And there was Mariana, on her way to receive the award she had worked so hard for. Walking with a smile on her face, she looked from one side to the other, as if looking for someone. Her eyes sparkled when she saw her teacher Beatriz applauding in the audience, but she was even more excited when she saw an old lady in a wheelchair raising her hand and sending kisses in the air: it was her grandmother. With a smile from ear to ear and her heart pounding, she spoke into the microphone:

"Good afternoon. It is a pleasure for me to come and talk to you today about how dreams are achieved..." said Mariana and the audience remained silent.

All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl.

Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends

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Soñar no es de tontos
Mientras Mariana caminaba rumbo al podio para recibir el premio nacional de escritura de ese año y escuchaba el aplauso de todos los presentes en el aula magna de la universidad, recordó todo lo que debió vivir para que aquel momento se hiciera realidad.
Cuando era niña vivía en un barrio muy pobre y nunca antes había visto un televisor. Hasta que una vez, la familia de Natalia, una de sus compañeras de clase, compró un televisor. Todos fueron a casa de Natalia para ver una película y ella quedó tan encantada con lo que veía, que después le pedía permiso a su abuela para ir a casa de su compañera, quien amistosamente la invitaba siempre. En la tarde, cuando volvía a casa, llegaba y le contaba a su abuela todo lo que había visto en la tele:
_Si vieras, abuelita, unos tigres que hablan y unos caballos que cantan hicieron una fiesta –contaba y abría los ojos y hacía todos los movimientos tratando de imitar a los personajes.
_Jajajaja. Eso es imposible. Los animales no hablan –decía la abuelita sonriendo.
_Claro que sí. En la tele hay animales que hacen todo lo que hacemos nosotros –respondía y seguía contando hasta que era hora de dormir y la abuela la regañaba:
_ Vamos a dormir. Mañana tienes que ir a la escuela –decía la abuela y las dos se iban a la cama. Allí, Mariana decía:
_Cuando tenga mucho dinero voy a comprarte un televisor así de grande –y Mariana abría los brazos de par en par como si quisiera abrazar el mundo- para que veas cómo hablan los animales, abuela, y como cantan y bailan –prometía entre bostezos.
_Soñadora tonta. Un televisor es muy costoso y seguro que cuando empieces a trabajar, yo ya estaré en el cielo –respondía la abuela abrazando a su nieta.
_Claro que no. Tú vas a vivir siempre –aseguraba Mariana casi dormida.
En la escuela, a pesar de no tener el uniforme más nuevo ni los zapatos más bonitos, Mariana siempre intentaba ser la mejor en clases. Su ingenio y creatividad la hacían sobresalir en todo. Sus maestros, quienes ya sabían que era una niña muy pobre, intentaban ayudarla en lo que podían:
_Mariana, aquí está el libro que necesitas este nuevo año. Dile a tu abuela que no te lo compre –decía la maestra Beatriz que apreciaba a Mariana como si fuera una hija.
_Gracias, maestra. Cuando me gradúe, usted será la primera invitada –decía la niña y la maestra se echaba a reír ante la ocurrencia infantil.
_Soñar es fácil, Mariana. Estudia y después veremos. –le repetía cada vez que podía.
Casi siempre, cuando Mariana volvía de la escuela, encontraba que su abuela ya había hecho las arepas para vender y ella, sin quitarse el uniforme, tomaba la cesta repleta de arepas y salía a la calle:
_Arepas rellenas, arepas rellenas, arepas rellenas. Compren sus arepas –gritaba y los clientes pedían de a una, de a dos y de a tres:
Cuando Mariana llegaba a casa y entre ella y la abuela contaban el dinero hecho por la venta de arepas, siempre Mariana metía unos billetes en un frasco de vidrio que antiguamente había sido franco de mayonesa:
_Este dinero será para tus medicinas, abuela –decía Mariana juiciosa.
_No. Mejor te compraremos unos zapatos nuevos. Mi salud no importa –afirmaba la abuela negando con la cabeza.
_Claro que sí importa. Sin zapatos puedo ir a la escuela, pero sin ti, moriría; así que esto es para tus medicinas porque cuando me gradúe debes estar en primera fila aplaudiendo –decía Mariana y metía los billetes doblados en el envase.
_Como sueñas, Mariana. Eres una tonta –expresaba la abuela y los ojitos se le veían brillantes por las lágrimas contenidas.
Una vez, mientras hablaban, Mariana le preguntó a la abuela:
_¿Soy tonta por soñar tanto?
_Serás una tonta si no haces nada para lograr tus sueños –le respondió la abuela sabiamente.
Y ahí estaba Mariana, rumbo a recibir el premio por el que tanto había trabajado. Caminando con una sonrisa, miraba de un lado a otro, como buscando a alguien. Sus ojos brillaron cuando vio entre el público a su maestra Beatriz aplaudiendo, pero más se emocionó al ver una viejecita, en una silla de ruedas, que alzaba su mano y le mandaba besos en el aire: era su abuela. Con una sonrisa de oreja a oreja y con el corazón latiéndole a mil, habló por el micrófono:
_Buenas tardes. Es un placer para mí venirles a hablar hoy de cómo se logran los sueños… -dijo Mariana y el público guardó silencio.