Creative Nonfiction: A Sunday that didn't feel like Sunday/ Un domingo que no parecía domingo (ENG/ ESP)


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A Sunday that didn't feel like Sunday

Sundays at home were like all the Sundays in the world: slow, with a nagging feeling, without the hustle and bustle of the week, without the productivity of the other days. It was the day Mom used to iron clothes and my father to sit on the couch and watch the horse races. We, his daughters, free from schoolwork, took turns being with Mom to help her arrange the things she was ironing and with Dad, writing down in a notebook what he was telling us to do.

Dad was in charge of changing the cassette and bringing Mom something to drink or eat while she was ironing. But that day, relations between mom and dad were tense, sour:

"Tell your dad to turn down the volume on the TV or turn it off",_ Mom said to me, clenching her jaw. That message was the signal, to my sisters and me, that my parents were upset. When they were upset, we were the carrier pigeons between them: tell your dad that the food is served, tell him I'm out of the bathroom, that the flour is finished. And we went from one side to the other, carrying back and forth information.

"Mom asked if you could please turn down the volume on the TV,” I informed Dad and he got up from his seat, grabbed the knob on the TV and turned up the volume. I remember that was what triggered my mother's fury, who unplugged the iron and shouted, loudly, for the whole neighborhood to hear, that she wasn't going to iron anything, that she wasn't anyone's cachifa, leaving the school uniforms and dad's uniform in the laundry basket. We all remained silent and then Dad, realizing that he had thrown wood on the fire, turned down the volume on the TV and went to the bedroom, but Mom did not want to open the door.


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That day Dad and all of us stayed on the couch, watching TV. The fan in the corner of the room was not enough to appease the heat of the afternoon, but there we were with nothing else to do. In his hands, Dad held an equestrian gazette in which he made notes, and we boredly watched the horses running in each competition. According to the notes Dad had made, there was a horse named Negresco, who, although not the favorite, was likely to win:

"That horse is going to win. If he wins, I'll bring you some goodies,” Dad told us, and we nodded, blindly trusting our father's equestrian expertise. Then Dad put on his shirt and shoes and left the house. When Mom heard the sound of the keys, she peeked through the door and asked who was out:

"Daddy went out",_ we said and saw my mom pouting and locking herself back in the room.

We, who had stayed in front of the TV, were attentive to the last race. The horse racing commentator started the narration:

"Attention. The game is about to start. Game! The start is bad for Negresco. There rolled the rider of Polon, and the first place is held by Don Paco, behind him is Caribean and Missdoly, in the 22 400 meters. But Negresco attacks in the last turn". -He narrated and we were shouting in front of the TV set, cheering for the horse, as if we were at the racetrack.

"God may Negresco win!" -we shouted as if God was watching horse races and was also idle that Sunday.

"Caribean has the lead, but Negresco is charging into the last turn. He enters the homestretch. Caribean dominates, but Negresco is coming. Negresco coming through the middle. Negresco taking the lead. Negresco takes off, Negresco cannot lose, Negresco has won the race,” exclaimed the narrator and we shouted with joy. It was so loud that Mom came out of the room:

"What happened?" - She asked, looking at us jumping all over the place.

"Dad's horse won! Negresco won!" -we shouted with such unusual joy on Sundays. Mom smiled too and didn't go back into the room.


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When dad arrived with a roast chicken, soda, knick-knacks and lots of bills in his pocket we started shouting and laughing as if it was a party. Mom was also smiling as she put the chicken portions on the plates and my dad put a cumbia cassette on the music player.

That Sunday, unlike every Sunday, no one was looking forward to Monday, it was great, fun, it had a color and atmosphere of it being Saturday or December, and away from the ironing table and the TV, around the table, with our mouths full, we were all smiling with joy.

All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl

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Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends


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Un domingo que no parecía domingo
Los domingos en la casa eran iguales a todos los domingos del mundo: lentos, con una sensación de fastidio, sin el trajín de la semana, sin la productividad de los otros días. Era el día que mamá utilizaba para planchar la ropa y mi padre para sentarse en el sofá a ver las carreras de caballo. Nosotras, sus hijas, libres de tareas escolares, nos turnábamos para estar con mamá y ayudarla a acomodar las cosas que iba planchando y con papá, anotando en una gaceta lo que él nos iba indicando.
Papá era el encargado de cambiar el caset y de llevarle a mamá algo de beber o comer mientras planchaba. Pero aquel día, entre mamá y papá las relaciones estaban tensas, agrias:
_Dile a tu papá que le baje el volumen al televisor o que lo apague –me dijo mamá a mí, apretando la mandíbula. Ese mensaje fue la señal, para mis hermanas y para mí, para saber que mis padres estaban molestos. Cuando ellos estaban molestos, nosotras éramos las palomas mensajeras entre ellos: que si díganle a su papá que la comida está servida, que díganle que ya salí del baño, que se acabó la harina. Y nosotras íbamos de un lado a otro, en un lleva y trae de informaciones.
_Dijo mamá que si puedes hacer el favor de bajarle el volumen al televisor –le informé a papá y este se levantó de su asiento, tomó la perilla del televisor y subió el volumen. Recuerdo que eso fue lo que detonó la furia de mi madre, la cual desenchufó la plancha y gritó, fuerte, para que todo el barrio la escuchara, que no iba a planchar nada, que ella no era la cachifa de nadie, dejando en el cesto de ropas los uniformes escolares y el uniforme de papá. Todos nos quedamos en silencio y luego papá, entendiendo que le había echado leña a la candela, le bajó el volumen al televisor y fue al cuarto, pero mamá no quiso abrirle la puerta.
Ese día papá y todas nosotras nos quedamos en el sofá, mirando la tele. El ventilador, en una esquina de la habitación, no era suficiente para apaciguar el calor de la tarde, pero ahí estábamos sin tener otra cosa que hacer. Entre las manos, papá sostenía una gaceta hípica en la cual hacía anotaciones y nosotras mirábamos aburridas los caballos que corrían en cada competencia. Según las anotaciones que papá había hecho, había un ejemplar llamado Negresco, que aunque no era el favorito, tenía probabilidades de ganar:
_Ese caballo va a ganar. Si gana, les traigo chucherías –nos dijo papá y nosotras asentimos, confiando ciegamente en la experiencia hípica de nuestro padre. Entonces, papá se puso la camisa, los zapatos y salió de la casa. Cuando mamá escuchó el ruido de las llaves, se asomó por la puerta y preguntó quién había salido:
_Papá salió –dijimos y vimos que mi mamá ponía mala cara y se encerraba nuevamente en el cuarto.
Nosotras, que nos habíamos quedado frente al televisor, estuvimos atentas a la última carrera. El comentarista hípico comenzaba la narración:
_Atención. Se va a dar la partida. ¡Partida! La largada es mala para Negresco. Allá rodó el jinete de Polón, y el primer lugar lo tiene don Paco, detrás de él está Caribean y Missdoly, en el 22 400 metros. Pero Negresco ataca en la última curva. –narraba y nosotras gritábamos frente al televisor aupando al caballo, como si tuviéramos en el hipódromo.
_¡Dios que gane Negresco! –rogábamos como si Dios viera carreras de caballos y estuviera también desocupado aquel domingo.
_Caribean lleva la delantera, pero Negresco está a la carga en la última curva. Entra en la recta final. Domina Caribean, pero viene Negresco. Negresco que se mete por el centro. Negresco que toma la punta. Negresco que se despega, Negresco que no puede perder, Negresco que ganó la carrera –exclamó el narrador y nosotras pegamos un grito de alegría. Fue tanta la algarabía que mamá salió del cuarto:
_¿Qué pasó? – preguntó mirándonos saltar por todos lados.
_¡El caballo de papá ganó! ¡Negresco ganó! –gritamos con una alegría tan inusual en los domingos. Mamá también sonrió y no volvió a meterse en el cuarto. Cuando papá llegó con un pollo asado, refresco, chucherías y muchos billetes en el bolsillo comenzamos a gritar y a reír como si fuera una fiesta. Mamá también sonreía mientras ponía las porciones de pollo sobre los platos y mi papá ponía un caset de cumbia en el reproductor de música.
Aquel domingo, a diferencia de todos los domingos, nadie estuvo pendiente del lunes, fue genial, divertido, tenía un color y un ambiente de que fuera sábado o diciembre, y lejos de la mesa de planchar y del televisor, alrededor de la mesa, con la boca llena, todos sonreíamos de alegría.


























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Happy the tension subsided with the chicken and goodies daddy brought back home after the horse race 😂

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Any day changes with chicken, soda and treats. jajaja Greetings

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Very pleasant and nice your story, made of a very characteristic history of the Venezuelan family some 30 or more years ago, and with the nuance of a certain humor, also very Venezuelan. Best regards, @nancybriti1.

@commentrewarder

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Seeing that past is part of our exercise to not forget the beautiful Venezuela, where families were united. Greetings and thanks for commenting, @josemalavem

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Hmmm this is just everywhere, whenever my mom says tell your dad, just know that something has gone wrong, but when they reconcile we will be the bad children, hope you enjoyed the goodies.

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Yes, spread from the spouses' handbook. How will married couples who don't have children do it? hahaha. Greetings

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What a delight these memories are, @nancybriti1. There were several places in your story that I could see so vividly, and it made me laugh out loud to see how your parents interacted and how you and your sister handled their arguments when they were mad.

When they were upset, we were the carrier pigeons between them: tell your dad that the food is served, tell him I'm out of the bathroom, that the flour is finished.

This is a perfect illustration of what was happening in the household, and how the children were charged with carrying messages between the adults who did not want to talk to one another!

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I'm finding out that all marriages are like this, I thought it was just my parents' thing! hahaha. In the distance, remembering these anecdotes I realize how happy we were and with so little. Greetings and thanks for your comment, @jayna.

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This used to occur at homes, although it does not took place all the time, information will be carried by the children's back and forth to their parents.
You have written it very well, just like lt used to be.

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