El pasado 29 de noviembre se conmemoró el nacimiento de don Andrés Bello; fecha que en Venezuela es usada para celebrar el Día del Escritor. Lamentablemente en nuestro país la investigación acerca de la obra bellista quedó huérfana con las muertes de Pedro Grases, Rafael Caldera y Óscar Zambrano Urdaneta. Tristeza da saber que la biblioteca de la otrora Casa de Bello fue desmantelada; los manuscritos fueron trasladados al Archivo General de la Nación, aunque no se sabe en qué condición; y para agrandar el desmadre, junto al retrato de Bello pusieron uno de Chávez, con un mensaje que raya en lo absurdo: "aquí no se habla mal de Chávez".

     Con estas palabras no pretendo profundizar en el pensamiento de Bello porque carezco de erudición para abordar el estudio de una de las mentes más brillantes que haya existido; hombre sensible para el saber, prócer del arte americano; con su pluma combatió la esclavitud a la que estaba sometida el arte de América por parte del arte de Europa; con él nació la conciencia literaria de América, como bien lo señaló el doctor Rafael Caldera en su ensayo, Andrés Bello.

     Metáfora que cultivó el saber en diferentes áreas, de vocación espiritual agigantada, Bello llevó a Londres el germen de la sabiduría; allí la regó, podó lo necesario, creció en tallo; se hizo de una corteza intelectual robusta, erguida y lista para dar frutos. ¡Y vaya que los dio! fundó una universidad, organizó la administración de un país, creó un imperio de ley, de escritura y de espíritu; le dio orden a Chile, los enseñó a hablar, encendió luces en las tinieblas y con ello nos dejó a todos la lección de que no hay oscuridad que no pueda ser combatida.

     Su vida es tan poética que hasta una flor lleva su nombre. Claudio Gay (1800-1873), un naturalista francés que llegó a Chile en 1828, investigó los alrededores de la capital, dándose a conocer entre líderes del gobierno, quienes le encargaron hacer un estudio científico del país; en Santiago desarrolló mapas, estudios geológicos y miles de dibujos sobra la flora y la fauna nacional; estudió las costumbres chilenas y a los indígenas. Este sabio extranjero junto a Bello, ordenó a Chile; el primero con las ciencias naturales y Bello con las humanidades.

     Se tenían una mutua admiración y un respeto de caballeros. Este Gay, profesor de ciencias naturales le dio el nombre de Andrés Bello a una planta, Malva belloa; un honor que estamos seguros, Bello conservó con humildad por siempre; y una planta de las que pocos saben. De allí viene mi título de este escrito, y para culminar este breve palabrerío, dejo como ejercicio poético (creo) los siguientes versos de mi definición de Malva belloa.

Malva belloa

Especie oriunda de Caracas,
nacida a fines del siglo XVIII;
de naturaleza fértil para los idiomas:
castellano, latín, francés, inglés, griego;
con gusto apasionado por los clásicos:
Calderón, Virgilio, Víctor Hugo, Shakespeare, Homero.
Lugar donde forjó su raíz: Venezuela, época colonial.
Lugar donde plasmó su tallo: Londres.
Lugar donde se hizo árbol: Chile.
En su país fue Malva pedagogo,
Malva poeta, Malva periodista,
Malva dramaturgo, Malva traductor,
Malva jurista, Malva estudioso.
En Londres se hizo Malva diplomático,
Malva humanista, Malva pensador,
Malva esposo, Malva padre.
Pero su tallo necesitaba riego,
campos fértiles, paisajes conquistables
y en Chile se hizo Malva belloa
fundó imperios modernos y útiles:
el imperio de la ley,
el imperio de la escritura,
el imperio del espíritu;
puso orden y cosechó lo nuevo
tomando de lo viejo lo funcional,
lo rescatable; de ahí sus frutos:
la universidad, el código civil,
la gramática, el periodismo.
Metáfora de florestas,
bucare o samán o ceiba.
Nombre de pila, Andrés Bello.