Encuentro de Talentos: Recuerdos del ayer...
Nunca, nunca, nunca te rindas
— Winston S. Churchill
En una pequeña casa en el centro de la ciudad de Nunca Olvido, Don Ramón, un hombre de unos 80 años de edad, cabellera ceniza, y una barba abundante, era conocido por ser una persona que le podían preguntar cualquier cosa del pasado y tenía una respuesta al respecto.
¿Su casa? ¿Qué les podría decir?
Un espacio bastante pequeño en comparación a las casas modernas que la rodeaban, sin embargo, por dentro estaba adornada con innumerables fotografías en blanco y negro, cuadros pintados al óleo, cartas amarillas desgastadas por el tiempo y numerosos objetos que podían contar muchas historias de un ayer bastante lejano.
Una tarde, su curioso nieto @oneray fue a visitarlo. Con 12 años, tenía muchas preguntas que necesitaban una respuesta, la cual muchas veces no hallaba por la prisa que tenían las personas a quienes le preguntaba; Sin embargo, esa tarde fue diferente.
— Abuelo, ¿Por qué siempre estás mirando una y otra vez las mismas fotos? Parece que en cada una de ellas, se pierden tus pensamientos. Y las cartas que están sobre esa repisa... ¿Tienes que aprendértelas de memoria?, porque también las lees en repetidas ocasiones.
Obviamente, al tener 12 años y toda la energía de conocer y experimentar cosas, no entendería si quisiera contarle alguna de sus vivencias, así que, con una mirada de ternura y sonriendo, le dijo:
— Ven, rueda un poco más ese sillón para que te sientas cómodo mientras te digo algunas cosas.
Los ojos de Don Ramón brillaban como brillan las estrellas en medio de la negrura de una noche estrellada. Muchos recuerdos del ayer estaban pasando frente a los ojos de su mente. Después de aclarar un poco la garganta, le dijo al niño:
— Permíteme contarte una historia que sin duda te hará sentir que estás en un viaje con mis recuerdos del ayer.
De esta manera, el dulce anciano comenzó a contarle las historias de su juventud, de amores no correspondidos, de cómo conoció a otros amores que florecieron como rosas rojas en la primavera y de experiencias llenas de aventuras que desafían el tiempo en su memoria.
— Recuerdo bien el nombre de esta bella dama, dijo cuando tomó la foto que su nieto le traía a sus manos. Quiero contarte esta historia.
— Ella es Esmeralda, una hermosa mujer de cabello largo y rizado, un cuerpo escultural y ojos verdes. Tal vez, sus padres le colocaron su nombre esperando que el color de sus ojos le hiciera honor a su nombre, y fue exactamente lo que pasó.
Ella y yo nos enamoramos en secreto; Anhelaba estar en una de mis pinturas, pero al ser menor de edad, sus padres se lo impedían.
En reiteradas ocasiones, iba a la galería a mirar los cuadros que pintaba y exponía. Ese era el momento perfecto para cruzar nuestras miradas y ver el destello de sus ojos como si se tratara de una estrella que brilla en el firmamento.
Solo podíamos vernos de esta manera, y nos escribíamos cartas para poder decirnos las cosas que sentíamos. ¿Ves esas cartas que están allí? Muchas son de ella; Jamás quise deshacerme de las palabras de amor que allí estaban escritas, pues cada vez que las leo, renace en mí tantos recuerdos de cómo ese amor, fue un imposible, pues éramos muy jóvenes.
La pasión se hace sentir en cada una de sus líneas; Y mientras transcurría el tiempo, sus escritos, en forma de poema, eran más hermosos.
Con el pasar de los años, yo seguí pintando, y ella viajó a otro país para ser escritora; Cesaron las cartas, las miradas, su presencia en mis exposiciones. Dentro de mí el amor aún se mantenía intacto y esperaba pacientemente que, a su llegada, nada pudiera impedir nuestro amor.
El día más esperado llegó. Esmeralda, convertida en toda una mujer, llegó de nuevo al pueblo. Su belleza y su elegancia eran indescriptibles. Sí, ese color verde en sus ojos trajeron a mi mente cada una de las palabras que estaban escritas en esas cartas, pues durante su ausencia, las leía una y otra vez para mantener viva la esperanza del amor.
Sin embargo, ese ayer apasionado era muy diferente a este presente indiferente; Ya no sentía la luz tierna en su mirada, poco le importaba que ella fuera la inspiración para mis pinturas, el fuego de su amor, estaba apagado por el tiempo y la distancia, y hasta creo que ni recuerda las palabras y las promesas de sus cartas.
Deseaba, mi pequeño Oneray, ser la razón de sus oraciones y de sus poemas nuevamente, pues sin su amor, me sentía perdido, pero con tan solo su fragancia, el olor de su piel mezclada con The One de Dolce & Gabbana.
Hacía mucho tiempo que Oneray no veía en la mirada de su abuelo ese destello. Es como si las estrellas del cielo trataran con toda su fuerza de mostrar su luz a través de nubes espesas, y que aprovechaban cada espacio entre ellas para mostrar que están allí aunque no las vieran.
Le contó sobre los atardeceres a la orilla del mar, de cómo bailaba con su amada bajo la luz de la luna, las risas compartidas con esos amigos entrañables que ya no están, y los obstáculos que la vida le ponía por delante y que hábilmente fueron superados, mostrando valentía cuando el momento lo requería.
Oneray iba y venía buscando fotos de la pared y trayéndolas a su abuelo y se sentaba ansioso por conocer la historia detrás de la foto; Estaba encantado de descubrir un mundo totalmente nuevo de la boca de su principal protagonista.
Juntos exploraron cada álbum de fotos, los cuales mantenían congelados en el tiempo, esos buenos momentos y también se sumergían en las cartas que contaban las historias de esos amores perdidos y también de los encontrados.
De ser un anciano solitario, recordando cada momento vivido, Don Ramón pasó a volver a vivir cada historia relatada a su nieto, pues, las visitas de Oneray se volvieron más frecuentes; Eran tantas las cosas que tenía y que guardaban una historia, que era prácticamente imposible narrarlas todas en una sola tarde.
Con el pasar del tiempo, Oneray logró entender que los recuerdos de su abuelo, eran momentos que atesoraban la historia y la esencia de su vida.
Cada foto, cada carta, cada objeto que Oneray tomaba en su mano y traía a Don Ramón, producían un torrente de emociones y memorias que terminaban en una cascada que se derramaban desde su corazón y habían recorrido cada recoveco en él.
Cada historia que le contaba, concluía al mismo tiempo que, por la ventana de la casa, se visualizaba el más maravilloso ocaso pintado de infinitos tonos naranja. En cada historia concluida, y con una voz muy suave, el sapiente sabio le decía a su nieto:
— Siempre recuerda, mi querido Oneray que, aunque el ayer ya pasó, es el cimiento sobre el cual construimos el hoy, y al mismo tiempo, serán las bases donde se construye el mañana, y a pesar de que el tiempo puede borrar algunas líneas, de la misma manera que el mar borran las huellas en la arena de la playa, los recuerdos serán la brújula con la cual guiamos nuestras almas.
Cada tarde, al terminar su visita, Oneray abrazaba a su abuelo con una emoción muy grande y lleno de gratitud, pues se llevaba consigo esas enseñanzas del ayer. En cada anochecer, el abuelo y su nieto, compartían el presente tejido con los hilos de memorias que perdurarían por generaciones, si había alguien dispuesto contar esas historias y otro dispuesto a escucharlas
Esta es una iniciativa semanal llamada Encuentro de Talentos, el cual es un programa donde puedes promocionar tu publicación y a la cual todo están invitados a participar. Si deseas hacerlo, puedes dar clic en el siguiente enlace: Encuentro de Talentos: Recuerdos del Ayer, y conoce las bases de esta maravillosa iniciativa.
Never, never, never give up
— Winston S. Churchill
In a small house in the center of the city of Never Forget, Don Ramón, a man of about 80 years of age, with ashy hair and a thick beard, was known for being a person who could be asked anything about the past, and he had an answer about it.
His house? What could he tell them?
A fairly small space compared to the modern houses that surrounded it, however, inside it was adorned with countless black and white photographs, oil paintings, yellow letters worn by time, and numerous objects that could tell many stories of a time quite distant yesterday.
One afternoon, his curious grandson @oneray came to visit him. At 12 years old, he had many questions that needed an answer, which he often did not find due to the rush of the people he asked; However, that afternoon was different.
— Grandpa, why are you always looking at the same photos over and over again? It seems that in each of them, your thoughts are lost. And the letters that are on that shelf... Do you have to learn them by heart? Because you also read them repeatedly.
Obviously, being 12 years old and with all the energy of knowing and experiencing things, he would not understand if he wanted to tell him any of his experiences, so, with a look of tenderness and a smile, he told him:
— Come, roll that chair a little more so you can feel comfortable while I tell you some things.
Don Ramón's eyes shone like stars shining in the middle of the blackness of a starry night. Many memories of yesterday were flashing before his mind's eyes. After clearing his throat a little, he said to the boy:
— Allow me to tell you a story that will undoubtedly make you feel like you are on a journey with my memories of yesterday.
In this way, the sweet old man began to tell him the stories of his youth, of unrequited loves, of how he met other loves that bloomed like red roses in the spring, and of experiences full of adventures that defy time in his memory.
— I remember well the name of this beautiful lady, he said, when he took the photo that his grandson was bringing into his hands. I want to tell you this story.
— This is Esmeralda, a beautiful woman with long curly hair, a statuesque body, and green eyes. Perhaps her parents named her hoping that her eye color would honor her name, and that's exactly what happened.
She and I fell in love secretly; She longed to be in one of my paintings, but being a minor, her parents prevented it.
On repeated occasions, he went to the gallery to look at the paintings he painted and exhibited. That was the perfect moment to meet our gazes and see the flash of her eyes as if it were a star shining in the sky.
We could only see each other this way, and we wrote letters to each other so we could tell each other the things we felt. Do you see those cards there? Many are hers; I never wanted to get rid of the words of love that were written there, because every time I read them, so many memories of how that love was impossible because we were very young, are reborn in me.
The passion is felt in each of its lines; And as time passed, her writings, in poem form, became more beautiful.
As the years went by, I continued painting, and she traveled to another country to be a writer; The letters, the looks, her presence in my presentations ceased. The love within me was still intact, and I waited patiently so that, upon her arrival, nothing could stop our love.
The most anticipated day arrived. Esmeralda, transformed into a woman, arrived back in town. The beauty of her and the elegance of her were indescribable. Yes, that green color in her eyes brought to my mind each of the words that were written in those letters, because during her absence, she read them over and over again to keep the hope of love alive.
However, that passionate yesterday was very different from this indifferent present; I no longer felt the tender light in her eyes, she cared little that she was the inspiration for my paintings, the fire of her love was extinguished by time and distance, and I even think she doesn't even remember the words and promises of her letters.
I wanted, my little Oneray, to be the reason for her prayers and her poems again, because without her love, I felt lost, but with just her fragrance, the smell of her skin mixed with The One by Dolce & Gabbana.
It had been a long time since Oneray had seen that sparkle in his grandfather's eyes. It is as if the stars in the sky were trying with all their might to show their light through thick clouds, and they took advantage of every space between them to show that they are there even if they cannot be seen.
He told him about the sunsets on the seashore, how he danced with his beloved under the moonlight, the laughter shared with those dear friends who are no longer here, and the obstacles that life put in front of him and that were skillfully overcome, showing bravery when the moment required it.
Oneray went back and forth looking for photos from the wall and bringing them to his grandfather and sat eager to learn the story behind the photo; He was delighted to discover a whole new world from the mouth of his main protagonist.
Together they explored each photo album, which kept those good moments frozen in time, and also immersed themselves in the letters that told the stories of those loves lost and also those found.
From being a lonely old man, remembering every moment he lived, Don Ramón went on to relive every story told to his grandson, therefore, Oneray's visits became more frequent; There were so many things that he had that had a story to them, that it was practically impossible to narrate them all in a single afternoon.
As time went by, Oneray managed to understand that the memories of his grandfather were moments that treasured the history and essence of his life.
Every photo, every letter, every object that Oneray took in his hand and brought to Don Ramón, produced a torrent of emotions and memories that ended in a waterfall that spilled from his heart and traveled through every nook and cranny in him.
Every story he told her concluded at the same time that, through the window of the house, the most wonderful sunset painted in infinite shades of orange was visualized. In each concluded story, and with a very soft voice, the wise man told his grandson:
—Always remember, my dear Oneray that, although yesterday has already passed, it is the foundation on which we build today, and at the same time, it will be the foundations on which tomorrow is built, and even though time can erase some lines, In the same way that the sea erases footprints in the sand on the beach, memories will be the compass with which we guide our souls.
Every afternoon, at the end of his visit, Oneray hugged his grandfather with great emotion and full of gratitude, because he took with him those teachings of yesterday. Every evening, his grandfather and his grandson shared the present woven with the threads of memories that would last for generations, if someone was willing to tell those stories and another willing to listen to them.
This is a weekly initiative called Talent Meeting, which is a program where you can promote your publication and to which everyone is invited to participate. If you wish to do so, you can click on the following link: Talent Meeting: Memories of Yesterday, and learn the bases of this wonderful initiative.
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Buenas noches @oneray. Me encantó tu narración llena de delicados detalles, que conmueven por estar llenos de vida, porque los recuerdos son eso, la vida en retrospectiva.
Saludos y que estés muy bien. 🙂
Me alegra mucho que te haya gustado y espero, a los jóvenes que lean, comprendan que la vida consta de lo que hacemos para tener los mejores recuerdos.
@tipu curate 4
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