“Lluvia” de Victoria de Stefano, en el corazón
En el duelo por el lamentable fallecimiento de la escritora venezolana, Victoria de Stefano, vuelvo a su lectura.
Uno de los filones que supo trabajar en sus novelas es el que se denomina metaficción, que suele incluir la autorreflexión y la autorreferencialidad. Tal como ha sido definido en distintas fuentes, la metaficción es una estrategia discursiva que muestra los elementos que hacen posible la ficción; como también se expone, es una ficción dentro de la ficción (o ficción acerca de la ficción). Atendiendo al concepto de metalenguaje, propuesto por el teórico Roman Jakobson, en el que se recoge el sentido del lenguaje que habla de sí mismo (v.g. la lingüística), en la metaficción, la ficción reflexiona de y en sí misma (Una fuente inmediata aceptable que puede consultarse es esta); por eso se dice que es autorreflexiva y autorreferencial.
Hace unos años publiqué en otra plataforma un trabajo crítico-ensayístico sobre la novela de esta estimada escritora: El lugar del escritor (les dejo el enlace), en el que el objeto de mi interpretación era precisamente su carácter metaficcional. Sabía que este rasgo había permanecido y continuado en novelas posteriores, por las lecturas que en su momento hice de ellas. Ahora he vuelto a una muy querida por mí: Lluvia, acerca de la cual va este post, también en homenaje a nuestra novelista.
A propósito de Lluvia, publicada en 2002, dice el escritor venezolano Ednodio Quintero en el prólogo a esa edición:
Vida y escritura, dos temas que son uno, han sido motivo de reflexión permanente para Victoria de Stefano, y en Lluvia encuentran su más esclarecedora y equilibrada consideración.
Es en esta correlación vida real – vida ficcional, dentro, por supuesto, del marco de la novela, o sea, de la ficción, donde se despliega la metaficcionalidad de la obra en cuestión. Está compuesta de dos grandes partes, no divididas en ningún índice, sino por el estilo de la escritura y el corte en este. Tenemos primero una narración, sesgada reflexivamente, como es propio en esta autora, en la que, desde la tercera persona, se nos presenta a una escritora en un día fuertemente lluvioso —que observa a ratos desde la ventana—, quien se dispone a escribir su texto ideado, mientras prepara el almuerzo. Llega José, el jardinero, para guarecerse de la lluvia, con quien pasa gran parte del resto del día en conversación, hasta que la lluvia cesa; José se va y ella se dedica al diario personal que había iniciado hacía algunos años. Y aquí tenemos la segunda parte: la continuación de la escritura de su diario, que está formado por recuerdos, imágenes de la vida presente, reflexiones estéticas y filosóficas, citas, distanciamientos, etc.
A dar cuenta de esa complejidad me dedicaré con la reproducción de fragmentos de Lluvia, que comentaré escuetamente.
Justamente estaba dándole vueltas a un relato en el que se describía un día, parecido o igual a éste, acoplándose a sus impresiones ópticas y auditivas tanto como las marcas olfativas almacenadas en su cerebro, y el cuento se llamaría Aguacero, o tal vez Lluvia (…)
En la vitrina, el reflejo de ese reflejo mirando el reflejo cada vez más parecido a ella (…) ¿Cuál de los dos reflejos era el más auténtico? ¿El que escribía o el que se observaba a sí mismo escribiendo? ¿El que mira y porque se mira como imagen rediviva del estar escribiendo ya no escribe? ¿Lo que tiene o ya no tiene cabida en la refracción del presente? En el presente que ya es, en el presente que ya no es…
Evocando esa tarde del 5, o quizás del 6 de enero, de hacía unos cuantos años, recordó cómo había pensado que así, con pocos fragmentados detalles, se armaban los lineamientos de una historia.
Dos, tres, cuatro cuartillas, aún antes de llegar a la quinta saltó de la desazón a la certidumbre de que con la calculada y sistemática alternancia de frases cortas y largas (…), no había conseguido imprimirles aquel coeficiente de contrastado equilibrio, aquel estilo traspuesto en consonancia con la libre movilidad de la vida, que tanto había buscado y deseado.
29 de mayo: Le doy gracias a la lluvia y a la correa del ventilador como coautores de los incidentes que trajeron a José hasta la puerta de mi casa (…) En mi cabeza trajina una historia (…) Es impresionante cómo el embrión de un relato puede surgir de cualquier parte (…) Todo lo que hace falta es bajar de la torre al mundo…
14 de julio: (…) Aunque la belleza sea inasible, aunque no dure ni pueda durar (nada perdura en el corazón del todo) subsiste al tacto, al olfato, a los ojos (puesto que todo en su entorno cristaliza en imágenes). Subsiste y en cuanto subsiste es evocable. De ahí su tristeza, su penetrante y ruidosa tristeza (…) La belleza es como un lente grande aplicado a una cosa pequeña (…) envuelta en el conjunto del que se desgaja, pero del que es inseparable.
6 de septiembre: (…) ¿Adónde vamos? ¿Qué vendrá a continuación? ¿Qué noche, qué oscuridad excesiva nos espera? ¿Habrá algo capaz de mejorar nuestro destino? Al acentuar expresamente nuestro destino sentí un escalofrío.
9 de septiembre: Si no mirara ciertos planos de fondo, si no mirara el paisaje, si no mirara los cerros altos y recortados, si no oteara las cumbres, si no admirara el temblor de los árboles, si no me hiciera eco del siseo de sus hojas, si no me fijara en los pájaros variopintos entrando y saliendo de su fronda, si no percibiera el tenue brillo de su plumaje, si no apuntara al cielo y no me extasiara con las formas puras de su ingravidez, si no lanzara mis ojos lejos y a gran altura, si no borrara de mi vista todo lo que es deplorable, ruinoso y feo, si no expulsara de mi mente los desastrosos errores cometidos, las pérdidas, los fracasos, las humillaciones, si no me sumiera en el letargo de mis contemplaciones, si no escenificara mis historias ficticias o reales en el punto y lugar adonde ellas me llevan, si contra toda esperanza no intentara cortar mis ataduras, si no hiciera mesiánicos esfuerzos por desplegar las alas, ¿hacia dónde podría mirar que no sintiera la muerte en el alma?
Los fragmentos que transcribo de Lluvia pueden dar cuenta de la riqueza y complejidad de la visión de la novelista, quien estructura un discurso sugestivo, plural, polivalente, donde la interrelación entre vida y escritura se amalgaman y confunden. Una escritora —personaje protagonista— que va haciendo su vida normal, pero tocada por lo imprevisto (la lluvia y la llegada del jardinero), para rehacerla en la escritura y reencontrarse en esta, como expresión de una belleza que se aspira, pero que está en lo vivido, por lo cual nuestra alma cada vez revive.
Tres llamadas reinterpretadas luego del fallecimiento de Victoria: un coincidente 6 de enero, un sentido del destino y un sentir de la muerte.
Siempre estarás en nuestro corazón, Victoria.
Referencias:
Stefano, Victoria de (2006). Lluvia. España: Edit. Candaya.
https://es.wikipedia.org/wiki/Victoria_De_Stefano
https://ablucionistas.com/victoria-de-stefano-narrativa-venezolana/
En este enlace textos sobre Victoria de Stefano y unos fragmentos de Lluvia.
Aquí una lectura de la propia autora de fragmentos finales de su novela **
Gracias por su lectura.
https://twitter.com/1584249800207253506/status/1612240726175223808
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En los hondos textos que he podido leer de Victoria de Stefano ciertamente la metaliteratura es un tema importante. Gracias por tu sentido homenaje a la escritora recientemente fallecida. Persona cordial y generosa que tuve el gusto de conocer.
Agradezco tu lectura y comentario, @beaescribe. Victoria era no solo una extraordinaria escritora-lectora, sino, también, una excelente persona. Una pérdida que se siente mucho.Saludos.
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Cómo siempre un post de alta factura, en este caso un sentido homenaje a tan insigne escritora, que nos deja en lo físico pero nos arropa en lo espiritual con su pluma. Saludos y gracias por compartir.