[SPN-ENG] Cuéntame qué os pasó – Capítulo 12 / Tell me what happened to you – Chapter 12
Se la comían los nervios, mientras devoraba impaciente la punta de las uñas, esperando siquiera una llamada de Ramiro. Las doce y cuarto de la noche. La cena hacía rato que descansaba, fría, sobre el plato y Maruja, preocupada, hizo intención de descolgar el aparato de teléfono y llamar a los servicios de urgencia de los hospitales de Madrid, temiéndose lo peor. Había visto al dueño del bar de la esquina echar el cierre y despedirse del último cliente, que se marchó en taxi, seguramente herido de muerte, como había escuchado decir a los hombres cuando deseaban dar a entender que se les había ido la mano a la hora de alternar.
Con la lamparilla del comedor encendida, intentó concentrarse en la lectura de un libro de Bécquer que, por alguna razón desconocida, Ramiro no había considerado digno de ir a parar al cubo de la basura.
Aún recordaba de memoria algunas de las poesías y si tuviera la oportunidad de hablar al respecto, estaba completamente segura de que podría contar –con toda clase de pelos y señales-, la mayoría de las leyendas. Era la parte que más la gustaba de la asignatura de Literatura y todavía mantenía en su mente una visión fresca del entrañable señor Montes, su profesor.
Al contrario que su padre, Montes había combatido en la Guerra Civil en el bando republicano, siendo herido en la cruenta batalla del Ebro, que tantas víctimas se contara por ambos bandos. De ahí que su oído derecho perdiera toda percepción auditiva, destrozado el tímpano irremisiblemente a consecuencia de la caída de un obús que estalló tan cerca de la trinchera donde se parapetaba, que podía considerarse un auténtico milagro que no hubiera acabado con su vida y desparramado los pedazos de su cuerpo varios metros a la redonda.
De cualquier forma, el señor Montes era un hombre verdaderamente asombroso. De mediana estatura y aspecto de ratón asustado, sus ojos, sin embargo, se convertían en auténticas brasas candentes cuando recitaba con natural pasión los versos más sobresalientes de Gustavo Adolfo. Un efecto similar, cuando no mayor, conseguía en el momento en el que comenzaba a narrar las leyendas logrando, con su grandilocuencia de gestos y expresiones, que toda la clase lo escuchara con inusitado interés.
Resultaba curiosa, por otra parte, la frescura con que recordaba la frase que afloraba a sus labios cada vez que alguien realizaba algún comentario y que pronunciaba segundos después de llevarse un dedo hacia el aparato auditivo que sobresalía del lóbulo de su oreja derecha:
- Señoritas, porque aunque ustedes no se lo crean, con éste aparato soy capaz de oír hasta la hierba que brota del suelo.
Naturalmente, todas reían frente a la exageración de tal comentario. Incluso había alguna, más atrevida y menos educada que las demás, que lo insultaba sin conmiseración, a sabiendas de que su desvergüenza quedaría para siempre impune.
Maruja nunca había comprendido tal tipo de actitudes. Posiblemente porque en su naturaleza nunca había existido sitio para el rencor. Tal vez motivada por tales pensamientos, respiró aliviada cuando escuchó la llave entrar torpemente en la cerradura de la puerta. Pero todas sus sanas intenciones se vinieron abajo al ver el aspecto tan desastroso de Ramiro, que entró en el comedor tambaleándose y apestando a vino, luciendo reveladoras manchas de carmín sobre el blanco sudado del cuello de su camisa. Aquello era demasiado para lo que un alma noble podía llegar a soportar y se lo recriminó, con las manos cruzadas sobre el pecho, a semejanza de una madre exigiendo una explicación a su hijo por una travesura cometida. Ese fue su segundo gran error.
La reacción de Ramiro, violenta, como no cabía esperar otra cosa, no se hizo esperar. La primera sensación que tuvo Maruja, fue la de sentir los dedos de Ramiro cerrándose como garfios sobre su cabello, mientras la arrastraba salvajemente por el suelo del pasillo en dirección al dormitorio.
Apenas una fracción de segundo más tarde, se vio catapultada sobre la cama, como si de un inerme saco de patatas se tratara. Lo siguiente que mal hería su memoria, fue el rostro desencajado de Ramiro, cuya boca apestaba como el aliento corrupto de una fiera que acabara de devorar a su víctima. - ¡Vamos, puta!. ¡Te voy a echar el polvo de tu vida!, -dijo a continuación, hipando como un cerdo, mientras sus manos desgarraban la bata y el peso de su cuerpo caía sobre ella, aplastándola sin ningún género de consideración.
Hubo un pequeño forcejeo en el que ella, por naturaleza más débil, terminó perdiendo, quedando exhausta y sin oportunidad alguna de defensa. La lámpara de la mesita cayó al suelo, produciendo un ruido estrepitoso cuando la bombilla estalló en mil pedazos, que se extendieron por el suelo de la habitación en todas direcciones. A continuación, un pequeño fogonazo, la cómplice oscuridad y los jadeos libidinosos de Ramiro. El calor en su bajo vientre, unido a la pestilencia de su aliento, hizo que Maruja sintiera náuseas y estuviese a punto de vomitar hasta las heces. El tiempo, entonces, se le hizo eterno, igual de angustioso que la visión de las gotas de suero penetrando con desesperante lentitud en las venas del brazo de su madre poco antes de fallecer en la aséptica cama del hospital, sin otra compañía que las visiones que pudiera tener en el coma, las cuales se había llevado con ella a la tumba.
Por otra parte, sus genitales ardían, mancillados por los esfuerzos desesperados de Ramiro que, sin duda influenciado por el alcohol, apenas conseguía mantenerse en erección para consumar un acoplamiento no compartido. Cuando se apartó a un lado, quedándose dormido y roncando como un auténtico verraco, Maruja dobló las piernas lentamente, adoptando una posición fetal –como solía hacer muy a menudo cuando era niña-, llorando a continuación con infinita amargura. Por un resquicio de las cortinas de la ventana, penetraba casualmente un diminuto rayo de luz. Y por primera vez en mucho tiempo, Maruja sintió vergüenza de ser mujer. Y también, después del ultraje, comprendió que posiblemente Dios había sido misericordioso al no haberles concedido hijos que acrecentaran el sufrimiento.
She ate her nerves, while she impatiently devoured the tips of her nails, even waiting for a call from Ramiro. Quarter past twelve at night. Dinner had been resting for a long time, cold, on the plate and Maruja, worried, made the intention of picking up the telephone and calling the emergency services of Madrid hospitals, fearing the worst. He had seen the owner of the bar on the corner lock up and say goodbye to the last customer, who left in a taxi, surely mortally wounded, as he had heard the men say when they wanted to imply that they had gone too far. time to switch
With the dining room lamp on, she tried to concentrate on reading a book by Bécquer that, for some unknown reason, Ramiro had not considered worthy of going to the garbage can.
She still remembered some of the poetry by heart and if she had the opportunity to talk about it, she was quite sure that she would be able to tell – with all kinds of hair and traces – most of the legends. She was the part that she liked the most in the Literature subject and she still had in her mind a fresh vision of the endearing Mr. Montes, her teacher.
Unlike his father, Montes had fought in the Civil War on the Republican side, being wounded in the bloody battle of the Ebro, which had so many victims on both sides. Hence, his right ear lost all auditory perception, the eardrum irretrievably destroyed as a result of the fall of a shell that exploded so close to the trench where he was sheltering, that it could be considered a true miracle that it had not ended his life and scattered the pieces of his body several meters around.
Either way, Mr. Montes was a truly amazing man. Of medium height and the appearance of a frightened mouse, his eyes, however, turned into real hot coals when he recited with natural passion the most outstanding verses of Gustavo Adolfo. A similar effect, if not greater, was achieved at the moment in which he began to narrate the legends, achieving, with the grandiloquence of his gestures and expressions, that the whole class listened to him with unusual interest.
It was curious, on the other hand, the freshness with which he remembered the phrase that surfaced on his lips every time someone made a comment and that he pronounced seconds after touching a finger to the hearing aid that protruded from the lobe of his right ear:
- Ladies, because although you may not believe it, with this device I am able to hear even the grass that sprouts from the ground.
Naturally, they all laughed at the exaggeration of such a comment. There were even some, more daring and less polite than the others, who insulted him without mercy, knowing that his shamelessness would go unpunished forever.
Maruja had never understood such attitudes. Possibly because in her nature there had never been room for rancor. Perhaps prompted by such thoughts, she breathed a sigh of relief as she heard the key fumble into the door lock. But all her healthy intentions came crashing down when she saw Ramiro's appearance so disastrous, that he entered the dining room staggering and reeking of wine, wearing revealing lipstick stains on the sweaty white collar of his shirt. That was too much for what a noble soul could bear and she reproached him, with her hands crossed on her chest, like a mother demanding an explanation from her son for a mischief committed. That was the second big mistake of hers.
Ramiro's reaction, violent, as could not be expected otherwise, was not long in coming. The first sensation that Maruja had was that of feeling Ramiro's fingers closing like hooks on her hair, while he dragged her wildly along the floor of the corridor towards the bedroom.
Barely a split second later, she was catapulted onto the bed like a helpless sack of potatoes. The next thing that hurt her memory was Ramiro's contorted face, whose mouth stank like the corrupt breath of a beast that had just devoured her victim. - Come on, bitch! I'm going to give you the fuck of your life!, -she said next, hiccuping like a pig, while her hands tore the robe and the weight of her body fell on her, crushing her without any kind of consideration.
There was a small struggle in which she, by nature weaker, ended up losing, being exhausted and without any chance of defense. The bedside lamp fell to the floor, making a crashing noise as the bulb shattered into a thousand pieces, which spread across the floor of the room in all directions. Then a small flash, the complicit darkness and Ramiro's libidinous gasps. The heat in her lower abdomen, together with the stench of her breath, made Maruja feel nauseous and was about to vomit even the feces. Time, then, seemed eternal to him, just as anguished as the vision of the drops of serum penetrating with exasperating slowness into the veins of his mother's arm shortly before she died in the aseptic hospital bed, with no other company than the visions she might have in her coma, which she had taken with her to the grave.
On the other hand, her genitals were on fire, tainted by the desperate efforts of Ramiro who, undoubtedly influenced by alcohol, was barely able to maintain an erection to consummate an unshared coupling. When she moved aside from her, falling asleep and snoring like a real boar, she Maruja slowly bent her legs, adopting a fetal position -as she used to do very often when she was a child-, crying afterwards with infinite bitterness. Through a gap in the window curtains, a tiny ray of light casually penetrated. And for the first time in a long time, she Maruja felt ashamed of being a woman. And she too, after her outrage, she understood that possibly God had been merciful in not having granted them children to increase their suffering.
Preámbulo / Preamble: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-novela-preambulo-tell-me-what-happened-to-you-novel-preamble
Capítulo 1 / Chapter 1: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-1-tell-me-what-happened-to-you-chapter-1
Capítulo 2 / Chapter 2: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-2-tell-me-what-happened-to-you-chapter-2
Capítulo 3 / Chapter 3: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-3-tell-me-what-happened-to-you-chapter-3
Capítulo 4 / Chapter 4: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-4-tell-me-what-happened-to-you-chapter-4
Capítulo 5 / Chapter 5: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-5-tell-me-what-happened-to-you-chapter-5
Capítulo 6 / Chapter 6: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-6-tell-me-what-happened-to-you-chapter-6
Capítulo 7 / Chapter 7: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-7-tell-me-what-happened-to-you-chapter-7
Capítulo 8 / Chapter 8: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-8-tell-me-what-happened-to-you-chapter-8
Capítulo 9 / Chapter 9: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-9-tell-me-what-happened-to-you-chapter-9
Capítulo 10 / Chapter 10: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-10-tell-me-what-happened-to-you-chapter-10
Capítulo 11 / Chapter 11: https://hive.blog/writing/@juancar347/spn-eng-cuentame-que-os-paso-capitulo-11-tell-me-what-happened-to-you-chapter-11
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