Tina

Un día Tina estaba haciendo autostop en una carretera de la costa norte de San Francisco, cuando se detuvo a recogerla un muchacho en una camioneta pickup. Conversaron animadamente, pero cuando él abandonó la carretera y se internó en los cerros, Tina comprendió que se avecinaba un problema.

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Le pidió al conductor que, si debía tomar por otro camino, la dejara bajar, pero él farfulló una excusa para justificar el desvío y agregó que no iba a perder mucho tiempo.

Tina no se sorprendió al ver que se paraba en una zona arbolada y desierta, y que intentaba tener ciertas efusiones con ella.

Tenemos que conocernos un poco mejor, propuso él, y trató de acercarla contra sí. Tina se soltó, lanzo a risa y se bajó de la camioneta.

Se me ocurre algo mejor, respondió ella. ¿Por qué no volvemos a la carretera? Tengo que regresar.

El conductor también se bajó, dio la vuelta y trató de seguir con sus intenciones. La sujetó con fuerza e intentó besarla, pero Tina, que seguía riéndose y tratando la situación como si fuera apenas fastidiosa, logró eludirlo.

Bueno, basta ya, decía ella. Me siento muy halagada, pero sinceramente tengo que estar de vuelta en Mendocino antes del anochecer. A lo mejor otra vez podemos reunirnos, pero ahora no tengo tiempo. Sé bueno, pon el pickup en marcha.

Sabía perfectamente que aquel individuo la había llevado allí para violarla, pero también sabía que no iba a suceder.

Él tal vez había intimidado a algunas chicas, pero yo iba a ser un hueso difícil de roer. Ni loca iba a permitir que un sinvergüenza me hiciera lo que él quería. Sabía que su fuerza era muy superior a la mía y que si él decidía usarla me sería imposible resistirme, por lo cual, pensé que lo mejor era no permitir que las cosas llegaran a ese punto. No se trataba de un personaje verdaderamente peligroso, sino más bien un tipo detestable que quería salirse con la suya. Yo no le iba a facilitar las cosas, reconociendo sus intenciones y jugando el papel que el me tenía reservado.

Seguramente él suponía que yo iba a darme por enterada y demostraría enojo o miedo, y entonces el sabría cómo reaccionar. Estoy segura de que, si me hubiera mostrado atemorizada, el se habría mostrado muy poderoso. Quizás me habría prometido ser condescendiente para sentirse como un hombre importante al violarme. Si yo adoptaba una actitud hostil, habría disfrutado sometiéndome, con lo cual habría justificado el acto de violarme para darme una lección.

Se que mi reacción no habría dado resultado con cualquier violador, pero sí con el. No era un muchacho muy despierto y buscaba algo sencillo. Mi reacción no encajó con la forma que supuestamente debía actuar una chica a punto de ser violada. Le habría dado mucha vergüenza.

Por último, abandono la idea y me llevo de regreso a la carretera. Nos despedimos como si yo aún no me hubiera dado cuenta de lo que había querido hacerme.

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