[ESP - ENG] El Secreto de los Taimara
Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.
— Juan Rulfo
Los abuelos eran expertos en contarnos muchas historias; desde chismes humorísticos con relevancia suficiente para pasar el rato, hasta relatos extraños sobre familias antiguas que se establecieron desde los cimientos de Tristania.
Los Taimara son una familia tradicional, jamás dejaron las costumbres originarias de un pueblo que se cimentó hace cientos de años. Mi abuelo siempre mencionaba lo extraños que eran; pues verlos, era como ver personajes del siglo pasado.
Mi abuela fue más creativa con sus historias sobre ellos, decía que los primeros Taimara nacieron de los cipreses calvos del pantano. Cuando la tierra se extendía y las neblinas tomaban su lugar, se formaron vulvas de raíces debajo de los troncos y sus nacidos bebieron del agua decorada por algas sobre la superficie.
Se arrastraron sobre la tierra y se establecieron sobre la planicie que ahora es Tristania, y conocieron a otros aldeanos con la misma visión de construir un pueblo. Aunque no creía en esas historias tan raras, me parecieron muy entretenidas.
Cuando era niño, estudié con los niños Taimara en la escuela de San Patricio. Ellos eran tres: Carolina la mayor; la más pálida de todos, sus ojos eran tan celestes como el cielo. Su cabello lacio y excesivamente rubio; casi blanco. Llevaba un flequillo que casi cubría sus párpados superiores y su voz era casi imperceptible al hablar, como si temiera que los demás la escucharan.
Luego venía Patricio; el del medio. A diferencia de su hermana mayor, su cabello era tan oscuro como la noche misma. Las pupilas de sus ojos eran de color verde olivo, y siempre despedía un aire de inteligencia y sagacidad. A pesar de tener ocho años, se comportaba como un adulto anciano. Se encorvaba y hablaba de manera carrasposa como si tuviera una infección en la garganta. Llevaba siempre las manos atrás y sonreía de vez en cuando retorcidamente cada vez que se le dirigía la palabra.
Y, por último, estaba Verónica, la menor, en mi opinión era la más extraña de los tres. Siempre ostentaba una sonrisa con la cabeza gacha que intimidaba a cualquiera que la viera. El color de su cabello era el mismo que el de su hermana mayor, Carolina. Tenía el aspecto de una muñeca antigua de porcelana, con las mejillas rojas y las pestañas tan sombreadas que con solo ver sus ojos sentías miedo.
Ella siempre estaba carcajeando con sus hermanos mientras señalaba discretamente con sus pequeños dedos hacia algún compañero o tabloide de la clase. Una vez se sentó junto a mí y me dio miedo, pues sentía que un aura invisible trataba de ahogarme hasta el punto de paralizar los músculos de mi cuerpo. Desde entonces fui precavido y evité cualquier cercanía con los niños Taimara, pero algo inesperado sucedió.
Un día estaba en el patio, solo; haciendo unos dibujos sobre figuras abstractas. Siempre he tenido la tendencia de crear imágenes casi imposibles de interpretar. Los demás niños creían que yo era raro y evitaban juntarse conmigo. Me ensimismé en mis crayolas y mi cartulina de papel hasta que terminara la hora de recreo.
De repente, una sombra me cubrió la espalda acompañada de una voz ronca:
—Eres un excelente dibujante—, volteé y era Patricio Taimara, junto con sus dos espeluznantes hermanas. Sentí por un momento que el corazón se me salía del pecho. —Deberías exhibir tu arte aquí en San Patricio, en Tristania no hay oportunidades.
—Ehh… —balbuceé—, gracias, pero… prefiero quedarme así.
—El miedo será un impedimento siempre si sigues evocándolo, Milo—. Susurró Carolina, luego colocó la cabeza baja y cubrió la mitad de su rostro con su cabello plateado. Verónica solo sonreía, evité mirarla pues su rostro causaba un pánico lacerante.
—Creo que debería irme..., ya casi termina la hora del recreo—. Dije mientras recogía mis cosas.
—¡Espera! —Vociferó Patricio, mis piernas se detuvieron obedeciendo su orden. Ellos se pararon frente a mí, me miraron a los ojos, sentí que el frío de mi cuerpo bajaba como una ola espectral que me reducía hasta convertirme en un insignificante insecto.
—Siempre nos ha interesado tu arte, Milo, de hecho, nos gustaría que conocieras a nuestra madre. Ella también es una artista, aunque ha perdido mucha práctica.
Suspiré, mis piernas comenzaron a reaccionar lentamente.
—¿Ah… sí? —Mascullé, mi lengua se enredaba por los nervios.
—Todo talento debe ser apreciado, especialmente si posee la posible magia de la solución—. Murmuró Carolina con nuevas palabras inefables. Verónica junto a ella aplaudió y expuso una enorme sonrisa de oreja a oreja.
—De verdad nos gustaría que vinieras a nuestra casa, Milo, —insistió Patricio— que te parece a eso de las 3:00 pm, nuestra madre estará despierta para recibirte, ¿nos vemos entonces?
Asentí con la cabeza, con miedo y temblando. ¿Tenía otra opción entonces? ¿Acaso era imposible decirle que no a los Taimara? En otras palabras, me sentía obligado por una fuerza mística a la que no me pude resistir.
Después de dar mi respuesta, ellos dieron media vuelta y se alejaron, y no volvieron a hablarme por el resto de la mañana. Más tarde, me sentía preocupado; mordía mis uñas con ansiedad mirando al horizonte por la ventana.
Ya casi eran las tres, el fantasma de mi promesa me respiraba en la nuca con intensidad. Uní mis manos y recé una plegaria. Llevé mi cartulina y mis crayolas y salí de mi casa antes de que alguno de mis abuelos me viese.
El camino hacia la casa de los Taimaras era derecho; en Tristania todo queda cerca caminando. Al llegar, cuando iba a tocar la puerta, esta fue abierta por Carolina.
—Llegaste puntual, eso habla muy bien de ti—. Musitó ella con su voz de silbido similar al de la brisa.
Entré con lentitud a la casa y miré el lugar con atención —Por favor, quítate los zapatos—, dijo Carolina, yo obedecí de inmediato y continué avanzando por el lugar. La estructura interna de la casa era extraña y poco iluminada. Se sentía mucho frío y un olor a hierbas inundaba el aire. La madera de las paredes y el suelo estaba pintada con un gris pálido y un negro brillante tan reluciente como el azabache.
Los cuadros colgados estaban en blanco y las luces de los candelabros iluminaban con un brillo muy tenue. Los muebles estaban cubiertos por sábanas y las ventanas no tenían cortinas que las adornaran. Carolina me indico el camino a través de unas escaleras de estilo caracol, ascendí por ellas hasta llegar a un pasillo corto con una puerta entreabierta al final.
Carolina se adelantó y movió la puerta para que yo pasara. Frente a mí había una enorme habitación con una gran ventana que lo alumbraba todo. Quedé boquiabierto con la atmósfera, plagada de partículas que parecían copos de nieve. Tomé una de ella, y cuando la deslicé entre mis dedos se deshizo manchándolos con un color gris.
—¡Bienvenido, Milo! — Vociferó Patricio, sentado sobre el suelo con el cuerpo todo encorvado hacia adelante. En la elegante cama dentro de la habitación, se hallaba acostada Verónica, la cual, al verme, pegó un brinco desde el borde y aterrizó justo enfrente de Patricio.
—¡Mira mamá, llegó nuestro amigo el artista! —Gritó eufórica mientras me señalaba con uno de sus pequeños dedos; era la primera vez que la escuchaba hablar. Se paró justo al lado de una mujer sentada encima de una mecedora.
La madre de los niños Taimara ni siquiera se inmutó para recibirme, solo quedó allí inerte. Mientras me acercaba mi instinto se revelaba a gritos que huyera, pero no lo hice; estaba atascado en mi curiosidad.
Un cuadro colgado en la pared del fondo robó mi atención; era el retrato de una mujer, vestida de luto, con ojos tan blancos como la nieve acompañados por un rostro hermoso. Llevaba un ópalo color verde colgado en su cuello haciendo juego con su cabello castaño.
Al terminar de fijarme en los detalles, volví mi atención hacia la señora Taimara. Me acerqué en una posición en que pude divisarla perfectamente y, al finalizar, quedé boquiabierto y palidecí.
¡Ella no tenía ojos! ¡Ella no tenía dientes! ¡Ella no tenía vida! Su piel estaba ennegrecida y su cabello parecía tostado como el heno. Parecía un trozo de madera de ciprés con forma humana. Liberé un grito desgarrador y luego salí corriendo retornando hasta la puerta de salida. Nunca volví a la casa de los Taimara después de eso.
Mi trauma fue tan grande que mis abuelos irremediablemente tuvieron que enviarme con mis tíos en Lulla; una ciudad a cincuenta kilómetros de Tristania. Durante los primeros años, después de lo que vi, padecía ataques de ansiedad que me hacían dibujar más. Mis creaciones indicaban figuras retorcidas con vulvas en sus bases donde nacían seres con forma humana que se arrastraban entre el fango y el barro.
FIN
Nothing can last that long, there is no memory, no matter how intense it may be, that does not fade away.
— Juan Rulfo
Grandparents were adept at telling us many stories; from humorous gossip with enough relevance to pass the time, to strange tales of ancient families that were established from the foundations of Tristania.
The Taimara are a traditional family, they never left the original customs of a people that were cemented hundreds of years ago. My grandfather always mentioned how strange they were; seeing them was like seeing characters from the last century.
My grandmother was more creative with her stories about them, saying that the first Taimara was born from the bald cypress trees in the swamp. As the land spread and the mists took their place, root vulvae formed under the trunks, and their offspring drank from the algae-decorated water above the surface.
They crawled over the land and settled on the plain that is now Tristania, and met other villagers with the same vision of building a village. Although I didn't believe in such strange stories, I found them very entertaining.
As a child, I studied with the Taimara children at St. Patrick's School. There were three of them: Carolina the eldest; the palest of them all, her eyes were as light blue as the sky. Her hair was straight and excessively blonde; almost white. She wore a fringe that almost covered her upper eyelids and her voice was almost imperceptible when she spoke as if she was afraid the others would hear her.
Then came Patrick; the middle one. Unlike his older sister, his hair was as dark as night itself. The pupils of his eyes were olive green, and he always gave off an air of intelligence and shrewdness. Despite being eight years old, he behaved like an old adult. He slouched and spoke in a raspy manner as if he had a throat infection. He always carried his hands behind his back and gave an occasional devious grin whenever he was addressed.
And finally, there was Veronica, the youngest, in my opinion, the strangest of the three. She always wore a smirk with her head down that intimidated anyone who saw her. Her hair color was the same as her older sister, Carolina. She had the look of an antique porcelain doll, with red cheeks and eyelashes so shaded that just looking at her eyes made you feel afraid.
She was always guffawing with her siblings while discreetly pointing her little fingers at some classmate or tabloid in the class. Once she sat next to me and scared me because I felt that an invisible aura was trying to drown me to the point of paralyzing the muscles of my body. Since then I was cautious and avoided any closeness with the Taimara children, but something unexpected happened.
One day I was in the courtyard, alone; doing some drawings on abstract figures. I have always tended to create images that are almost impossible to interpret. The other kids thought I was weird and avoided hanging out with me. I became engrossed in my crayons and poster board until playtime was over.
Suddenly, a shadow fell across my back, accompanied by a hoarse voice:
-You are an excellent drawer-, I turned around and it was Patricio Taimara, along with his two creepy sisters. I felt for a moment that my heart was beating out of my chest. -You should exhibit your art here in San Patricio, there are no opportunities in Tristania.
-Ehh... -I stammered-, thank you, but... I prefer to stay like this.
-Fear will always impede if you keep evoking it, Milo," Carolina whispered, then put her head down and covered half of her face with her silver hair. Veronica only smiled, I avoided looking at her as her face caused a lacerating panic.
-I think I should go..., it's almost the end of recess time. I said as I gathered my things.
-Wait! -Patricio shouted, my legs stopped obeying his order. They stood in front of me and looked me in the eyes, I felt the coldness of my body descend like a spectral wave that reduced me to an insignificant insect.
-We have always been interested in your art, Milo we would like you to meet our mother. She's an artist too, though she's been out of practice.
I sighed, my legs slowly beginning to react.
-Oh... yes? -I mumbled, my tongue tangled with nerves.
-Every talent should be appreciated, especially if it possesses the possible magic of the solution. Carolina murmured with new ineffable words. Veronica next to her clapped her hands together and gave a huge grin from ear to ear.
-We would like you to come to our house, Milo," insisted Patricio, "how about around 3:00 pm, our mother will be awake to receive you, shall we see you then?
I nodded my head, afraid and trembling, did I have a choice then, was it impossible to say no to the Taimara? In other words, I felt compelled by a mystical force that I could not resist.
After I gave my answer, they turned and walked away, and did not speak to me again for the rest of the morning. Later, I felt worried; I was biting my nails anxiously looking out the window at the horizon.
It was almost three o'clock, and the ghost of my promise was breathing on the back of my neck with intensity. I joined my hands and said a prayer. I took my poster board and crayons and left my house before any of my grandparents saw me.
The way to the Taimaras' house was straight ahead; everything in Tristania is within walking distance. When I arrived, as I was about to knock on the door, it was opened by Carolina.
-You're on time, that speaks very well of you. She mused with her whistling voice similar to that of the breeze.
I slowly entered the house and looked at the place carefully, "Please, take off your shoes," said Carolina, I obeyed immediately and continued walking around the place. The internal structure of the house was strange and poorly lit. It felt very cold and the smell of herbs filled the air. The wood on the walls and floor were painted a pale gray and glossy black as shiny as jet.
The pictures hung in white and the chandelier lights illuminated with a very dim glow. The furniture was covered by sheets and the windows had no curtains to adorn them. Carolina led the way up a set of spiral stairs, and I ascended them until I came to a short hallway with a door ajar at the end.
Carolina stepped forward and moved the door for me to pass. In front of me was a huge room with a large window that illuminated everything. I gawked at the atmosphere, riddled with particles that looked like snowflakes. I took one of them, and when I slipped it between my fingers, it fell apart, staining them with a gray color.
-Welcome, Milo! - Patricio shouted, sitting on the floor with his body hunched forward. On the elegant bed inside the room lay Veronica, who, seeing me, jumped off the edge and landed right in front of Patrick.
-Look Mom, our friend the artist is here! -She shouted euphorically as she pointed one of her little fingers at me; it was the first time I had ever heard her speak. She stood right next to a woman sitting on top of a rocking chair.
The mother of the Taimara children didn't even flinch to greet me, she just stood there inert. As I approached my instinct was screaming for me to run away, but I didn't; I was stuck in my curiosity.
A picture hanging on the back wall stole my attention; it was a portrait of a woman, dressed in mourning, with eyes as white as snow accompanied by a beautiful face. She wore a green opal around her neck to match her brown hair.
As I finished looking at the details, I turned my attention to Mrs. Taimara. I approached her in a position where I could see her perfectly, and when I finished, my jaw dropped and I turned pale.
She had no eyes! She had no teeth! She had no life! Her skin was blackened and her hair looked toasted like hay. She looked like a piece of cypress wood in human form. I let out a heart-rending scream and then ran back to the exit door. I never returned to the Taimara house after that.
My trauma was so great that my grandparents hopelessly had to send me to my aunt and uncle in Lulla; a city fifty kilometers from Tristania. During the first years, after what I saw, I suffered from anxiety attacks that made me draw more. My creations indicated twisted figures with vulvas at their bases where human-shaped beings were born, crawling through mud and slime.
Muy linda historia en especial cuando hablas de las de los abuelos contando sus cuentos me haces recordar a los míos tus historias siempre cautivan cargadas de misterios suspenso
Gracias, amiga. Son muy amables tus palabras. Me alegra que te haya gustado mi historia. Aunque los ojos los tengo cansados, no dejo de escribir.
¡Saludos y que estés bien!
Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.
¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!
Escalofriante historia! Los Taimara me recuerdan a ciertas tribus nativas que practican la antropofagia. Al principio pensé que ibas por el camino de lo fantástico pero luego cambiaste al terror. Bien logrado. Siento que la historia no estará completa hasta que Milo regrese a casa y enfrente sus miedos. Gracias por compartir.
Iba en dirección de la fantasía, pero en este género no encontraba un final bueno, así que me fui por la línea del terror 😁
Cuando elaboraba la imágen de los niños Taimara tuve varias ideas que al final se quedaron en una sola.
Gracias por leerme, me alegra que te haya gustado.
¡Saludos!
Pobre Milo, se ha llevado un tremendo susto y por si fuera poco le dejó secuelas. No es para menos, la atmosfera que rodeaba a la familia es verdaderamente perturbadora y escalofríante, así como el estado en el que se encuentra la madre. Excelente relato, bro, como siempre. Saludos.
Más adelante podría elaborar una historia donde Milo vuelve a Tristania y enfrenta sus traumas. Sería una secuela con algo de acción.
Gracias hermano, por leerme.
¡Feliz día!
Muy buena lectura. De las que deja con ganas de leer más.
Muy buena lectura. De las que deja con ganas de leer más.
Muchas gracias, me alegra que te haya gustado. Saludos.