Diario literario: Una fotografía
15.09.24
De esa época nada más una fotografía. En realidad, no es un encuadre muy bueno de la habitación, se ve borrosa, antigua. Lo único resaltante es la cantidad de luz entrando por la ventana. Inundando la habitación. No aparecen él ni ella, pero hay signos de su presencia. La sombra de ella se alarga en la pared. Unos zapatos blancos. El sostén reposa sobre la silla. No existen más fotografías de ese entonces, no porque se hayan borrado en un acceso de rabia o fuera un secreto, sino porque él pensó que lo recordaría. Era tan natural, el cauce inexorable de la casualidad, encontrarse con ella en la cafetería e ir a su casa que pensó que todo se conservaría de algún modo. Era imposible que el tiempo atenuara la felicidad del encuentro. Ahora, en cambio, le quedan algunas imágenes mentales que han comenzado a difuminarse. Algunos momentos. Algunas conversaciones. La primera vez que hablaron sobre la muerte; él pensó, extrañamente, que era un momento cumbre en su vida. La ocasión en que no se veían en mucho tiempo y ella cruzó despreocupadamente la calle para abrazarlo. ¿Qué será de ella en este momento? Solo queda la fotografía de la habitación. Contemplándola se da cuenta de que nunca le preguntó muchas cosas, pensó que existiría el tiempo para todo, y ahora ya nadie puede responder, quizá tampoco valgan ya las preguntas. ¿Por qué no sintió curiosidad de ese universo particular que era ella sino hasta ahora? ¿Por qué se ve un reloj en la mesa de noche si ella no utilizaba ninguno? ¿Qué significará esa franja pintada de otro color en la pared? Nunca tuvo palabras para todo ello. Antes él pensaba que las palabras estropeaban las cosas, que nombrar ciertos temas y ciertos sentimientos era arrebatarles una parte importante de su poder. Ahora se da cuenta de que las palabras no son lo peor. Lo peor es callar y no saber qué hacer con lo que no se dijo nunca. ¿Qué hacer con las palabras marchitas, errabundas, en los labios? A veces conversa con ella a través de la fotografía. Como si fuera un talismán. Como si pudiera invocarla con ese mísero recuerdo. En esas conversaciones, soliloquios en realidad, le cuenta su vida. Le habla de lo que ha hecho y no ha hecho. De lo que ha amado y lo que ha perdido. Pero también reconoce que de encontrarse nuevamente no estaría dispuesto a hablarle. Se quedaría paralizado si la viera. Qué demencial, qué trágico, hallar el pasado en una calle. Lo más probable es que bajase la cabeza e intentaría colarse entre los demás, pasar inadvertido. Vuele a la fotografía y al trazo de la sombra en la pared. El único rastro de ella.
¿Cómo es posible que en estas dos cosas, en estos dos gestos, haya existido toda una época?
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Excelente texto en prosa, amigo. Lástima que no tengas constancia en #Hive, como para proponerte en la curación de otras comunidades. Ojalá mantengas una publicación más regular. Saludos, @poesiaempirica.
Muchas gracias, amigo. Sí, algunos problemas personales me mantuvieron alejados de la plataforma, pero espero ser más constante en mis publicaciones. Me siento un poco perdido ahora con las comunidades y con las etiquetas correspondientes que se deben utilizar