Al llegar, el aire fresco y el aroma de la naturaleza nos recibieron. La casa de la suegra estaba rodeada de árboles y flores, creando un ambiente acogedor y tranquilo. Emiliano corrió hacia el jardín, recogiendo flores y explorando cada rincón con curiosidad.

Después de un rato, nos reunimos todos en la cocina para ayudar a preparar el almuerzo. La suegra, con su toque especial, cocinaba un delicioso arroz con pollo y lentejas. El aroma llenaba la casa, despertando nuestro apetito. Emiliano, con su energía inagotable, ayudaba a poner la mesa, mientras Kleiber y yo nos encargábamos de los últimos detalles.

Nos sentamos a la mesa y disfrutamos de una comida deliciosa. El arroz estaba perfectamente cocido, el pollo jugoso y las lentejas llenas de sabor. La conversación fluía, llena de risas y anécdotas. Emiliano, con su entusiasmo, contaba historias de sus aventuras en el jardín, mientras todos lo escuchábamos con atención.

Después del almuerzo, decidimos dar un paseo por los alrededores. Los árboles altos y el canto de los pájaros creaban una atmósfera mágica. Emiliano encontró un pequeño arroyo y, con la ayuda de su papá, construyó un puente de piedras. Ver su creatividad y entusiasmo fue inspirador.

El día pasó volando, regresamos a casa con el corazón lleno y la promesa de volver pronto. Un día en el campo en casa de la suegra nos recordó la belleza de la naturaleza y la importancia de disfrutar cada instante en familia.