[ENG-SPN] A place called Shangri-La / Un lugar llamado Shangri-Lá
Before an unknown James Hilton surprised the Western world with this beautiful myth of Shangri-Lá, which gave back to millions of people the hope of rediscovering a true earthly paradise, at the same time as constituting an unforgettable anti-war plea, there were other enterprising seekers of impossible dreams -in some cases, pushed, more than by the revolutionary barbarities that savagely devastated their country, opening the desolate paths of exile, by that same star of Knowledge and submission to the Light, which guided the Magi to Bethlehem - who crossed the deadly and infinite deserts of Central Asia -Gobi and Takla Makán- searching with feverish desperation, that place, blessed and hidden, where still, after millennia, tribute is paid to those wonderful Utopias, which today seem hopelessly unattainable: Peace and Culture.
One such seeker was Nicholas Roerich, Russian by birth, who ended up adopting the Indian region of Kashmir as his second Homeland and who, moreover, recovered for the West all the beauty and extraordinary strength of this Place of the Spirit, which according to legends and traditions of the different cultures that live in the area, has always responded to a very similar name and on which Hilton was possibly based to create his Shangri-Lá: Shamballa.
Years later and mediating between one and the other, a well-known hermeneutic of Romanian origin, Mircea Eliade, surprised us again, when, referring to what he called 'sambô room', he put at our fingertips the possibility of reach that simile of paradise, that little 'sacred place', in which to voluntarily isolate ourselves and in which we can be safe, even for a finite time, from the toxic external interference of a world pathetically doomed to madness. To do this, he also taught us what is essential: more than a question of searching, the main thing, always, is knowing how to look.
Antes de que un desconocido James Hilton sorprendiera al mundo Occidental con este bello mito de Shangri-Lá, que devolvió, a millones de personas, la esperanza de volver a encontrar un verdadero paraíso terrenal, a la vez de constituir todo un inolvidable alegato antibelicista, hubo otros emprendedores buscadores de sueños imposibles -en algunos casos, empujados, más que por las barbaridades revolucionarias que asolaban salvajemente su país, abriendo los desoladores caminos del exilio, por esa misma estrella de Conocimiento y sumisión a la Luz, que guio a los Magos hasta Belén- que atravesaron los mortales e infinitos desiertos del Asica Central -Gobi y Takla Makán- buscando con febril desesperación, ese lugar, bendito y oculto, donde todavía, al cabo de los milenios, se rinde tributo a esas maravillosas Utopías, que a día de hoy, parecen irremediablemente inalcanzables: la Paz y la Cultura.
Uno de tales buscadores fue Nicolás Roerich, ruso de nacimiento, que acabó adoptando la región india de Cachemira como su segunda Patria y que, además, recuperó para Occidente toda la belleza y la extraordinaria fuerza de este Lugar del Espíritu, que para las leyendas y tradiciones de las diferentes culturas que viven en el entorno, ha respondido siempre a un nombre muy similar y en el que posiblemente se basara Hilton para crear su Shangri-Lá: Shamballa.
Años después y mediando entre uno y otro, un conocido hermeneuta de origen rumano, Mircea Eliade, volvió a sorprendernos, cuando, haciendo referencia a lo que él denominó como ‘sala o habitación Sambô’, nos puso al alcance de la mano la posibilidad de alcanzar ese símil de paraíso, ese pequeño ‘lugar sagrado’, en el que aislarnos voluntariamente y en el que poder estar a salvo, siquiera sea, por un tiempo finito, de las tóxicas injerencias externas de un mundo patéticamente abocado a la locura. Para ello, también nos enseñó lo primordial: más que una cuestión de buscar, lo principal, siempre, es saber mirar.
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De acuerdo , saber mirar , y no solo esto , una cosa es mirar , otra observar , cuando observamos podemos ver o mirar con detenimiento lo que en ocasiones se escapa .
Me encanta la fuete , mira ella sentada observando el agua , supongo que no solo hace esto , generalmente el sonido , el color y hasta el caudal nos hace evocar momentos vividos
El agua siempre posee un magnetismo especial, que nos hace evadirnos, que nos arrulla y a la vez, nos tranquiliza y nos hace pensar en cosas hermosas. Saber mirar, también es importante. Como decía Salvador Dalí: 'saber mirar es una forma de inventar'. Saludos