Él es...
Un maestro un día me enseñó que "los homenajes se dan en vida", tampoco sé si es un homenaje lo que pretendo hacer acá, lo que si sé, es que necesito hacerlo, porque me encanta escribir y porque a la persona que pretendo homenajear le encanta leer (debería decir le encantaba, pero me resisto a su ausencia).
En la selfie anterior, en primer plano, está él. Él es, Juan Andrés, en ese tiempo (año 2017) contaba con escasos y prometedores 17 años de edad. Llegó a mi siendo un aprendiz y desde ese momento conecté con su personalidad arrolladora, su inteligencia (intelectual y emocional) y con su sapiencia tan madura y tan sin filtro que de alguna forma era desconcertante. Muchas veces pensé que era el adolescente que me habría gustado ser: tan maduro, tan elocuente, tan decidido, tan seguro de si mismo y con tanto para dar.
De inmediato, Juan aprendió los quehaceres básicos de la oficina. Se hizo con cada proceso, se familiarizó con los detalles, conoció los pormenores de sus compañeros de trabajo y propuso ideas, hacía críticas y aunque era en muchas ocasiones menospreciado por su edad, yo estaba viendo en el, el potencial abismal que dejaba ver.
Era el menor de tres hermanos. No eran de Caracas, pero todos vinieron a hacer vida a la capital. Se desenvolvía muy bien con sus obligaciones, su carisma lo convertía en un "chamo" que no pasaba desapercibido. Sin más decidí convertirlo en mi asistente y creí yo que le estaba enseñando. Tarde me di cuenta que en realidad él me enseñó a mi.
Trabajamos juntos por 3 años, construimos un equipo, una camaradería, una amistad y una sociedad. Por razones de trabajo nos tuvimos que separar, pero el niño que recibí, era ya un muchacho mayor de edad, con tanta madurez laboral que pronto lo extrañé y sin pensarlo dos veces, a los tres meses de haberme marchado, le pedí que me siguiera, era un cargo de alcance nacional y él sin dudarlo, me siguió. Y seguimos aprendiendo juntos.
Él es, mi fiel acompañante. Arriesgado, como se dice en Venezuela "echado para adelante" siempre me dio soluciones y una alegría muy grande invadió mi ser cuando fue admitido por la principal Universidad de Venezuela para estudiar Filosofía (debo confesar, que con él, yo conocí el campus de esa estupenda universidad), él orgulloso me la mostró.
Desde entonces bromeaba que la filosofía a él le quedaba grande "yo te veo en derecho, en estudios internacionales, pero no como filósofo", le decía. Yo en eso, era genuino, así lo creía, pero él sabía que la broma era más para elogiarlo que para hacerle "bullying", su carácter beligerante y siempre inconforme, crítico y propósitivo era una fuente que a mi me inspiraba, así se lo hice saber. Lo defendí siempre. Intenté protegerlo siempre, ahora sé que fue el quien me protegió, más de lo que merecía. Para ese entonces estaba entrando la pandemia, por allá en el 2019.
Una dirección nacional que se manejaba a expensas de 18 personas, por las restricciones del COVID-19 se manejó entre dos. Él más que yo. Debo decirlo ahora y siempre lo dije, no como falsa modestia, sino porque con él aprendí a decir en voz alta que soy humano y que también me equivoco "sin miedo, amigo" me decía.
A mediados del 2020, nuevamente tuvimos que asumir otra responsabilidad. No le era rentable por la distancia, por la paga, sin embargo, él no dudó en apoyarme y nuevamente destacarse como pocos lo habrían podido hacer. Ni yo, que le duplicaba la edad y por ende la experiencia.
Puedo contar mil anécdotas. Mil conversaciones triviales y profundas que teníamos, mil planes que hicimos, mil proyectos que yo (aunque nunca se lo dije) tenía guardado para él, porque nunca tuve la menor duda, que su futuro sería brillante. En el 2021 tuvimos que separarnos, él decidió dedicarse más a su universidad, y aun trabajo menos exigente (era profesor) y que le apasionaba y aunque el contacto disminuyó, en muchas ocasiones nos vimos, hablamos, me aconsejaba, bromeábamos, le llamaba para compartirle novedades de personas y conocidos en común. Nunca perdimos el contacto.
Nos vimos hace dos meses, fue a mi oficina y vio una planta que me había regalado y que había crecido. Le dije que la llamaba "Susana" y recordamos en las condiciones adversas en que la planta germinó. Me burlé de su cabello largo. Lo acompañé a tomar un taxi y lo despedí como siempre, como un amigo despide a otro, a un alumno, a un aprendiz, a alguien que sabes que está y te llena de luz. Lo despedí como al compañero al que en cualquier momento lo vería para discutir de filosofía y de la vida y de Dios...
... Ese día fue la última vez que lo vi.
El 8 de junio de este año, cumplió 23 añitos. Yo como de costumbre olvidé la fecha. El día 19 su hermano mayor me avisó que había fallecido...
En esa foto usaba su chaqueta. No tenía más nada decente que ponerme.
Y ese día fatídico, 19 de junio, el dolor se convirtió en enojo, por no poder explicarme cómo alguien con tanta luz en la vida, podía perder la vida cuando apenas abría las alas y que, sin duda estaba destinado a ser grande, a cosas grandes y cosas buenas. Murió de cáncer (Maladita enfermedad), me lo ocultó. No quiso que se supiera y yo me quedé con la soledad fría de saber que esa última vez pude abrazarlo fuerte y decirle que lo quería y que necesitaba que se cuidara.
Lo extraño mucho. Aún no me atrevo a abrir nuestras conversaciones de whatsapp o telegram. La decisión de inmortalizarlo en este blog, nace de la necesidad de llenar con letras el vacío que dejó y el desconcierto de saber que "siempre habrán cosas que nunca tendrán sentido" como me dijo una amiga, tratando de apaciguar mi dolor. Encontré unos libros que me había prestado y creyendo que leerá esto (sé que es descabellado) me atrevía a escribirle... Pido perdón por el delirio.
Juan, tanía #Hive, sabía que sería exitoso escribiendo, sin embargo nunca lo hizo. Se dedicó a vivir, el amor, la amistad, el trabajo, aprendió rápido, como si supiera que su paso sería breve. Juan lo dió todo, y el mundo le quedó debiendo, la vida perdió un hermoso ser al dejarlo ir, yo perdí un amigo entrañable del que siempre obtuve honestidad, por más cruda que fuera esta.
En este punto no tengo palabras para decir cuánto extraño a Juan. Se me quedaron en el tintero muchas palabras, muchas cosas y muchas conversaciones y risas... Intento no llorarlo, pero en ocasiones como ésta, como comprenderán es imposible. Se fue "Juanito" (así le llamaba) cuando acababa de hacer planes para él. Hubiera querido tantas cosas querido amigo, pero la vida y ese Dios por el que filosofabas, ya tenían mejores planes (quiero convencerme que en realidad son mejores) para ti.
Hasta siempre amigo y compañero. Si estás con Dios, vuélvelo loco con tus preguntas y con tu intensidad, pídele que me explique esas decisiones incomprensibles y que me ayude a extrañarte con una sonrisa, porque eres la irreverencia de la juventud, eras único e irrepetible... Eras libre y ya no hay quien te detenga...
Gracias por todo Juancito. Nunca podré retribuir tanto... la vida me quitó esa oportunidad.
Él es hoy, una estrella infinita que alguna vez espero volver a encontrar, tras el umbral misterioso y temido de la muerte, porque te fuiste dejando muchas cosas incompletas...
Lamento tu perdida, que bonito que lo recuerdes de esta manera, guarda todos esos hermosos recuerdos en tu corazón. La vida es incomprensible, por lo que dices fue un guerrero que se dedicó a disfrutar su vida, ante tan terrible enfermedad.