El Dueño de los Regalos | The Gift Owner (SPA-ENG)

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El centro comercial brillaba como una estrella en la noche. El aroma a piñones y galletas calientes flotaba en el aire, y el sonido de las canciones navideñas llenaba los pasillos. Era la primera vez que asistía al encendido de un árbol de Navidad. Si mis padres eran unos gigantes delante de mí, aquel cono de ramas verdes, adornado con bolas doradas, plateadas y rojas, de bastones multicolores y piñas marrones, que casi rasgaba el techo; lo era más. Me acerqué, mas, unos señores mal encarados impidieron que llegara a donde estaban las cajas de regalos, y la gran silla plateada, reluciente y vacía.

Le pregunté a mi papá: ¿De quién era la silla? ¿Puedo sentarme allí? Él volteó a mirarme, y sin contestarme, solo sonrió mientras tarareaba, sumado a la algarabía de la mucha gente que se mecían al son de las canciones y de las melodías que interpretaban los músicos en la tarima, ubicada, justo al frente del trono. Supuse, entonces, que la silla era para un tipo de rey: el dueño de las cajas de regalos.

Sí, tenía cinco años. Pero, pronto caí en cuenta de quién era la silla. En mi tableta había visto a un señor con las mejillas rozadas, de pelo y barba blanquísima, que le llegaba a la correa que le sujetaba una prominente barriga. El traje era rojo brillante, las botas negras hasta las rodillas, y sobre sus sienes, un gorro que acababa en una mota redonda y blanca como su barba.

El animador agitaba sus manos, e invitaba a quienes estábamos allí, al conteo final: 9, 8, 7...1; los silbidos se elevaron al cielo que transitaba hacia la oscuridad, y un inmenso destello de colores se dejó ver con los repiques de potentes estallidos. El espectáculo duró tanto como las recientes propagandas de juguetes que interrumpían mi juego preferido. Allí fue donde vi, por vez primera, al dueño de los regalos.

Mi madre reía. Vi el reflejo de las luces en sus ojos cuando mi padre le cubrió con su brazo. En aquel momento, no aguanté la tentación, y como pude, burlé el cerco hasta llegar al frente de los regalos y la gran silla. De súbito, cientos de lucecitas centellaron y un tenue villancico se hizo audible. Me asusté, y retrocedí de espalda hasta chocar con aquel señor de traje azul oscuro, qué rato atrás me había visto con rostro amenazante. Estuve a punto de llorar cuando el de cara áspera me sonrió, dejándome ver el brillo amarillento de uno de sus dientes. Volví al lado de mis padres, y observé, que, en cada vitrina de las tiendas, había cajas de regalos en las estanterías, vacías, listas para ser llenadas con todos los objetos allí presente. Claro, a mí solo me interesaban los juguetes y unos lindos zapatos. Me pregunté si las cajas al lado de la silla hermosa, al pie del gran árbol, también estaban vacías. Quise preguntarle a mi padre, si ese señor, gordo y de apariencia afable, era el dueño de todo, cuando vi su imagen en el gran vaso de gaseosa del cual sorbía. Callé. Claro, era de él: el rey y dueño de los regalos.

Fin


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Un microrrelato original de @janaveda

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El dueño de los regalos.001.png

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The mall shone like a star in the night. The scent of warm pine nuts and cookies hung in the air, and Christmas songs filled the aisles. It was my first time attending a Christmas tree lighting. If my parents were giants in front of me, that cone of green branches, adorned with gold, silver, and red balls, multicolored canes, and brown pinecones, almost tearing the ceiling, was more so. I approached it, but a few mean-spirited gentlemen prevented me from reaching the gift boxes and the big silver chair, glittering and empty.

I asked my dad: “Whose chair was it? Can I sit there? He turned to look at me, and without answering me, just smiled while he hummed, adding to the noise of the many people swaying to the sound of the songs and melodies played by the musicians on the stage, located just in front of the throne. I guessed, then, that the chair was for a kind of king: the owner of the gift boxes.

Yes, I was five years old. But, it soon dawned on me who the chair was. On my tablet I had seen a gentleman with chafed cheeks, hair, and a very white beard, reaching to the strap that held a prominent belly. His suit was bright red, his boots were knee-high black boots, and on his temples, a cap that ended in a round, white speck like his beard.

The animator waved his hands, and invited those of us who were there, to the final count: 9, 8, 7...1; the whistles rose to the sky that transited into darkness, and an immense flash of colors was seen with the peals of powerful bursts. The spectacle lasted as long as the recent toy commercials that interrupted my favorite game. It was there that I saw, for the first time, the owner of the gifts.

My mother laughed. I saw the reflection of the lights in her eyes when my father covered her with his arm. At that moment, I couldn't resist the temptation, and as best I could, I pushed through the hedge to the front of the gifts and the big chair. Suddenly, hundreds of little lights flashed and a faint carol became audible. I was frightened, and I backed up until I bumped into the man in the dark blue suit, who had seen me with a threatening face a while ago. I was about to cry when the rough-faced one smiled at me, letting me see the yellowish gleam of one of his teeth. I went back to my parents' side and noticed that in every store window, there were empty gift boxes on the shelves, ready to be filled with all the objects present. Of course, I was only interested in toys and nice shoes. I wondered if the boxes next to the beautiful chair at the foot of the big tree were also empty. I wanted to ask my father if that fat, affable-looking man owned everything when I saw his image in the big glass of soda from which he was sipping. I kept quiet. Of course, it was his: the king and owner of the gifts.

The end


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An original short story by @janaveda in Spanish and translated to English with www.deepl.com (free version)

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Muy grato tu relato, con la perspectiva del niño sorprendido y deseoso ante los dones de la Navidad. Atractivas descripciones. Saludos, @janaveda.

@commentrewarder

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Muchas gracias, mi estimado profesor. Un breve relato en víspera de lo que ha de venir.

Saludos.

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¡Felicidades! Esta publicación obtuvo upvote y fue compartido por @la-colmena, un proyecto de Curación Manual para la comunidad hispana de Hive que cuenta con el respaldo de @curie.

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Muchas gracias por el soporte.

Saludos.

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Excelente.
Me cuesta imaginarte con 5 años, será porque no me recuerdo tan pequeño, pero te puedo compartir un recuerdo de una lejana Navidad en Caracas, cuando fui al Centro Comercial Paseo Las Mercedes a ver el más grande árbol de Navidad, que nunca más vi.
Como el de tu ilustración, estaba ubicado en el patio central y la estrella de la punta al nivel del último piso. Busque fotos del lugar y para mi sorpresa, encontré una con árbol y todo. Pero en mi memoria el pino llegaba al décimo piso, que en realidad no existe.

Salud y feliz Navidad.

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Hola, Félix

Sí, las memorias de esa edad, suelen ser muy vagas, al menos que sean significativas. Sabes, apartando las decembrinas, bueno no tanto, yo aún recuerdo parte de la conversación que sostuve con mi padre con motivo a mi hermana, quien acababa de nacer por allá, en un día de reyes del año del supuesto alunizaje del Apolo 11. Ella estuvo hospitalizada por culpa de un problema con la bilirrubina. Tan solo le llevo, un poco más de cuatro años. Volviendo a los grandes árboles, ahora, centro comercial que se precie, tiene uno. Supongo, que los de la cadena Sambil, sean los de mayor envergadura. Lo que no quiere decir, los más bonitos, más allá de sus orígenes de dudosa reputación. Se me ocurre, dar una vuelta, en busca del mejor en 2024 en la capital y sus adyacencias.

Saludos, mi amigo.

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Una publicación que me complacerá leer siempre y cuando dispongas del tiempo y la gasolina.
Si te animas, no dejes de incluir un nacimiento. Tradición que guarda un profundo significado para mí y este año peligra, en la maleta solo se vino el Niño Jesús.

Un abrazo.

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¡Ya veremos, mi amigo! ¡Ya veremos!

Que tengas un fabuloso día, en compañía de los tuyos.

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Es curioso pero a todos los niños les gusta Santa, más bien le tienen miedo. A una de mis sobrinas entraba en pánico si se le acercaba Santa. Curiosidades. Linda historia,soy de team de la Navidad.
Saludos @janaveda

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Sí, eso he visto yo también. Quizás, al final, Santa no le parezca tan bonachón a los más chicos. ¿Por qué será? Excelente observación para explorar en una ficción.

Gracias por pasar. Feliz tarde.

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