Creative Nonfiction: A place for Angito/ Un lugar para Angito (ENG/ ESP)
A place for Angito
Angito's father was the owner of one of the local mechanic shops and was also one of the most popular roosters in the area. His name was Eutimio and just like his name, so was Angito's dad, or at least that's how I remember him: strange, old, old, fat, dirty. Angito also had three brothers and they all worked in Mr. Eutimio's workshop.
Very different was the mother, Mrs. Ramona, whom Angito took care of because she was in a wheelchair. Ramona was a very Catholic lady, who went to church every day and was in charge of giving catechism lessons and preparing the children for their first communion.
Many times I saw how Angito went out of his way to help his mother: he not only cleaned the house, he also bathed and dressed his mother, and in church he was in charge of passing the alms basket and cleaning the parish house after mass.
"Ya come out of the closet!" -Angito stopped at a turn and looked angrily at his father who was carrying a rooster in his hands. All of us girls also stared at the man who was obviously drunk.
"This one is more of a rooster than you,” said Mr. Eutimio in a hostile manner and continued on his way home. We continued the rehearsal, but I remember that the expression on Angito's face of sorrow and rage stayed with me and I supposed that behind those words there must be, if not a secret, at least a suffocating truth for Angito that evidently made him hold back the urge to cry.
"I want you to leave the house now!" -shouted Don Eutimio with a rooster in his hand. He opened the door of the house and began to throw clothes and pants into the street. The screams inside the house could be heard all over the neighborhood.
"I'm not leaving because this is my house too and my mother needs me,” shouted Angito while his mother cried. Mom told me to go to the bedroom and she and Aunt Tere looked out the window. I was about to fence myself in, when Mom ordered me again:
"Go to the room and don't come out,” she ordered and I should have listened.
"Angito had to leave the house and the church because he came out of the closet" - and what she said afterwards, in a way, I knew without anyone having to tell me and I saw nothing wrong with it: Angito was a delicate, sensitive man who liked dancing, decorations, hairdressing. Angito liked to help his mother make food, bathe her, dress her, comb her hair. Angito didn't like to be like his father or his brothers: a mechanic or a chicken farmer. That is why, in my childish innocence, oblivious to social prejudices, I said:
"So why didn't she stay in the closet?" - I asked and received a withering look from my mother that only meant I had to keep quiet. I went back to my room thinking that maybe the only safe place for Angito was his closet and not his house or the church.
All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl
Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends
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Un lugar para Angito
Si había alguien diferente en nuestro barrio, era Angito. No solo era el encargado de escoger la reina en carnaval e inventar la comparsa que representaría la calle 11 en los carnavales del estado, también era el encargado de adornar la plaza principal en navidad y hacerle el vestido a la virgencita del Valle cada 8 de septiembre. Dentro de la demolición de aquellas calles donde proliferaban las moscas, la basura, la grasa de los talleres mecánicos, estaba Angito como la mariposa colorida que da belleza a los suelos áridos.
El papá de Angito era el dueño de uno de los talleres mecánicos de la localidad y también era uno de los galleros más populares de la zona. Se llamaba Eutimio y así como su nombre, así era el papá de Angito o por lo menos así es que lo recuerdo: extraño, antiguo, viejo, gordo, sucio. Angito también tenía tres hermanos y todos trabajaban en el taller del señor Eutimio.
Muy diferente era la mamá, la señora Ramona, a la que Angito cuidaba porque la señora estaba en silla de ruedas. Ramona era una señora muy católica, que iba a la iglesia todos los días y era la encargada de dar lecciones de catecismo y preparar a los niños para la primera comunión.
Muchas veces vi cómo Angito se desvivía para ayudar a su mamá: no solo limpiaba la casa, también bañaba y vestía a su mamá, y en la iglesia era el encargado de pasar la cesta para la limosna y limpiar la casa parroquial después de la misa.
Recuerdo que un día todas las niñas del barrio ensayábamos un baile que debíamos presentar en la plaza para celebrar el día del árbol, cuando el señor Eutimio que venía de la gallera, vio a su hijo que nos enseñaba cómo bailar y mover los hombros y dijo:
_¡Ya sal del closet! –Angito se detuvo en una vuelta y vio con rabia a su papá que llevaba un gallo entre las manos. Todas las niñas también nos quedamos mirando al hombre que evidentemente estaba ebrio.
_Este es más gallo que tú –señaló el señor Eutimio de manera hostil y siguió rumbo a su casa. Nosotros seguimos el ensayo, pero recuerdo que aquella expresión en el rostro de Angito de pena y rabia, se me quedó grabada y supuse que detrás de aquellas palabras debía existir sino un secreto, por lo menos una verdad asfixiante para Angito que evidentemente lo hacía aguantar las ganas de llorar.
No tardé en descubrir lo que era. Y fue por casualidad. Porque a casa había llegado tía Tere y hablaba con mamá cuando vimos que en casa de Angito comenzó una pelea:
_¡Quiero que te vayas de la casa ya! –gritó don Eutimio con un gallo en la mano. Abrió la puerta de la casa y comenzó a tirar ropas y pantalones para la calle. Los gritos dentro de la casa se escuchaban por todos el barrio.
_No me voy porque esta es también mi casa y mi madre me necesita –gritaba Angito mientras que su mamá lloraba. Mamá me dijo que fuera para el cuarto y ella y tía Tere se asomaron a la ventana. Yo me iba a cercar, cuando mamá volvió a ordenar:
_Que te vayas para el cuarto y no salgas –ordenó y yo debí hacer caso.
Cuando salí de la habitación, todo había pasado. Mi tía Tere, que siempre ha tenido una voz dramática, aseguraba:
_Angito tuvo que irse de la casa y de la iglesia porque salió del closet –y lo que dijo después, en cierta forma, yo lo sabía sin necesidad de que nadie me lo hubiese dicho y no veía nada malo en ello: Angito era un hombre delicado, sensible, que le gustaba el baile, las decoraciones, la peluquería. Angito le gustaba ayudar a su mamá a hacer la comida, a bañarla, a vestirla, peinarla. Angito no le gustaba ser como su papá ni sus hermanos: mecánico o gallero. Por eso, en mi inocencia infantil, ajena a los prejuicios sociales, dije:
_¿Y por qué no se quedó en el closet? – pregunté y recibí una mirada fulminante de mi madre que solo significaba que debía guardar silencio. Yo volví a mi cuarto pensando eso: que tal vez el único lugar seguro para Angito era su closet y no su casa ni la iglesia.
Happy and grateful for your appreciation, friends! May the successes continue
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