Raymond Queneau o la literatura como juego

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A lo largo de la historia de la literatura occidental ha habido escritores que han resaltado por el carácter lúdico o extravagante de sus producciones. Han transgredido preceptos, burlado parámetros, creado parodias de lo establecido, reinventado tradiciones, etc. Así, podemos encontrarnos con Rabelais, Cervantes, Sterne, Joyce, por aludir a algunos célebres.

En los movimientos de vanguardia artística, es decir, los de las primeras décadas del siglo XX, confluyeron muchos con ese espíritu transgresor y/o lúdico, aunque no siempre este pervivió, como sucedió con el surrealismo. Entre las figuras que se avinieron a él, pero luego se distanciaron críticamente –en particular, por oposición a Breton– destaca Raymond Queneau, francés nacido el 21 de febrero de 1903, quien falleciera el 25 de octubre de 1976.


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Rayond Queneau fue novelista, poeta y ensayista, una singular encarnación del homo ludens que definiera Johan Huizinga. Su formación abarca las matemáticas, la filosofía, la psicología y la literatura. Se desempeñó como periodista, directivo de la prestigiosa editorial francesa Gallimard e integrante de la Academia Goncourt. Perteneció al Colegio de Patafísica. En 1960 creó, junto con el matemático François Le Lionnais, el grupo OuLiPo, acrónimo de Ouvroir de littérature potentielle, en español "Taller de literatura potencial".

El mismo Queneau precisó lo que entendían por tal: "Llamamos literatura potencial a la búsqueda de formas, de estructuras nuevas que además puedan ser utilizadas por los escritores de la forma que les plazca". OuLiPo será un grupo de investigaciones experimentales dirigidas a buscar y recuperar formas literarias capaces de posibilidades novedosas. Gran parte de la obra de Queneau responde a ese propósito y quehacer.

Entre sus novelas traducidas al español tenemos: Mi amigo Pierrot (1942) , La alegría de la vida (1952), Zazie en el metro (1959), El vuelo de Ícaro (1968). En sus ensayos, Para una Biblioteca Ideal (1956). En poesía, El instante fatal (1946), Cien mil millones de poemas (1961), Correr por las calles (1967), Moral elemental (1975), entre otros. Varios de sus textos fueron convertidos en canciones o llevados al cine.

Aquí consideraremos un libro fuera de género, titulado Ejercicios de estilo.


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El crítico Antonio Fernández Ferrer, en el estudio introductorio de su versión en español de Ejercicios de estilo, edición que manejamos en este post, aporta interesantes consideraciones sobre el libro que Raymond Queneau publicara en 1947.

Señala que es un libro que pertenece a una "zona periférica del sistema literario que carece de denominación precisa". Se podría asociar con lo que el académico Ernst Curtius llamó "manierismo formal"; otros la han caracterizado como literatura excéntrica o extravagante. Nuestro traductor propone inscribirlo en lo que denomina "literatura de la incomodidad". Una cita de Antonio Fernández vendría bien:

La obra incómoda, en el sentido más estricto del término, intensifica al máximo su talante lúdico, lo cual significa, como es necesario en todo juego, que éste se lleva a cabo con absoluta seriedad. Por otra parte, tales obras se caracterizan por una conciencia explícita del móvil de la escritura, del propósito de la labor dificultosa.

¿Qué tenemos, pues, en Ejercicios de estilo? Partiendo de una anécdota absolutamente insubstancial y hasta absurda, se construyen 99 variaciones de aquella, en las que el efecto será una cierta comicidad alcanzada por la repetición, jugando con el cuestionamiento de tópicos tradicionales, mediante el uso de formas establecidas y el ejercicio de la ironía.

¿Qué queda después de leer este libro de Queneau? Aparte de la degustación de un humor serio, expresado en dislocadas ejercitaciones lingüísticas, formales y retóricas, el cuestionamiento de lo propiamente literario. Como el mismo autor expresa:

(...) el resultado es quizás desoxidar la literatura de sus diversas herrumbres, de sus costras. Si hubiese contribuido un poco a eso, estaría orgulloso, sobre todo si lo he hecho sin aburrir demasiado al lector.


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A continuación seis de esos ejercicios, escogidos entre los más breves:


Sueño

Me parecía que todo era brumoso y anacarado en torno mío, con múltiples e
indistintas presencias, entre las cuales, sin embargo, sólo se dibujaba con bastante
nitidez, la figura de un joven cuyo cuello demasiado largo parecía anunciar ya por sí solo el carácter a la vez cobarde y protestón del personaje. La cinta de su sombrero había sido remplazada por un cordón trenzado. Reñía luego con un individuo al que yo no veía; después, como presa del miedo, se metía en la oscuridad de un pasillo.
Otra parte del sueño me lo muestra caminando a pleno sol delante de la estación de
Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: «Deberías hacerte añadir un botón en el abrigo.» En eso, me desperté.


Pronosticaciones

Cuando llegue el mediodía, te encontrarás en la plataforma trasera de un autobús
donde se amontonarán viajeros entre los cuales repararás en un ridículo jovenzuelo;
cuello esquelético y sin cinta en el sombrero de fieltro. No se encontrará bien, el pequeño. Creerá que un señor le empuja adrede cada vez que pasa gente que sube o baja. Sé lo dirá, pero el otro, despreciativo, no contestará. Y el ridículo jovenzuelo, presa del pánico, se largará en sus narices, hacia un sitio libre.
Volverás a verlo un poco más tarde, en la plaza de Roma, delante de la estación de
Saint-Lazare. Un amigo le acompañará, y oirás estas palabras: «Tu abrigo no abrocha
bien; tienes que hacer añadir un botón».


Arco iris

Un día, me encontré en la plataforma de un autobús violeta. Había allí un joven
bastante ridículo: cuello índigo, cordón en el sombrero. De repente, protesta contra un
señor azul. Le reprocha, especialmente, con voz verde, que lo empuje cada vez que baja gente. Dicho eso, se precipita hacia un sitio amarillo para sentarse.
Dos horas más tarde, me lo encuentro delante de una estación anaranjada. Está con
un amigo que le aconseja que se haga añadir un botón en su abrigo rojo.


Punto de vista subjetivo

No estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un
sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero que muy bien. Me
encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme la fiesta
tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que debería añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi gorro.
Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba
adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizados.

Anagramas

En el S, a una rhoa de tracofi un poti de unos tesnivéis ñaos, que atine un
ragollloecu y un brerosom nadoador con un drocon en lugar ed tinca, ñaerí con roto
jrevoia que le casuaba de pujemarle triavulonamente. Habiendo airquelloado así, se
ciprepita sobre una zalpa rilbe.
Una haro más drate, lo truenenco en la palaz de Mora, delante de la nesciota de
Tsian-Zalare. Estaba con un ñopracome que le cedía: «Rebedías caher penor un tobón
sam en tu gobria.» Le neñesaba dónde (en el tocese).

Soneto

Subido al autobús, por la mañana,
Entre golpe, cabreo y apretón,
Me encuentro con tu cuello y tu cordón,
Lechuguino chuleta y tarambana.

De improviso y de forma un tanto vana,
Gritando que te ha dado un pisotón,
Provocas a un fornido mocetón
Que por poco te zurra la badana.

Y vuelvo a verte al cabo de dos horas
Discutiendo con otro pisaverde
Acerca del gabán que tanto adoras.

Él critica con saña que remuerde;
Tú te enojas, fastidias y acaloras
Y, por toda respuesta, exclamas: «¡Merde!»



Referencias:
Queneau, Raymond (1993). Ejercicios de estilo. (Versión de Antonio Fernández Ferrer). España: Ediciones Cátedra.
Pellegrini, Aldo (1981). Antología de la poesía surrealista. España. Edit. Argonauta.
https://es.wikipedia.org/wiki/Raymond_Queneau
https://es.wikipedia.org/wiki/Oulipo
Aquí el texto completo del libro: https://www.academia.edu/7724577/EJERCICIOS_DE_ESTILO


Gracias por su lectura.




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Amigo, no conocía acerca de este escritor y su obra. Me paarecieron muy curiosos los diversos ejercicios con un único tema...interesante las cosas que logra con los mismos elementos tratados desde diversos ángulos.

Creo que sería interesante hacer algo similar tomando como base de pronto un cuento conocido - por ejemplo , la Caperucita Roja - y narrarlo no desde el narrador omnisciente sino desde el punto de vista de la caperucita, y el de la abuelita y el del lobo, y el de la mamá y el del leñador. Un buen juego... Me gustó mucho leer su post. Gracias por compartir el enlace al libro completo. Bendiciones.

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Gracias a ti por tu visita y tu interesante comentario. Creo que lo que sugieres sobre "Caperucita roja" se ha hecho, pero vale intentar otros modos o bases anecdóticas. Si tienes tiempo de leer el libro completo, te darás cuenta de todas las posibilidades creativas que "descubre" el autor. Saludos, @sayury.

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