Cama sola.

Esta noche está tu cama
con mi anhelo de tu lado,
y yo, mi querida dama,
pensándote desolado.

Con tristeza me aquerencio
en la lánguida penumbra,
y mi alma no se acostumbra
a este angustioso silencio.

Nuestro amor era muy lindo
y dulce como un melón,
pero en esta situación
sabe a puro tamarindo.

¡Qué feliz pudiera ser
con tus ojos palpitando
todos llenos de querer
dándome su querer blando!

Gracias a Dios soy poeta
que a tu rima le soy fiel
y como no hallo papel
utilizo servilleta.

Sé que se ha quedado frío
el café de nuestro amor,
y yo no tengo valor
con este pecho vacío.

También estarán las flores
que te daba de regalo,
y siento un gusto muy malo
entre penas y amargores.

Realmente, hubiera querido
regalarte mi poema
junto a una bonita gema
y un lucerito encendido.

Pero tú, querida dama,
-y me duele que sea así-
es que dormirás sin mí
en tan espaciosa cama!