[ENG-SPN] Dickens and Capra: two archetypes of Christmas / Dickens y Capra: dos arquetipos de la Navidad
It will be stupid, but it is precisely at this time, when listening to the soft tinkle of a bell, he came to the subjective conclusion that an angel may have just gotten his wings and his ruddy face immediately comes to mind, red-faced and smiling, of good-natured Clarence, whose natural clumsiness was not an impediment to doing good and earning God's embrace.
Naturally, it is not the aftertaste of cherry, macerated for several years in its oak barrel matrix, of the wine that I just drank to recover a bit of color on this cold December morning, but rather that I find this unforgettable creator of magic to be guilty. hopes, who went down in history as one of the best directors of the golden age of Hollywood: Frank Capra.
Nor do I blame the wine for that feeling of being about to wear Scrooge's skin and still shuddering with the malicious thought that when I get home I will receive a supernatural visit from that terrible Grim Reaper, who are the three ghosts of Christmas, my heart shrinks when I want and cannot do absolutely anything to improve the world, no matter how much, given its miseries, a feeling of compassion and solidarity invades me, which I owe, in large part, I have no doubt, to the exemplary and Accurate writing of that psychologist of the darkest human nature, who was the great Charles Dickens.
Será una estupidez, pero es, precisamente, en estas fechas, cuando al escuchar el suave tintineo de una campana, llegó a la subjetiva conclusión de que posiblemente un ángel acaba de obtener sus alas e inmediatamente se me representa en la memoria el rostro rubicundo, colorado y sonriente, del bonachón Clarence, cuya torpeza natural no le fue impedimento para hacer un bien y ganarse el abrazo de Dios. Naturalmente, no es el regusto a cereza, macerado varios años en su matriz de barrica de roble, del vino que me acabo de tomar para recuperar un poco el color en esta fría mañana de diciembre, sino que encuentro culpable a ese inolvidable creador de mágicas esperanzas, que pasó a la Historia como uno de los mejores directores de la época dorada de Hollywood: Frank Capra.
Tampoco le achaco al vino, esa sensación de estar a punto de vestir la piel de Scrooge y aun estremeciéndome con el doloso pensamiento de que al llegar a casa recibiré la sobrenatural visita de esa terrible Parca, que son los tres fantasmas de la Navidad, se me encoge el corazón al querer y no poder hacer absolutamente nada por mejorar el mundo, por mucho que, vistas sus miserias, me invada un sentimiento de compasión y solidaridad, que debo, en gran parte, no me cabe duda, a la ejemplar y certera escritura de aquel psicólogo de la más oscura naturaleza humana, que fue el genial Charles Dickens.
Y es que, tanto ‘Qué bello es vivir’ como ‘Cuento de Navidad’, se han convertido en arquetipos irrefutables, que, nos guste o no reconocerlo -y como ven, no me pongo en la piel de nadie y tampoco pretendo influir en nadie- hacen que la Navidad, después de todo, adquiera, siquiera como un falso espejismo, ese nivel de humanidad, que, aunque sólo sea por un momento, nos empuja, en caída libre, a intentar -poco importa, si tal intento se reduce a un acto de contrito pensamiento si es la intención lo que cuenta- a ser mejores personas.
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