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Hola amigos de esta querida comunidad, hoy les quiero dejar una pequeña historia, espero que les sea de su agrado, no duden en dejarme en los comentarios sus impresiones, al igual que cualquier crítica constructiva, aquí les va

Hello friends of this dear community, today I want to leave you a little story, I hope you like it, do not hesitate to leave me in the comments your impressions, as well as any constructive criticism, here it goes

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E S P A Ñ O L

Gertrudis

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El sol recién asomaba escabulléndose entre las montañas apretadas de aquel lugar, dejando pasar algunos rayos que le daban inicio al nuevo día; para Belto ya el día había empezado mucho antes desde la madrugada para ser un poco más exacto cuando iniciaba su jornada acariciando las ubres de las vacas preparándolas para el ordeño del día, pero no fue hasta que viro de su faena que pudo apreciar verdaderamente a la hermosa criatura que tenía en aquel pequeño corral.

Prácticamente, dejó más leche en las ubres que en sus vasijas, le inquietaba la idea de dejarla sola, sus manos toscas y hábiles que había forjado el trabajo en aquella zona rural durante toda su vida parecían un poco distraídas, haciendo que el suelo se mojara un poco con la leche tibia de las vacas.

Nervioso y ansioso, Belto pensó que a los becerros les hacía más falta esa leche que a la tierra, así que terminó más temprano esa mañana, cogió su yegua y arreo en dirección a su casa.

Durante el camino su respiración se sentía más fuerte que la del animal que montaba, sus ojos se perdían en el camino como si quisieran acortar la distancia y llegar de una buena vez a su casa, el animal iba a un trote acelerado asustado por la sensación del fuete en su espalda que Belto le enseñaba a intervalos cortos para que no perdiera el ritmo sin necesidad de hacérselo sentir.

Ya estando casi en su destino, a escasos pasos, Belto salto desde el animal como alma que se la lleva el diablo cogiendo el trillo que conducía aquel corral donde lo esperaban sus deseos más grandes.

Al acercarse al sitio, un ruido calmó sus pasos y, en cambio, amargó su cara, el ciervo que había capturado la noche anterior a escasas horas de empezar su faena arremetía repetidamente contra la jaula de palos que lo mantenían cautivo, y al sentir a Belto prácticamente se volvió más intrépido y salvaje arremetiendo con cada parte de su cuerpo contra aquella jaula.

Los ojos de Belto se encendieron al ver aquel grotesco y desesperado episodio, parecían estar reflejando imágenes del mismo infierno.

—! Esa no eres tú!, exclamó Belto, mientras sus ojos salían de sus cuencas, tal vez por el río de lágrimas que salían por ellos.

Y sin pensarlo dos veces ni tomar tiempo para alguna aclaración o reflexión, tomó su arma que colgaba del techo de aquel corral para dejar salir una bala acompañada de un desgarrador grito, el animal calló inerte en el piso, no pudo sentir el sonido de aquella arma, solo el dolor de Belto en aquel grito que tal vez fue el que verdaderamente lo mató.

Cogiendo al animal por sus patas traseras, tomó el trillo de regreso a su casa dejando un rastro de la misma vida que hace minutos atrás rebosaba en aquella hermosa criatura que acababa de abrazar a la muerte, el camino se hacía largo y prácticamente solo se sentía los pasos de Belto seguido del característico arrastre, aquel grito había asustado al monte o tal vez solo estaba de luto.

Llegado al sitio que había escogido para el final de la criatura, a escasos pasos del fondo de su humilde morada, apartó la escasa maleza que cubría la tierra con sus ásperas mano y dejó allí al animal mientras subió al portal trasero de su casa en busca de las herramientas necesarias que había dejado allí hace unos pocos días.

Al regresar empezó a cavar en el sitio seleccionado previamente sin tan siquiera tomarse algún tiempo para ver al ciervo que yacía a un lado.

La tierra empezó abrirse gracias al pico y la fuerza brutal de los brazos de Belto mientras que el sudor, sus lágrimas y el resumidero cercano la volvía un poco lodosa. Ya terminado el hoyo, tomó al ciervo y lo arrojó al hoyo mientras se justificaba diciéndole:

—Lo siento, no puedo darme el lujo de equivocarme de nuevo contigo, necesito la zona bien limpia, es tiempo valioso el que pierdo, sabrá dios que rumbos podría tomar ella.

Terminado el trabajo de sepultura colocó una roca cualquiera encima de aquel montículo de tierra para identificar el lugar y no cavar de nuevo ahí en caso de que le hiciera falta.

—Hay Gertrudis, mira que te dije que no salieras de la casa cuando yo no estuviera, tu mente ya no te lo permitía, ahora sí que me la has puesto difícil, espero estés bien, esta vez me está costando trabajo encontrarte, decía Belto parado al lado de aquel montículo mirando al centro de aquel terreno lleno de montículos con piedras encima y en él medió una característica tumba con una inscripción maltratada por el clima y la naturaleza que decía:

En memoria a Gertrudis, el monte me la robó.

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E N G L I S H

Gertrudis

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The sun was just peeking through the tight mountains of that place, letting some rays that gave start to the new day; for Belto the day had already started much earlier since early morning to be a little more exact when he began his day caressing the udders of the cows preparing them for the milking of the day, but it was not until he came out of his work that he could truly appreciate the beautiful creature he had in that small corral.

Practically, he left more milk in the udders than in his vessels, he was uneasy at the thought of leaving it alone, his rough and skilled hands that had forged the work in that rural area all his life seemed a little distracted, making the ground a little wet with the warm milk of the cows.

Nervous and anxious, Belto thought that the calves needed that milk more than the land, so he finished earlier that morning, took his mare and rode home.

During the ride his breathing felt stronger than that of the animal he was riding, his eyes were lost in the road as if he wanted to shorten the distance and get home at once, the animal was going at an accelerated trot scared by the feeling of the buckle on his back that Belto taught him at short intervals so that he would not lose the rhythm without the need to make him feel it.

Being almost at his destination, just a few steps away, Belto jumped from the animal like the devil taking the trail that led to the corral where his greatest desires awaited him.

As he approached the place, a noise calmed his steps and, on the other hand, made his face bitter, the deer he had captured the night before, just a few hours before starting his task, repeatedly lashed out against the cage of sticks that held it captive, and upon feeling Belto, it practically became more intrepid and wild, lashing out with every part of its body against that cage.

Belto's eyes lit up at the sight of that grotesque and desperate episode, they seemed to be reflecting images of hell itself.

—¡That's not you!, exclaimed Belto, as his eyes bulged out of their sockets, perhaps because of the river of tears flowing from them.

And without thinking twice or taking time for any clarification or reflection, he took his gun hanging from the ceiling of that corral to let out a bullet accompanied by a piercing scream, the animal fell limp on the floor, he could not feel the sound of that gun, only the pain of Belto in that scream that perhaps was the one that truly killed him.

Taking the animal by its hind legs, he took the trail back to his home leaving a trace of the same life that minutes ago was brimming in that beautiful creature that had just embraced death, the road was long and practically only Belto's steps could be felt followed by the characteristic dragging, that scream had frightened the bush or maybe he was just in mourning.

Arriving at the site he had chosen for the creature's end, a few steps from the back of his humble dwelling, he pushed aside the sparse brush that covered the ground with his rough hands and left the animal there while he climbed up to the back porch of his house in search of the necessary tools he had left there a few days ago.

When he returned he began to dig in the previously selected site without even taking some time to look at the deer lying to one side.

The earth began to open up thanks to Belto's pickaxe and the brutal force of his arms while the sweat, his tears and the nearby sinkhole made it a little muddy. Once the hole was finished, he picked up the deer and threw it into the hole while justifying himself by telling it:

—I'm sorry, I can't afford to make a mistake with you again, I need the area cleaned up, it's valuable time I'm wasting, God knows what direction she might take.

Once the burial work was finished, he placed a rock on top of the mound of earth to identify the place and not to dig there again in case he needed to do so.

—I told you not to leave the house when I was not there, your mind did not allow it, now you have made it difficult, I hope you are well, this time I am having a hard time finding you, said Belto standing next to that mound looking at the center of that land full of mounds with stones on top and in it there was a characteristic tomb with an inscription battered by the weather and nature that read:

In memory of Gertrudis, the mountain stole her from me.

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