Ana Teresa Torres: la inteligencia crítica de una obra

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Ayer, cuando comenzaba a escribir este post, recibí la información de la muerte de otra gran narradora venezolana, Milagros Mata Gil, y decidí posponerlo y dedicarle uno a la escritora y amiga que lamentablemente hemos perdido (ver aquí).

Ana Teresa Torres, la más relevante narradora —novelista y cuentista— contemporánea de Venezuela, arribó el 6 de julio a sus 78 años de vida. Se dice rápido, pero, de estos, son muchos años de arduo trabajo como profesional —de la psicología y el psicoanálisis— y como escritora, tanto de novelas y cuentos como de ensayos y estudios psicológicos, históricos, culturales y literarios. Celebrar esta tenacidad y permanencia es mi propósito en este modesto post.


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La escritora Ana Teresa Torres (Foto: Renato Dozelli / Monroy Editor) - Fuente


De su vida pueden informarse en las referencias indicadas. Me interesa dar una anotación personal acerca de su obra. Pero antes diré que ha publicado alrededor de catorce (14) libros de narrativa, fundamentalmente novelas, aunque también de cuentos. Entre mis novelas preferidas están El exilio del tiempo (1990), Doña Inés contra el olvido (1992), Los últimos espectadores del acorazado Potemkin (1999) y Nocturama (2006). Y también es autora de agudos estudios sobre la historia y política venezolana, como sus libros La herencia de la tribu (2009), Diario de ruinas (1998-2017) (2018) y Viaje al poscomunismo (2020). Igualmente de libros de reflexión como escritora: El oficio por dentro (2012), y estudios relacionados con su profesión como psicóloga y psicoanalista: El amor como síntoma (1993) y Territorios eróticos (1998).

De tantas expresiones de la escritora en entrevistas y ensayos, resalto estas dos: “Hay que tenerle pavor a las utopías” y “Estamos condenados a la incertidumbre”.


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Fuente


Comencé a apreciar su obra, como quizás la mayor parte de los lectores venezolanos, cuando ganó el premio de cuentos de El Nacional, en 1984, con su relato ”Retrato frente al mar”, que tiene como referente un supuesto cuadro del artista Arturo Michelena de 1891 en el que pintó a su amante. Cuando lo leí, aparte de “descubrir” una narradora venezolana desconocida para mí hasta entonces, me sorprendió la densidad y complejidad narrativa del relato. Está estructurado al modo de “puesta en abismo” (“mise en abîme”, en la terminología especializada), es decir, esa forma de visión en profundidad, como ocurre con las cajas chinas y las muñecas rusas. Se nos presenta un juego de tres perspectivas: un hombre que en una galería de arte contempla a una mujer que contempla una pintura de una mujer que está frente al mar, y cada uno se despliega con su discurso interior.

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El hombre que mira a la mujer en la galería:

Me era fácil mirarla sin que ella se diera cuenta porque se había sentado frente al cuadro y yo estaba detrás, casi a un lado, de manera que podía verla de perfil y no advertía desde esa posición un ligero estrabismo que luego se hizo más evidente. Tengo cierta debilidad por las mujeres que dentro de su belleza exhiben algún defecto imperceptible que depende del ángulo o de la luz para ser plenamente detallado, mostrando así la imperfección que siempre nos acompaña y un desafío a ser amadas a pesar de ella. Durante un largo rato la observé en su contemplación jugando a pretender adivinar qué veía ella en la otra que yo no viera, preguntándome si algo se me escapaba.

***

La mujer que mira el cuadro:

Podría encontrarse en ella alguna resonancia de mi vida pero no logro evocar ningún recuerdo importante. Ella y yo somos bastante distantes. No sólo por los cien años de diferencia, el rumor del mar muy diverso en la playa en que ella lo escucha, un sol muy tenue capaz de ser retenido po una sombrilla agujereada (…)

***

La mujer pintada en el cuadro:

Así ahora puedo ser recordada como la amante del artista, quedando fijada para los catálogos de exposición, mientras estoy sola sentada frente al mar.


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Antología en editorial creada por la escritora Milagros Mata Gil - Fuente


Y en los discursos interiores de los tres personajes, una relación de miradas y pensamientos que se entretejen va proponiendo una visión caleidoscópica donde se mezcla la percepción de la vida, del azar y el destino y una conciencia problematizada acerca de la realidad.

Cómo, por ejemplo, explicarle al hombre que me mira por qué estoy aquí, por qué he elegido esta exposición, por qué me he sentado, o preguntarle por qué me observa o más bien dar lugar a una conversación intranscendente, tanteando un encuentro, algo tan vulgar como iniciar una relación que quede marcada por el hecho de habernos conocido viendo aquel cuadro, señalando así qué intersección permitió que a partir de entonces nos combináramos y formáramos un trazado común o más bien hacer de la coincidencia un elemento más, y es que así como la mujer es mirada por el artista de modo tal que él no aparece en el cuadro pero es un personaje presente, necesario para la existencia de ella, igualmente él, que me mira, forma parte de esta escena y es también parte de la misma, mirado quizás por otros o forzoso para que mi presencia se fije a través de la mirada de quien la capta, le da consistencia a la circunstancia banal que no necesariamente tiene que ser explicada de nuestro encuentro.


Referencias:

https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Teresa_Torres
https://eldienteroto.org/wp49/ana-teresa-torres-una-semblanza-de-su-vida/
https://www.anateresatorres.com/wp-content/uploads/2015/02/Cuentos-completos-1966-2001.pdf (Encontrará el relato tratado en la versión PDF de sus cuentos, ubicado de la página 76 a la 83).

Puede acceder a la página web de la escritora en este enlace.


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Gracias por su lectura.


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Sin duda, Ana Teresa Torres es una de las voces fundamentales de la literatura y la cultura venezolana contemporánea. Tanto su obra creativa como reflexiva son perdurables y de gran valor.

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Efectivamente, estimada @beaescribe. Ana Teresa Torres es un pilar de nuestra narrativa contemporánea, y una aguda pensadora y estudiosa. Saludos.

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