[ENG-SPN] Footprints / Huellas

Without ever losing sight of the immeasurable beauty of a superb Sierra de Guadarrama, which, due to the sinuous formation of its complex structure, was known, in medieval times, with the significant name of Sierra del Dragón, the traveler glides, without haste, although without pause, along this ancient main road -an old glen for the transfer of cattle and the transit of charismatic figures of History, such as the Archpriest of Hita and today, a comfortable carpet of gravel and concrete ideal for Sunday traffic. the contaminant and metaphorical carts of the modern gods- which, anyone would say, were following the same route as the medieval stonecutters who moved along that orthotenic communication route between Segovia and Soria, leaving, like the crumbs in the story of Tom Thumb, traces of their passage in each and every one of the towns along the way. He knows, because he has walked through it many times -so many, perhaps, that counting the long-suffering sheep could replace the lost dream- that there is no town, both to the right and to the left, that does not possess, in that central nucleus of its genuine urbanism, traces, in its old church, of that Art that he is so passionate about, the Romanesque and that has provided him with so many gratifying experiences, moreover, in his endless career trying to smear himself in the old puddles of History. He also knows that, at that time of the morning, when the sun and the dawn have already said goodbye and the roosters have calmed down behind the wire fence of that chicken coop, in which they are kings, that life, although it undoubtedly exists, still remains lethargic, roaming freely, happily or unhappily committed to the archetypal adventures related to that metaphorical kingdom of Morpheus, which is not other than that of dreams.

He also knows, when he stops his vehicle on the sidewalk of the Town Hall - its flags flaming, but its doors barred, like an imaginary barricade - that, although more modified by the fashions of men than by the passage of time, which sometimes induces the false sensation of having stopped and as far as Art is concerned it was undoubtedly better, that in that church, where, after centuries, the stork still arrives punctually to reoccupy its old nest, the traces of medieval stonecutters, with their hermetic inclusions of Solomon's seals -for a reason, in the secret rules of a certain order of warrior-monks, whose name I will reserve, the intention of leaving the 'signs of recognition'- Gordian knots -like the one that was presented to the great Alexander the Great and that, as a forerunner of the famous Rubick's cube, he was unable to undo, choosing to cut it with a slash with the edge of his sword--hexapétalas flowers -exorcists, at the time, of that fright for the rural communities, which were, without going any further, the witches- form, now, in the outer filling of the ship, a mismatched puzzle, meaningless and with no possibility of returning to that imaginary center of the labyrinth, which is its original genesis, as loose, variable data, which the traveler, in his patience and interest, writes down in his travel log, although he is aware that his effort is never seen rewarded for the memory and above all, for the respect for some patrimonial elements, which, deep down, are worthy testimony of who we are and of course, where we come from.

Sin perder nunca de vista la inconmensurable belleza de una soberbia Sierra de Guadarrama, que, por la sinuosa formación de su compleja estructura, era conocida, en época medieval, con el significativo nombre de Sierra del Dragón, el viajero se desliza, sin prisa, aunque sin pausa, por esa antiquísima carretera general -antigua cañada para el trasiego de ganado y el tránsito de personajes carismáticos de la Historia, como el Arcipreste de Hita y hoy, cómoda alfombra de grava y hormigón ideal para el tránsito dominguero de los contaminantes y metafóricos carros de los dioses modernos- que, cualquiera diría que siguiendo la misma ruta que los canteros medievales que se desplazaban por esa ortoténica vía de comunicación entre Segovia y Soria, iban dejando, como las migas del cuento de Pulgarcito, señales de su paso en todos y cada uno de los pueblos del camino. Sabe, porque la ha recorrido muchas veces -tantas, quizás, que podrían sustituir el recuento de las sufridas ovejas para recuperar el sueño perdido- que no hay pueblo, tanto a derecha como a izquierda, que no posea, en ese núcleo central de su genuino urbanismo, trazas, en su vieja iglesia, de ese Arte que tanto le apasiona, el Románico y que tantas y gratificantes experiencias le ha proporcionado, además, en su interminable carrera intentando embadurnarse en los viejos charcos de la Historia. Sabe, también, que, a esas horas de la mañana, cuando el sol y la aurora ya se han despedido y los gallos se han tranquilizado detrás de la alambrada de ese gallinero, en el que son reyes, que la vida, aunque es indudable de que existe, todavía permanece aletargada, campando a sus anchas, feliz o infelizmente comprometidos con las aventuras arquetípicas afines a ese metafórico reino de Morfeo, que no es otro, que el de los sueños.

También sabe, cuando detiene su vehículo en la acera de la Casa Consistorial -flamantes sus banderas, pero atrancadas sus puertas, cual una imaginaria barricada- que, aunque más modificada por las modas de los hombres que por el paso de un tiempo, que, en ocasiones induce la falsa sensación de haberse detenido y en cuanto al Arte se refiere fue indudablemente mejor, que en esa iglesia, donde todavía, al cabo de los siglos, acude, puntualmente, la cigüeña para volver a ocupar su antiguo nido, las huellas de los canteros medievales, con sus herméticas inclusiones de sellos de Salomón -por algo, en las reglas secretas de cierta orden de monjes-guerreros, cuyo nombre me reservo, ya se estipulaba la intencionalidad de dejar los ‘signos de reconocimiento’- nudos gordianos -como aquél que le presentaron al gran Alejandro Magno y que, como un antecedente del famoso cubo de Rubick, fue incapaz de deshacer, optando por cortarlo de un tajo con el filo de su espada- flores hexapétalas -exorcistas, en su momento, de ese espanto para las comunidades rurales, que eran, sin ir más lejos las brujas- forman, ahora, en el relleno exterior de la nave, un descabalado puzzle, sin sentido y sin posibilidades de retornar a ese imaginario centro del laberinto, que es su génesis original, como datos sueltos, variables, que, el viajero, en su paciencia e interés va anotando en su bitácora de viaje, aunque sea consciente de que su esfuerzo nunca se vea recompensado por el recuerdo y sobre todo, por el respeto a unos elementos patrimoniales, que, en el fondo, son digno testimonio de quiénes somos y por supuesto, de dónde venimos.

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