Ana abre los ojos y sabe que a su lado está su marido. Después de 20 años unidos puede reconocer su ronquido, su olor, su fuerte respiración nasal debido a múltiples alergias. Abre los ojos y mira el techo: una araña busca hacer su casa en una de las vigas. Se voltea hacia el lado izquierdo de la cama matrimonial y luego mira con detenimiento: hay una gran grieta en la pared.

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Son las 7 de la mañana y el hombre está plácidamente dormido. La noche anterior salió a una fiesta con sus amigos. Por su olor, alcohol barato es lo que ha bebido. Ella mira la grieta de la pared: nunca antes la había visto. Es una fisura que divide la pared en dos, que quiebra el cemento gris y hace en las paredes líneas de telaraña que van desde el techo hasta el piso.

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Desde que el hombre fue despedido de su trabajo, ha tomado como costumbre reunirse con sus amigos diariamente: "Necesito divertirme, mujer, salir de esta casa. Si me quedo aquí, voy a volverme loco", recuerda Ana lo que le ha dicho su esposo. Mira la grieta de la pared y desde su orilla de la cama, teme que el hombre despierte. Por qué no había detallado antes en aquella grieta, si es tan grande, piensa Ana de manera quieta y de espalda a su esposo.

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Se levanta, se baña, se viste, se mete a la cocina. Allí se la pasa todo el día. Cuando el marido despierta, se dirige a la nevera, toma el agua de una jarra y la deja vacía. Luego toma el desayuno en silencio, deja los platos sobre la mesa y sale de nuevo a la calle. Ana, frente al fregadero, levanta la cabeza y mira la gran grieta que está en todas partes.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS