But one day, I think a year had passed since Chilón's death, when an event reaffirmed the rumours of Chilón's spirit. A group of men, who had been friends of the deceased, went to the river to fish for guaraguara. It is said that as soon as they left their homes, they said: "Here the one who is needed is Chilón:

"Here the one who is needed is Chilón, he was always fun".

Later, when they were in the car, they remembered:

"It was better when Chilón was around. He always told a joke, made a riddle" - and that's how they stayed the whole trip. They say that when they got into the river, they kept remembering him:

"If Chilón were here, he would be having fun"_ they kept talking about the deceased.

Suddenly, one of them felt a sharp pain and put his hand to his chest. They were all in the river, so they swam out to help the man, who gave a piercing and pitiful cry. As best they could, they pulled him out of the river and began to resuscitate him, but the man was unresponsive. When they were about to take him to the car to transfer him to the hospital, the man opened his eyes as if looking at a fixed point in the sky, laughed and said clearly, as if what he saw gave him great joy:

"Chilon, my friend"_ -and then, they say, he let out his last sigh.

All images are free of charge and the text is my own, translated with Deepl.

Thank you for reading and commenting. Until next time, friends

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Chilón
Venía de la escuela, cuando mi hermana mayor me dijo:
_Chilón se mató –expresó asustada como si aquella muerte fuera contagiosa o un secreto. Yo intenté ir a la casa de Chilón que justo estaba frente a la casa de nosotros, pero mi hermana me detuvo y me explicó en el mismo tono:
_Allá están todos: papá, mamá y maíta. Dijeron que no podíamos ir para allá. Que nos castigarían si íbamos. –entonces decidí ir hasta la ventana frontal de la casa y desde allí mirar hacia la casa de Chilón.
Chilón era el dueño de la única bodega que había en la cuadra. Era un hombre gordo, de unos 40 años, amable, cariñoso, servicial. Nunca se le conoció esposa ni novia. Vivía con sus padres ancianos y su trabajo era atender aquella bodega en la que pasaba, por lo menos, 20 horas al día.
_Señor Chilón, me vende un paquete de harina, un kilo de cambur y 3 panes –podía pedirle yo paradita en el mostrador. Y Chilón me daba los artículos y luego me decía una adivinanza:
_¡Tengo agujas y no sé coser, tengo números y no sé leer! ¿Qué será?
_El reloj –adivinaba y Chilón me regalaba un caramelo o una fruta, cualquier cosa. Pero si no adivinaba, me dejaba con las manos vacías.
_Ganarás mañana –decía y al día siguiente, yo quería hacer los mandados para ver si ganaba algo.
Nunca supe cómo se llamaba realmente Chilón. Ese era su apodo y así todos lo conocían. Por eso cuando dijeron que Chilón se había matado, todo el barrio llegó hasta su casa o por lo menos eso fue lo que yo vi desde la ventana ese día: un millón de personas en aquella casa pequeñita y humilde.
A raíz de la muerte de Chilón se creó el rumor de que su espíritu vagaba por todo el barrio. Varios decían que lo habían visto por las noches y hasta habían soñado con él.
_¡Es como si tuviera penando! –afirmaba la gente y hacían misa, rezos en la casa de Chilón y hasta mandaron a echar agua bendita por todas las casas de la cuadra.
_Hay que tener cuidado, cuando las personas mueren así, no tienen descanso y vagan hasta que encuentran el camino –decía mi abuela a mis padres y por más que preguntaba de qué hablaban, mi abuela me regañaba y de manera definitiva decía sin posibilidad de comentario:
_¿Cuántas veces te han dicho que es malo meterse en las conversaciones de las personas adultas? ¡Te pones a escuchar y después no puedes dormir! -vaticinaba mi abuela como si pudiera ver mis pesadillas y mis miedos.
Y efectivamente, una noche soñé con Chilón y me dio mucha fiebre. En el sueño él me decía una adivinanza y yo no sabía responder, por lo que me ponía a llorar. Desde ese día, al espaldar de mi cama le pusieron un lazo rojo y a mí me pusieron una cintita roja en la mano izquierda. Cuando pregunté por qué habían hecho eso, simplemente dijeron, de manera preocupada:
_Anoche estabas diciendo el nombre de Chilón, una y otra vez mientras dormías ¡Así que te vamos a poner esto para espantar los malos espíritus! – también me prohibieron que me la quitara o que me la tocaran. Esa cintita roja fue motivo de historias increíbles que yo les contaba a mis amiguitas en horas de recreo.
Pero cierto día, creo que había pasado un año desde la muerte de Chilón, un acontecimiento puntual vendría a reafirmar los rumores del espíritu de Chilón. Un grupo de hombres, que habían sido amigos del difunto, se fue al río a pescar guaraguara. Dicen que desde que salieron de sus casas, decían:
_Aquí el que hace falta es Chilón, él siempre era divertido.
Más adelante, cuando iban en el carro, recordaron:
_Era mejor cuando Chilón estaba. Siempre contaba un chiste, hacía una adivinanza –y así estuvieron en todo el viaje. Dicen que cuando se metieron en el río, siguieron recordándolo:
_Si Chilón estuviera aquí, se estaría divirtiendo –seguían hablando del difunto.
De repente, a uno de ellos le dio un fuerte dolor y se llevó la mano en el pecho. Todos estaban dentro del río, por lo que nadaron para socorrer al hombre quien pegó un grito desgarrador y lastimero. Como pudieron, lo sacaron del río y empezaron a reanimarlo, pero nada que el hombre reaccionaba. Cuando iban a llevarlo al carro para trasladarlo al hospital, el hombre abrió los ojos como mirando un punto fijo, en el cielo, se rió y dijo claro, como si lo que viera, le diera una gran alegría:
_Chilón –y luego, dicen, largó el último suspiro.