La amabilidad es, para mí, uno de los aditivos portentosos y primordiales, insustituible e ineludible, fiel compañera de mi recorrido existencial. Es en su esencia una disposición de polifacética cualidad, porque en ella están inmersas múltiples faenas, expresiones de emocionalidad genuina, de liras transpiradas, de energía clemente, que fluyen acompasadas entre la mismidad y la alteridad.

La amabilidad está presente en cada uno de nosotros desde el momento que existimos, viene en la talega que se nos otorga para edificar nuestra vida y ser felices. Todos llegamos con similar esencia e idéntica mochila, esa que contiene múltiples ingredientes y aderezos, entre ellos la amabilidad. Arribamos con este botiquín básico, necesario para dar sabor y sazón al existir, sin diferencias ni desigualdades, aunque cada uno de nosotros trae la impronta indisoluble del disímil propósito y es con el trayecto condicionado por los entrantes y volvieses, que generamos los mejunjes, resultando la heterogeneidad de caminos.

Concibo la amabilidad, como el diáfano espejo de mi interior, el yo de mi ser que transita en una cotidianeidad, interaccionando con sus semejantes, para ser y transmutar. Es el bienestar que nutre y fortifica mi trascendencia, al estar servible para otros, así se agranda y propaga asiduamente en cooperación, en una construcción sin fronteras ni codicias, dando fortuna a mi humanidad, con la luz de la humildad, permitiéndome cortejar y galantear con cariño y amor, la interacción con otros. Es mi fiel adarga, siempre presente en mi praxis de estilo de vida saludable, favorece mi salud, reduciendo positivamente mi estrés y ansiedad, secuelas de ambientes hostiles, enmarañados y espinosos, adversos y negativos, tan frecuentes y comunes en nuestros días. La bondad endulza mi vida en su justa medida, sin máscaras ni manipulaciones, simple, siendo la misma para mi ipseidad y para los demás.

Como mencioné en una publicación anterior, Hive es mi primera interacción en redes sociales, gracias a este exquisito multiverso, he fortalecido mi humanidad, siendo recompensada con creces y en asiduidad de las bondades de la amabilidad en la virtualidad. Este sublime descubrimiento ha contribuido considerablemente a mi progresión, dándome satisfacciones y lecciones de vida, permitiéndome descubrir y recorrer otros espacios, llenos de personas valiosas, que sienten y también padecen, pero eso no los limita para desprender con encanto una seductora cordialidad y amabilidad, para generar bienestar en reciprocidad, donde das amor y también lo recibes de tu entorno.

Me gusta escrutar e inquirir, familiarizándome con los fenómenos y sus procesos, han sido las socializaciones en el compartir de experiencias, a través de las publicaciones y las interacciones en los comentarios, los que han develado multiplicidad de categorías informantes, expresadas en señales y rúbricas, en un floreciente y enriquecido conocimiento. El mayor dominio prevalece en las palabras escritas y expresadas en oralidad, porque revelan casi siempre características de quien las escribe o las dice, incluso pueden llegar a ser acentuadamente indiscretas y lenguaraces, exponiendo lo bueno y lo no tan bueno.

Las palabras al unirse y conformar frases, se refuerzan en su poderío ampliando su utilidad o su perjuicio, tal vez como primorosos bálsamos para calmar estados de ánimo, que necesitan comprensión y mucha amabilidad, pero podrían llegar al otro extremo y ser auténticos e hirientes puñales, dando el resultado contrapuesto. A pesar de ello, no hay nada que temer, son controlables porque obedecen a quien las produce, está en sus autores darles su justo lugar, justipreciando ante todo el interés por el impacto constructivo y positivo, difundir con bondad la amabilidad.

Como expresa acertadamente la invitación a estas reflexiones: