[ENG-SPN] Towns and paradoxes / Pueblos y paradojas

In the vicinity of the dark Pancorbo gorge, not far from that beautiful region, rich in wine and Romanesque art, which is the Llanada Alavesa, a small town, which, in ancient times, responded to the curious name of Término, seems anchored in an eternal time loop, the vision of which produces, in the mind of the traveler who one day drops by there, the feeling that, due to one of those curious and inexplicable paradoxes, destiny has set a subtle trap for him, making him go back to ancient times. genuinely medieval.

Its current name, Santa Gadea del Cid, also contributes to a large extent to the fact that, letting itself be carried away by the memory of the flowery legends contained in the Ballads, it thinks, when seeing the vestiges of its ancient castle, the remains of its desolate walls and the peculiar architecture of its houses, which is found in that other Santa Gadea, where it is assumed that Rodrigo Díaz de Vivar, the Cid Campeador, forced the king, Alfonso VI, to swear that he had had nothing to do with the murder of his brother, King Sancho II of Castile. And to give more charisma and color to this place, already naturally picturesque and charismatic, a solitary hermitage, dedicated to the Virgin of the Eras and located outside the town walls, leads one to assume, in this strategic place, the presence, in forgotten times, of some knights, the Templars, who, after centuries of their disappearance, still continue to arouse unusual interest. Circumstances and paradoxes, which, after all, liven up the cultural aspect of any trip worth its salt.

En las proximidades del tenebroso desfiladero de Pancorbo, no lejos, además, de esa hermosa región, rica en vino y arte románico, que es la Llanada Alavesa, un pequeño pueblecito, que, antiguamente, respondía al curioso nombre de Término, parece anclado en un eterno bucle temporal, cuya visión produce, en el ánimo del viajero que un día se deja caer por allí, la sensación de que, por una de esas curiosas e inexplicables paradojas, el destino le ha tendido una trampa sutil, haciéndole retroceder a épocas genuinamente medievales.

Su nombre actual, Santa Gadea del Cid, contribuye, también y en gran medida, a que éste, dejándose llevar por el recuerdo de las floridas leyendas contenidas en el Romancero, piense, al ver los vestigios de su antiguo castillo, los restos de sus desoladas murallas y esa arquitectura tan peculiar de sus casas, que se encuentra en aquélla otra Santa Gadea, donde se supone que Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, obligó a jurar al rey, Alfonso VI, que no había tenido nada que ver en el asesinato de su hermano, el rey Sancho II de Castilla. Y para dar más carisma y colorido a este lugar, ya de por sí, naturalmente pintoresco y carismático, una solitaria ermita, dedicada a la Virgen de las Eras y situada extramuros del pueblo, induce a suponer, en este estratégico lugar, la presencia, en tiempos olvidados, de unos caballeros, los templarios, que, al cabo de los siglos de su desaparición, todavía continúan despertando un interés inusitado. Circunstancias y paradojas, que, al fin y al cabo, amenizan el aspecto cultural de todo viaje que se precie.

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