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Un Despertar Lleno de Esperanza

A lo lejos escucho el sonido de las sirenas, más de cerca siento como el impacto de múltiples disparos chocan en seco contra la pared externa y mi habitación, al instante mi madre entra dando gritos, empujándome de la cama y tirándome contra el suelo. Así me levanto casi todos los días en lo que podría considerar como una mañana normal en mi comunidad, actualmente vivo en el Complejo de Alemão, una gran zona popular ubicada al norte de la siempre bella Río de Janeiro, un espacio desde donde se tienen increíbles vistas, pero en donde se vive de la manera más amarga el dolor, la angustia y la pobreza.

En estos tiempos estudiar en la universidad es prácticamente un lujo, pero afortunadamente mi trayectoria académica fue exitosa y conseguí una beca que me permite formarme como arquitecto, una carrera bastante compleja, pero con la que estoy seguro de que voy a conseguir edificar un futuro más próspero y feliz. Antes de salir de casa siempre veo las noticias, pero en cada jornada siento que las informaciones se repiten día tras día, los titulares nacionales están dominados por hechos de corrupción, acciones delictivas y persecuciones policiales, mientras que las notas internacionales se caracterizan por mostrarnos una infinidad increíble de desastres naturales, países en guerra y acciones despiadadas.

Bajo este panorama tan desolador, emprendo mi viaje colina abajo, sorteando carteristas, pasando por al lado de numerosos traficantes y viendo de reojo aquellas casas en donde por la noche llegan mujeres de diversas nacionalidades y con el amanecer parten hacia un destino incierto. Vivo en un mundo dominado por la codicia, la ira y los intereses personales, en donde la ley del más fuerte sobresale aplastando el más débil, en donde los pobres no tenemos futuro y las mujeres son una simple mercancía.

¡Ring! ¡Ring! ¡Ring! De un sobresalto abro mis ojos, con algo de desconcierto pongo los pies sobre el piso y al instante mi madre abre la puerta, trae consigo una pequeña bandeja en donde puedo avistar un sándwich triangular y una taza, que sin duda alguna contiene café con leche. Al asomarme por la ventana me encuentro con una de las vistas más hermosas de Río de Janeiro, desde lo alto de aquella montaña miles de casas coloridas dibujan un escenario de ensueño, en donde desde temprano los buses escolares surcan veredas y calles, los jóvenes marchan rumbo a sus universidades, las cuales tienen núcleos en cada comunidad, los adultos parten al trabajo y cada cuadra se encuentra reluciente y limpia.

Como todas las mañanas busco en mi móvil las noticias del día y en ella puedo encontrar en el área nacional la inauguración de un nuevo Parque Metropolitano, la construcción de cinco nuevos sistemas de escaleras eléctricas para beneficios de las favelas, y muchas presentaciones culturales de gran importancia, las cuales se realizarán de forma itinerante en cada plaza pública, todo esto gracias a los excedentes recogidos por el gobierno y distribuidos de manera equitativa para el beneficio de la población.

Las notas internacionales reflejan unas Naciones Unidas fortalecidas, en donde las diferencias se dirimen sin ningún problema en la Corte Internacional de Justicia, los últimos vestigios de armas nucleares fueron desactivadas en Norte América y la capa de ozono está a punto de regenerarse. Al emprender mi camino montaña abajo descubrí a un policía de esquina ayudando a cruzar la calle a una abuelita, grandes casas pintadas de colores en donde funcionan centros tecnológicos y muchos niños caminando en todos los sentidos con lindos uniformes e instrumentos musicales.

¡Wow! Por algún momento pensé que el sueño terrible de un mundo destruido era la realidad, a veces cuando cerramos los ojos en la noche entramos en un mundo paralelo, el cual a menudo resulta ser un espacio tenebroso y oscuro, pero gracias a Dios siempre podemos encontrar un radiante amanecer, el cual nos permite abrir los ojos, poner los pies en el piso y darnos cuenta de que los malos ratos nunca duran para siempre.

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An Awakening Full of Hope

In the distance I hear the sound of sirens, closer I feel the impact of multiple gunshots crashing dryly against the outer wall and my room, instantly my mother comes in screaming, pushing me out of bed and throwing me to the floor. This is how I wake up almost every day in what I could consider as a normal morning in my community, I currently live in the Alemão Complex, a large popular area located north of the always beautiful Rio de Janeiro, a space from where you have incredible views, but where you live in the most bitter way the pain, anguish and poverty.

In these times studying at university is practically a luxury, but fortunately my academic career was successful and I got a scholarship that allows me to train as an architect, a rather complex career, but with which I am sure that I will be able to build a more prosperous and happy future. Before leaving home I always watch the news, but every day I feel that the information is repeated day after day, the national headlines are dominated by acts of corruption, criminal actions and police chases, while the international notes are characterized by showing us an incredible number of natural disasters, countries at war and ruthless actions.

Under this desolate panorama, I start my journey downhill, dodging pickpockets, passing by numerous traffickers and watching out of the corner of my eye those houses where women of different nationalities arrive at night and at dawn leave for an uncertain destination. I live in a world dominated by greed, anger and personal interests, where the law of the strongest excels by crushing the weakest, where the poor have no future and women are mere merchandise.

Ring! Ring! Ring! With a start I open my eyes, with some bewilderment I put my feet on the floor and instantly my mother opens the door, bringing with her a small tray where I can see a triangular sandwich and a cup that undoubtedly contains coffee with milk. When I look out the window I find one of the most beautiful views of Rio de Janeiro, from the top of that mountain thousands of colorful houses draw a dream scenario, where early in the morning school buses ply sidewalks and streets, young people march towards their universities, which have centers in each community, adults leave for work and every block is shiny and clean.

As I do every morning, I check my cell phone for the news of the day and in it I can find in the national area the inauguration of a new Metropolitan Park, the construction of five new escalator systems for the benefit of the favelas, and many cultural presentations of great importance, which will be performed in an itinerant way in every public square, all this thanks to the surpluses collected by the government and distributed in an equitable way for the benefit of the population.

The international notes reflect a strengthened United Nations, where differences are settled without any problem in the International Court of Justice, the last vestiges of nuclear weapons were deactivated in North America and the ozone layer is about to regenerate. As I made my way down the mountain I discovered a policeman on the corner helping to cross the street, a granny, big colorfully painted houses where technology centers operate and many children walking in all directions with nice uniforms and musical instruments.

Wow! For a while I thought that the terrible dream of a destroyed world was reality, sometimes when we close our eyes at night we enter a parallel world, which often turns out to be a dark and gloomy space, but thank God we can always find a radiant dawn, which allows us to open our eyes, put our feet on the ground and realize that bad times never last forever.