, la comida era exquisita, tal como la preparada por su madre, pero ahora, ya no sabía a dónde estaba y con quienes. Solo las notas en el cuaderno lo mantenían cuerdo. Y ya, dudaba en quién la escribía. Sí, estaba perdido. No obstante, el amor de aquellas completas desconocidas, lo mantenían. ¿Hasta cuándo? Solo Dios sabe.
Fin
Un microrrelato original de @janaveda
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
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The roar of the truck, driving along the winding road through the mountain, woke him up. The darkness disappeared through the cracks in the door of his bedroom, taking with it the morning slumber. The night had been long, trying to recover the memories of his beloved, until he fell asleep, without realizing it. He saw the notebook on the bedside table, and on it, the pen, half covered by the sturdy cap, had dripped the red ink on the hard cover. He turned on the lamp, the light intensified the brightness that was getting brighter by the minute. He opened the notebook, looking for the last page written by him. Raquel, where have you gone; he read in the shaky handwriting, dotted with dripping stains. He closed his eyes, and again, the humidity of a broken spirit, and of a memory that struggles to cling and avoid oblivion, burst in.
“Alas, what will become of me now, without you?”
Tac, tac, tac. The final blow, and the sweet voice of a lady, drew him back from the agony.
“Wait, I'll be right with you.” He answered, with a scratchy voice, while he closed the notebook and adjusted the sash of the silk robe.
“Sebastian, wake up. It's time for breakfast.”
“Who is it?”
“Who else? Raquel.”
He walked hurriedly, following the luminous aces, and unlocked the door. When he opened the door, he looked into the large brown eyes of a woman with fine features. Her kinky hair fell copiously over her shoulders.
“Raquel? You are not my Raquel,” he exclaimed sadly.
She tenderly took him by the hand and led him to the first floor, where three young girls were sitting around the breakfast table waiting for him.
“Dad, sit down next to me.”
From his pocket, he took out his notebook, and slowly read the names of his daughters.
“Raquelita”
“Tell me daddy.”
He can't tell her apart, but he knows from her notes that she is the youngest. So, he sits down next to her, pretending to recognize her. He turns to the other two girls, who look at him slyly.
“Dad, did you sleep well?”
“Yes, daughter.” He answered the vivid portrait of the one who had knocked at his door.
“Let's have breakfast, then.” Interrupted the one with the thick, curly hair.
Meanwhile, Sebastian's thoughts, more and more vague, searched for a grip on a reality that escaped him, like wakefulness before the heaviness of fatigue. Yes, the food was exquisite, as prepared by his mother, but now he no longer knew where he was and with whom. Only the notes in the notebook kept him sane. And already, he doubted who was writing it. Yes, he was lost. Nevertheless, the love of those complete strangers kept him going. Until when? Only God knows.
The end
An original drabble by @janaveda in Spanish and translated to English with www.deepl.com (free version)
Image by Gerd Altmann on Pixabay
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https://x.com/jnavedan/status/1852399774722371789
Excelente relato, que nos atrapa entre sus oscilaciones y ambigüedades, como las vive el personaje de Sebastián. Saludos, @janaveda.
Muchas gracias, mi estimado profesor. Valoro mucho su apreciación en este relato. ¡Qué terrible ha de ser, el estar consciente de la pérdida paulatina de la memoria! Dios me libre de un destino similar al de Sebastián.
Saludos.
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Muchas gracias por la curación.
Muchas gracias por la curación.
Muy cuidadosa al describir lo implacable del tiempo y el olvido, muy bonito. Saludos y éxitos
Hola, @zandra1975
Muchas gracias por tus palabras.
Feliz fin de semana.
¡Qué fuerte!
La tragedia del olvido. La de no ser reconocido. La mirada vacía, de una mente perdida.
Muy duro.
Así es, mi amigo. Somos nuestros recuerdos, y perderlos, es desaparecer.
Saludos.