Aunque me considero una persona con preferencia más a los lugares montañosos, no me niego a los días en una playa, es que, al mi parecer, el mar emana como una especie de magia, dejándote vivir sensaciones extraordinarias, además de lo hermoso que es, hermoso y peligros, pero bueno, es muy relajante en muchos aspectos, el sonido de las olas es tan tranquilizador, sin embargo, el llenarme de arena de pies a cabeza, es si no lo encuentro muy agradable que se diga.

El ir a la playa, así fuese un día, era bastante recurrente hace muchos años atrás, pues mi tía, quien ya no está físicamente con nosotros, como le encantaba ir e invitar a que fuéramos con ella; tantas experiencias que hay de esos viajes, desde las crisis existenciales de mi prima porque creíamos que íbamos a quedar varados en el mar porque no sabíamos remar el bote salvavidas que se rentó, estando cerquita de la orilla, hasta que casi a mi tío se lo lleva una ola. De verdad que, en la playa, se llega a vivir muchas cosas y sensaciones y si estás en más familia y amigos, aún más son las experiencias vividas.

Tenemos un buen rato sin ir, no solo por el costo del viaje, es más por la condición de salud que se encuentra actualmente mi mamá, donde puede llegar a perderse, porque mi prima nos contó que una vez fueron con mi tía y se les perdió, siendo toda una odisea poder ubicarla que, gracias a Dios la encontraron, así que no quiero vivir una experiencia tan desagradable como esa. Lo que si sé es que, si me gustaría ir un día al mar nuevamente, sé que habrá una oportunidad.