Margarita.
Margarita.
Yo apreciaba a Margarita porque desde el primer momento cuando nos vimos, nacieron miradas de simpatía y de mutuo agrado.
Yo trabajaba como docente de educación musical en la Escuela Simón Bolívar, y Margarita entró después como maestra de aula. Ella tenía 27 años y yo 37.
Desde entonces fue creciendo una amistad muy grande entre Margarita y yo.
Margarita tenía título de profesora de matemáticas y, como a mí siempre me ha atraído esa materia, yo buscaba la forma de que ella me enseñara algunos puntos. Claro que yo no era una excelencia, y Margarita lo sabía.
Margarita era casada, y a los 2 años tuvo su primera hija de nombre Francis, y luego tuvo a Marángel, 2 preciosas y encantadoras niñas que después se volvieron amigas mías.
Margarita sentía enorme complacencia por lo que yo hacía en la cultura, y siempre me acompañaba en los festivales y encuentros escolares. Siempre le regalaba una margarita a Margarita.
Pero a comienzos de 2004 nos llegó cambio de escuelas. Ella fue a parar a la escuela Rafael Urdaneta y a mí me mandaron a la Escuela Los Cedros. Quedaban cerca, pero el transporte era difícil.
Seguimos así hasta 2006 cuando me salió la jubilación.
Hoy he recordado a Margarita con todo cariño, y pido a Dios que la bendiga porque aunque ya han pasado más de 10 años sin vernos, la tengo muy presente en mi corazón.
Es curioso, pero hay gente que uno siente cercana incluso si se pasan años sin verse.