El ángel | The Angel | Story
Mi abuela era una vieja mala, fea, como las brujas que salen en los libros de cuentos. Me escondía los shores para que no pudiera ir al río, a mí me daba pena andar desnudo por la casa y me metía debajo de la cama para que nadie me viera. Cuando estaba jugando metras con los muchachos ella iba y me agarraba por la oreja, a templones me paraba del suelo. ¡Muchacho del carajo…! Me gritaba delante de todos y me zarandeaba de la oreja, y yo lloraba de vergüenza porque los muchachos se reían de mí.
Desde chiquitico, como a los seis años, me mandaba a vender empanadas al cruce, era como a dos kilómetros de la casa, por la carretera de tierra. Apenas podía yo con el peso de la cava de anime, eran veinte empanadas, más los papeles recortados, más un frasco de picante casero por si alguien quería. Yo me iba con las chancletas rotas o a pie pelao porque zapatos no tenía, mi abuela decía que eran demasiado caros. Cada empanada valía un Bolívar, de los viejos, de los que tenían valor. En cada regreso debía traer los veinte bolos, así me agarrara la hora de la noche. ¡No me venga sin los veinte bolos…! Me decía mi abuela con la chancleta en alto cada vez que yo salía con la cava de empanadas.
A media mañana o después del mediodía me atacaba el hambre, yo veía las empanadas pero sabía que no las debía tocar, entonces me metía en las colas de los carros y tocaba la puerta de los conductores:!Señor, señor…me puede regalar una empanada para comer, yo mismo las vendo pero no las puedo tocar porque mi abuela me mata a palos…! Así le decía a uno y otro, la gente se reía con el cuento y más de uno me compraba la empanada para comerla yo. De ese modo al final del día había comido como cuatro empanadas…
Un medio día vino un camión grande, de esos que transportan cosas en cabinas cerradas, era un camión blanco con letras rojas. Me metí en la cola y le toqué la puerta, pero como era alta el conductor no me veía: ¡Qué tienes ahí carajito, dijo una voz por la ventana…! ¡Señor…señor…vendo empanadas…. ¡Ah, ok, me voy a parar donde venden los cafés, llévame las empanadas para allá, dijo la voz del señor…!
Corrí con la cava y esperé el camión donde vendía los cafés. Se bajó un señor alto, perfumado, no parecía que estuviera manejando, no olía como los choferes de los camiones. — Y tú por qué no estás en la escuela… —Señor, yo no estudio, mi abuela no me puede comprar el uniforme y los útiles, además, tampoco tengo zapatos para ir a la escuela. —Ah, ok, dijo el señor…Yo paso todos los martes por aquí. El otro martes resolvemos ese asunto, dijo mientras se comía la segunda empanada. Entre el ayudante y él se comieron cuatro empanadas y dos para llevar. Antes de partir el señor sacó un pedazo de guaral y me midió la planta del pié.
Ese día no le quise decir nada a mi abuela, no sabía si el señor podía cumplir o no, además, no entendía muy bien que quería decir: “el próximo martes resolvemos el asunto…” Pero durante toda esa semana me entusiasmé pensando en el otro martes…
Como a media mañana vi el camión en la curva, esperé que avanzara en la cola para tocarle la puerta, pero el señor debe ser que me andaba buscando, porque antes de yo llegar me hizo un gesto con la mano, indicándome que lo esperara donde vendían los cafés…
—Cómo estás, carajito…—Bien señor, ¿se va a comer la empanada…? —Sí, dame dos para empezar. Al igual que la semana anterior se comió dos y el ayudante otras dos y pidió dos para llevar. —Te traje un regalo, me dijo cuando me entregaba los seis bolos. Sacó una bolsa grandísima con camisas, pantalones de uniforme, líbros, cuadernos, lápices, creyones, además de los zapatos negros. —Ahora no puedes decir que no puedes ir a la escuela…ah, carajito…—Señor, señor, pero me tiene que llevar eso a la casa, mi abuela no me va a creer si me aparezco con todo. Mi casa es cerca, señor, por acá, por el camino de tierra. —Está bien, carajito, móntate en el camión, vamos para tu casa…
Al llegar a la casa, la abuela no lo podía creer. El Señor se bajó de primero y me tomó la mano, como si yo fuera el hijo suyo, yo quería mucho que él fuera mi papá; ya en el camino me había preguntado cómo me llamaba, yo le dije Manuel…Los dos entramos a la casa agarrados de la mano.
—Cómo está doñita, dijo el señor…—Muy bien, señor, que lo trae por aquí, dijo mi abuela haciéndose la decente… —Soy cliente de Manuel, siempre le compro empanadas, muy buenas por cierto, la felicito tiene usted buena mano para las empanadas… Mire doñita, el muchachito me ha caído en gracia y he decidido ayudarlo. Acá le traigo las cosas para que lo meta en la escuela, yo me voy a encargar que no le falte nada. Pero usted tiene que poner de su parte y no mandarlo a vender empanadas cuando haya clases. Entiendo que necesita lo de la venta y me voy a encargar de eso también…Cada semana voy a pasar por aquí y le dejo los cien bolos de la venta de los cinco días de la semana... —¿Está bien, señora…? —Cómo no, señor, faltaba más…
El señor dejó los cien bolos en la mano de la abuela, me agarró de nuevo y nos montamos en el camión. Nos paramos a comer helados en un sitio cercano a donde vendían los cafés. —Bueno, Manuel, la próxima semana espero no verte por aquí, espero que estés en la escuela, yo voy a estar pasando por tu casa, para que me cuentes cómo van las cosas…¿De acuerdo, Manuel…? —Claro qué sí señor, le dije con una sonrisa en los labios…
Durante todas las semanas el señor Rafael, como supe después que se llamaba, cumplió su promesa. Cada semana pasaba con el camión por la casa, conversábamos un rato, le dejaba los cien bolos a la abuela y continuaba su viaje. Yo me quedaba imaginando que él era mi papá, pero no me atrevía a decírselo a los otros niños, y mucho menos a mi abuela.
En las vacaciones escolares yo seguía vendiendo las empanadas en el cruce y tenía que pedir a los conductores que me compraran la que yo quería comer. Un día el señor Rafael no vino más, los otros choferes dijeron que lo habían cambiado de ruta, pero que no me preocupara porque ellos seguirían trayendo la plata de la abuela y lo que yo necesitara para los estudios.
Aquellos días fueron muy tristes para mí, sentí como si mi papá se hubiese muerto, siempre le preguntaba a los choferes por el señor Rafael y ellos me decían lo mismo, que estaba bien, que me mandaba decir que continuara estudiando, que me quería, que yo era un buen muchacho y que iba a echar pa lante. Todas aquellas palabras yo las sentía muy hondo, nunca antes nadie me había mandado a decir cosas bonitas, mucho menos que iba a salir adelante…
Con esa ayuda pude estudiar hasta cuarto grado, luego mi madre, tal como me había dejado, un día me buscó donde la abuela. Con ella estuve en muchos sitios, con varios hombres, unos menos malos que otros, a todos me los imaginaba como si fueran mi papá, pero para ellos yo era casi nada.
Pero Rafael no fue el único ángel en mi vida, más adelante hubo otros, en la adolescencia y de hombre, cada vez que estuve a punto de descarriarme la vida me envió algún hombre que me hizo volver al buen camino, la verdad es que tuve mucha suerte...
Cada vez que estuve a punto de ceder a las múltiples tentaciones del mal, la imagen de esos ángeles surgía desde el fondo de mi alma para decirme que no me dejara vencer, que la vida me había enseñado lo que era la bondad para que yo me salvara.
De tumbo en tumbo pude terminar el bachillerato y desde entonces comencé a trabajar muchos oficios. Al llegar a los treinta años sentí una gran llamado en mi corazón y empecé a comprometerme con diferentes fundaciones para asistir a los niños de la calle. Ahora todo mi tiempo lo dedico a eso. Quizá en algún momento alguno de esos niños me recuerde como el ángel que les dio un motivo para no malbaratar su vida...
Gracias por tu tiempo.
My grandmother was a mean, ugly old woman, like the witches in storybooks. She used to hide my shores so I couldn't go to the river, I was ashamed to walk around the house naked and she used to put me under the bed so no one would see me. When I was playing metra with the boys, she would go and grab me by the ear, she would pull me off the floor at the drop of a hat. Boy, what a fucking boy! She would yell at me in front of everyone and shake me by the ear, and I would cry with shame because the boys would laugh at me.
Since I was a little boy, when I was about six years old, he used to send me to sell empanadas at the crossroads, about two kilometers from the house, on the dirt road. I could hardly carry the weight of the anime cellar, there were twenty empanadas, plus the cut out papers, plus a jar of homemade hot pepper in case anyone wanted some. I would go with broken flip-flops or on my bare feet because I didn't have shoes, my grandmother said they were too expensive. Each empanada was worth one Bolivar, the old kind, the kind that had value. Every time I came back I had to bring the twenty bolivars, even if it was late at night. Don't come back without the twenty bolivars...! My grandmother would say to me with her flip-flop in the air every time I went out with the empanadas.
At mid-morning or after noon I would get hungry, I would see the empanadas but I knew I should not touch them, so I would get into the queues of the cars and knock on the drivers' doors: "Sir, sir...can you give me an empanada to eat, I sell them myself but I can't touch them because my grandmother will beat me to death...! So I said to one and the other, people laughed with the story and more than one bought me the empanada to eat it myself. That way by the end of the day I had eaten about four empanadas...
One afternoon a big truck came, one of those that transport things in closed cabins, it was a white truck with red letters. I got in line and knocked on the door, but as I was tall the driver did not see me: "What have you got there, boy," said a voice through the window...! Sir... sir... I sell empanadas .... Ah, ok, I'm going to stop where they sell coffee, take me the empanadas there, said the voice of the man...!
I ran with the cava and waited for the truck where he sold the coffees. A tall, perfumed man got out, he didn't look like he was driving, he didn't smell like the truck drivers. - And why aren't you in school... -Sir, I don't study, my grandmother can't buy me a uniform and school supplies, besides, I don't have shoes to go to school either. -Oh, ok," said the gentleman... "I come by here every Tuesday. The other Tuesday we'll resolve that matter," he said while he ate his second empanada. Between him and the assistant they ate four empanadas and two to go. Before leaving, the man took out a piece of guaral and measured the sole of my foot.
That day I didn't want to say anything to my grandmother, I didn't know if the gentleman could comply or not, besides, I didn't understand very well what he meant: "next Tuesday we'll solve the matter...". But during all that week I got excited thinking about the other Tuesday...
Since I saw the truck at the curve in the middle of the morning, I waited for it to move forward in the queue to knock on the door, but the gentleman must have been looking for me, because before I arrived he made a gesture with his hand, telling me to wait for him where they sold the coffees?
-How are you, my dear... Well, sir, are you going to eat the empanada...? -Yes, give me two to start. Just like the week before, he ate two and the assistant ate another two and asked for two to take away. -I brought you a present," he said as he handed me the six bolos. He took out a huge bag with shirts, uniform pants, books, notebooks, pencils, crayons, plus the uniform shoes. -Now you can't say you can't go to school...ah, carajito...-Sir, sir, sir, but you have to take that to my house, my grandmother won't believe me if I show up with everything. My house is nearby, sir, this way, by the dirt road. -All right, my little boy, get in the truck, let's go to your house...
When they arrived at the house, the grandmother could not believe it. The Lord got off first and took my hand, as if I were his son, I wanted him to be my father; already on the way he had asked me what my name was, I told him Manuel... We both entered the house holding hands.
-I am Manuel's customer, I always buy empanadas from him, very good by the way, I congratulate you, you have a good hand for empanadas... Look doñita, the little boy has pleased me and I have decided to help him. Here I bring him the things to put him in school, I will make sure he lacks nothing. But you have to do your part and not send him to sell empanadas when there are classes. I understand that he needs to sell empanadas, and I will take care of that too... Every week I will come by here and leave him the 100 bolos from the sale of the five days of the week... -Is that all right, madam...? -Of course, sir, that's all I need...
The gentleman left the hundred bolos in Grandma's hand, grabbed me again and we got into the truck. We stopped to eat ice cream in a place near where they sold the coffees. -Well, Manuel, next week I hope I won't see you here, I hope you are at school, I will be coming by your house, so you can tell me how things are going... Okay, Manuel...? -Of course, sir, I told him with a smile on my lips...
Every week Mr. Rafael, as I later learned his name was, kept his promise. Every week he would pass by the house with the truck, we would talk for a while, he would leave the hundred bolos for grandma and continue his trip. I kept imagining that he was my father, but I didn't dare tell the other children, much less my grandmother.
During the school vacations I kept selling the empanadas at the crossroads and had to ask the drivers to buy the one I wanted to eat. One day Mr. Rafael didn't come anymore, the other drivers said that they had changed his route, but not to worry because they would continue to bring my grandmother's money and whatever I needed for my studies.
Those days were very sad for me, I felt as if my father had died, I always asked the drivers about Mr. Rafael and they always told me the same thing, that he was fine, that he told me to continue studying, that he loved me, that I was a good boy and that he was going to take care of me. I felt all those words very deeply, never before had anyone sent me to say nice things, much less that I was going to get ahead...
With that help I was able to study up to fourth grade, then my mother, just as she had left me, one day looked for me at my grandmother's house. With her I was in many places, with several men, some less bad than others, I imagined them all as if they were my father, but for them I was almost nothing.
But Rafael was not the only angel in my life, later there were others, in adolescence and as a man, every time I was about to go astray life sent me some man who made me return to the right path, the truth is that I was very lucky ...
Every time I was about to give in to the many temptations of evil, the image of those angels emerged from the bottom of my soul to tell me not to let myself be defeated, that life had taught me what goodness was so that I could save myself.
From tumbo to tumbo I was able to finish high school and since then I began to work in many trades. When I reached the age of thirty I felt a great calling in my heart and I began to commit myself to different foundations to assist street children. Now all my time is dedicated to that. Maybe at some point some of those children will remember me as the angel who gave them a reason not to waste their lives.
Thank you for your time.
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Qué bonito mensaje el que nos compartes en esta historia. Manuel pudo salir adelante gracias a la bondad de alguien más, quien le daba fe y esperanza. Me quedé pensando que habrá sido de aquel camionero, seguramente se fue alejando del muchacho para no encariñarse más de lo debido. Excelente trabajo, necesitamos de la mano de alguien más cuando nos encontramos sin salida, además que siempre hay ángeles que aparecen en el camino para que nuestro andar no sea tan difícil. Saludos cordiales.
Me alegra que la historia haya sido de tu agrado. Sí, la vida en momentos difíciles siempre manda un salvavidas. Pueda ser que el camionero haya optado por lo que señalas, quizá comprendió que ahí había un límite para él. Lo importante es que el niño pudo conocer una experiencia con la que se apoyó el resto de su vida. Muchas gracias por la visita y el comentario estimada @enclassecu. Que estés bien. Un fuerte abrazo desde Maracay.
Un cuento con un gran mensaje pareciera que en la vida siempre pude haber un alguien que ayude a cambiar el rumbo de otro, me pregunto: ¿Qué pasaría si todos los que hemos tenido ese ángel nos convirtiésemos en ángel de alguien más?
Gracias por compartir siempre una idea que lleva a la reflexión. 😊
Que hermosa historia. Me conmovió hasta el fondo del corazón. Yo también tuve un ángel pero para mi buena suerte, se quedó siempre conmigo y tuve la bendición de poder decirle padre. Hoy lo extraño mucho pues ya está con Dios, pero hasta hoy en día siento que me cuida. Gracias por esta historia, Dios te bendiga.
Me alegra que te haya gustado, en nuestra sociedad venezolana se extraña bastante la figura del padre, hay muchos niños que crecen con esa añoranza. Me alegra que hayas tenido la suerte de encontrar uno. Yo también tuve a mi viejo, falleció hace dos años. Gracias por pasar y comentar. Que estés bien. Un fuerte abrazo desde Maracay.