Viejo Tortini
Un encuentro entre amigos virtuales que se hacer presencial siempre es fascinante, tanto tiempo compartiendo publicaciones, comentarios, elogios cruzados, hasta ahora a través de una pantalla, impersonal, fría si cabe el concepto pero que se convierte en cálida gracias al intercambio de sensaciones, de sentimientos, de conocimientos y finalmente amistad.
El lunes pasado pude conocer en persona a @fermionico, el creador de ese blog de deportes llamado @fulldeportes que ha sabido atraer la atención de muchos, entre los cuales me incluyo. Un blog donde todos podemos expresarnos en libertad, aunque esto último es común a toda nuestra comunidad sea cual sea el tema elegido.
Quizás por libertad quería expresar esa posibilidad de hablar y trasmitir sensaciones y datos de cualquier deporte, de la manera en que nos sale, a veces con escaso profesionalismo, sin rigurosidad, pero con esas enormes ganas de demostrar que la actividad nos interesa, nos atrae y disfrutamos de ella. Es una forma de compartir con tantos otros que leen y escriben en igual sentido.
Y el encuentro se hizo y quedé fascinado por las coincidencias, por la forma en que hemos y continuamos viviendo, por las familias, por nuestros orígenes. Aunque sorprenda, hablamos poco de deportes, teníamos tanto para explorar y conocer del otro que este tema, origen de nuestra amistad virtual, quedo para otra oportunidad que será este próximo fin de semana si todo va como hemos planeado.
Para la cita, al ser el anfitrión, elegí un lugar icónico de la cultura de mi país, un café con una historia y tradición que se remonta a una Argentina que curiosamente ya no existe, un país pujante, faro mundial del trabajo, de la esperanza, de la América que todos, incluidos los europeos, deseaban; era 1858 cuando abrió sus puertas en un edificio rebosante de arquitectura clásica, decoración y cultura copiada de Francia, por aquel entonces el espejo en el cual queríamos ver reflejada nuestra imagen.
Conocí al Café Tortoni a principios de los años 1980, cuando cambié mi trabajo como programador en el Banco Central de la República por el de analista programador en el Banco Hipotecario Nacional, por entonces dos de los más importantes y prestigiosos bancos propiedad del estado.
Generalmente, con algunos compañeros de la oficina de sistemas, íbamos los viernes después del trabajo a jugar a la generala, en aquel tiempo era una costumbre bastante divulgada y practicábamos el juego en unos cómodos sillones de cuero rojo sobre una mesa redonda de mármol. Mucho lujo para eso, pero allí estábamos. Mientras jugábamos no faltaban los chops de sidra de barril y los tostados entre otras exquisiteces que el bar ofrecía.
Un rato más tarde comenzaban a llegar los músicos y cantantes aficionados que tenían siempre reservado ese último día de la semana uno de los dos salones para eventos de la planta baja, no nos incomodaba para nada escuchar a las personas cantar y las orquestas tocar mientras nosotros estábamos enfrascados en los números y los dados. Realmente había extraordinarios artistas, todos aficionados por supuesto pero que no tenían que envidiar para nada a los encumbrados profesionales que acostumbrábamos escuchar en radios, televisión y discos o casetes.
Por la noche, el salón del subsuelo era ocupado por un reconocido escritor, conductor, músico y actor llamado Alejandro Dolina, hacía un programa de radio en vivo que era escuchado por miles de personas.
¡Qué épocas! como todas las pasadas no volverán. El café era en aspecto y elegancia muy similar al que volví a ver luego de muchos años, este lunes pasado: las mismas mesas, los mismos cuadros, la misma barra, pero ahora hay que hacer cola para entrar y se llena de turistas que concurren para ver una imagen del pasado que no coincide totalmente con la que recuerdo. Por supuesto ellos no lo saben.
Ya no están los cubiletes, ya no están las mesas de pool y billar de hongos, ni siquiera sé si continúan las tertulias de músicos y cantantes aficionados. Las estatuas siguen, pero dispuestas en otros lugares, por supuesto los viejos mozos que nos atendían y nos traían los cubiletes y las hojas cuadriculadas sin necesidad de que se las pidiéramos ya no están, ahora hay jóvenes, damas principalmente, que solo conocen el presente.
Dolina y su programa tampoco están más.
El café es el mismo, aunque haya cambiado. El tiempo, ese tirano que puede con casi todo, no puede con los recuerdos.
Y aunque ahora es distinto, como dice el tango de Eladia Blázquez en honor a este café con tanta historia y tradición: "... la magia sigue igual", tanto que me ha regalado un nuevo y grato recuerdo de mi ahora amigo virtual y real.
Viejo Tortoni
Se me hace que el palco llovizna recuerdos,
que allá en la Avenida se asoman, tal vez,
bohemios de antaño y que están volviendo
aquellos baluartes del viejo Café.
Tortoni de ahora, te habita aquel tiempo.
Historia que vive en tu muda pared.
Y un eco cercano de voces que fueron
se acoda en las mesas, cordial habitué.
Viejo Tortoni.
Refugio fiel
de la amistad junto al pocillo de café.
En este sótano de hoy, la magia sigue igual
y un duende nos recibe en el umbral.
Viejo Tortoni. En tu color
están Quinquela y el poema de Tuñón.
Y el tango aquel de Filiberto,
como vos, no ha muerto,
vive sin decir adiós.
Se me hace que escucho la voz de Carlitos,
desde esta "Bodega" que vuelve a vivir.
Que están Baldomero y aquel infinito
fervor de la "Peña", llegando hasta aquí.
Tortoni de ahora, tan joven y antiguo,
con algo de templo, de posta y de Bar.
Azul, recalada, si el fuego es el mismo,
¿quién dijo que acaso no sirve soñar?
Letra: Eladia Blázquez
Música: Héctor Negro
A meeting between virtual friends that happens in person is always fascinating, so many time-sharing publications, comments, and compliments, until now through a screen, impersonal, cold, if possible, the concept but that becomes warm thanks to the exchange of sensations, of feelings, knowledge and finally friendship.
Last Monday I was able to meet in person @fermionico, the creator of that sports blog called @fulldeportes which has managed to attract the attention of many, including myself. A blog where we can all express ourselves freely, although the latter is common to our entire community regardless of the topic chosen.
Perhaps out of freedom, I wanted to express that possibility of speaking and transmitting sensations and data about any sport, in the way in which it comes to us, sometimes with little professionalism, without rigor, but with that enormous desire to show that the activity interests us, attracts us. and we enjoy it. It is a way to share with many others who read and write in the same sense.
And the meeting took place and I was fascinated by the coincidences, by the way we have and continue to live, by our families, and by our origins. Although it is surprising, that we talk little about sports, we had so much to explore and learn about each other that this topic, the origin of our virtual friendship, was left for another opportunity that will be this next weekend if everything goes as we have planned.
For the appointment, as the host, I chose an iconic place in the culture of my country, a cafe with a history and tradition that dates back to Argentina that curiously no longer exists, a thriving country, a global beacon of work, hope, of America that everyone, including Europeans, wanted; It was 1858 when it opened its doors in a building overflowing with classical architecture, decoration, and culture copied from France, at that time the mirror in which we wanted to see our image reflected.
I met Café Tortoni in the early 1980s when I changed my job as a programmer at the Central Bank of the Republic for that of a programming analyst at Banco Hipotecario Nacional, then two of the most important and prestigious state-owned banks.
Generally, with some colleagues from the systems office, we would go on Fridays after work to play generala, at that time it was a fairly popular custom and we would play the game in some comfortable red leather armchairs on a round marble table. A lot of luxury for that, but there we were. While we played there was no shortage of cider chops on tap and toasts among other delicacies that the bar offered.
A while later, the amateur musicians and singers began to arrive, who had always reserved one of the two function rooms on the ground floor that last day of the week. It didn't bother us to hear people singing and orchestras playing while we were engrossed in numbers and dice. There really were extraordinary artists, all amateurs of course but who did not have to envy at all the holy professionals that we used to listen to on radios, television, and records or cassettes.
At night, the basement room was occupied by a renowned writer, host, musician, and actor named Alejandro Dolina, who did a live radio program that was heard by thousands of people.
What times! like all the past ones they will not return. The cafe was very similar in appearance and elegance to the one I saw again after many years, this past Monday: the same tables, the same paintings, the same bar, but now you have to wait in line to get in and it is filled with tourists who come. to see an image from the past that does not totally match the one I remember. Of course, they don't know.
The cups are no longer there, the mushroom pool and billiard tables are no longer there, I don't even know if the gatherings of amateur musicians and singers continue. The statues remain, but arranged in other places, of course, the old waiters who served us and brought us the cups and squared sheets without us asking them are no longer there, now there are young people, mainly ladies, who only know the present.
Dolina and his program are no longer there either.
The coffee is the same, although it has changed. Time, that tyrant that can handle almost everything, cannot handle memories.
Although now it is different, as Eladia Blázquez's tango says in honor of this cafe with so much history and tradition: "... the magic remains the same", so much so that it has given me a new and pleasant memory of my now virtual friend and real.
Héctor Gugliermo
@hosgug