Objetos en desuso

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La modernidad, los avances tecnológicos y sociales, el desarrollo, las nuevas generaciones, todos términos que nos incentivan a pensar que el futuro es mejor que el pasado; es posible que así sea como también que lo contrario haya sido tan bueno o mejor. Lo cierto es que muchas cosas han sido pisoteadas en el transcurrir de los años, sin importar si eran buenas y útiles o solo sirvieron transitoriamente y sin mayor trascendencia en un tiempo que no volverá.

Los que tenemos unos cuantos años encima tendemos a pensar que los tiempos pasados fueron mejores que los actuales y mucho mejores que los que vendrán, en cierta forma es rememorar épocas en que nuestra juventud nos llevaba a creer que éramos inmortales, tiempos que no quisiéramos que se terminaran jamás.

Como sea, los años pasan y dejan objetos en el camino, muchos de los cuales jamás volverán a ser utilizados, quizás, con suerte, algunos de ellos los veamos en museos y nos maravillemos de lo extraordinario que fueron en sus tiempos, otras se perderán para siempre y ni siquiera sabrán las generaciones futuras que hubo un tiempo donde existían herramientas y utensilios que las personas manipulaban cotidianamente en sus vidas.

Ya conté en una publicación anterior que gracias a las refacciones y pintura de nuestra casa tuvimos la oportunidad de revisar gran parte de lo que guardamos en tantos años, muchísimos “cachivaches” como solemos decir en nuestro país a las cosas irrelevantes y poco útiles que depositamos en los cajones, armarios y alacenas. En general son recuerdos que invocan a nuestros sentimientos y por ello las almacenamos en algún lugar para luego olvidarlos completamente. Cajas de fósforos, llaveros, relojes que no funcionan, tarjetas comerciales y sociales, monedas, lapiceras cuya tinta se seca, algún aparato roto que dejamos allí con la peregrina idea de repararlo en algún momento, cosa que jamás ocurre y aunque sepamos con toda certeza que ello será irremediablemente así, de todas maneras, lo dejamos.

Más o menos así es como los lugares de guarda se llenan y en algún momento, como por ejemplo este que estamos viviendo gracias a la refacción decimos basta, veamos que hay en ese revoltijo y tiremos todo lo que no sirva.

Siempre encontramos cosas que todavía sirven o que al menos inventamos excusas para obtusamente negamos a desechar. Las monedas conmemorativas del mundial 1978 son un ejemplo de lo primero y los objetos que decoran esta nota representan el otro patrón, el de las cosas que no tiraré a la basura porque representan cabalmente una época anterior.

No se desde cuando ni quien me regaló esa bella réplica de una espada, finamente decorada y labrada, aunque seguramente los materiales con que está construida no tengan un valor monetario importante, pero si tiene un gran valor el de haber sido un objeto que se utilizaba con frecuencia durante al menos un par de siglos, es un abrecartas. Le tomé la fotografía encima de un sobre, algo que tampoco se utiliza con frecuencia en la actualidad.

Para aquellos que solo han vivido la época de las redes sociales y el correo electrónico les cuento que antes de eso las personas que vivían alejadas se comunicaban por carta, es decir de forma escrita sobre un papel donde se redactaban extensos relatos de la vida, noticias buenas y malas, salutaciones y también deseos de un buen porvenir. Toda esa información se doblaba, a veces de forma cuidadosa y se introducía en un sobre para luego adquirir estampillas por el valor necesario para que el servicio postal entregara la misiva en el lugar exacto que el remitente colocaba en el frente del sobre. Nunca había que olvidarse de colocar en el reverso su propia dirección exacta, para el caso de que no se encontrara a la persona o la dirección hacia la cual estaba dirigida.

Las cartas de amor, que tuve el privilegio de escribir en mis años de novio representaban en un papel todos los sentimientos que podíamos mencionar, por supuesto la habilidad de cada uno en la escritura y en la utilización del lenguaje eran herramientas indispensables para que esa pieza fuera directo al corazón de nuestra amada. Mi esposa guarda varias de esas cartas, por supuesto ahora dice que la engañé con esas palabras porque ya no nos tratamos de esa manera, por supuesto, los años cambian a las personas y la convivencia lo potencian, pero aquellas personas que éramos en esas cartas todavía estamos ahí, preservados para siempre en el corazón y en el papel. No me cabe ninguna duda que si volviera a tener esa edad volvería a escribir esas mismas cartas con esos mismos sentimientos. No muchos tienen la suerte de poder decirlo con convicción, he sido afortunado.

Hoy todo es muy distinto, apenas alcanzan 20 o 30 caracteres y varios engendros y bichitos lanzando besitos y corazones voladores para representar lo que antes nos llevaba horas buscando inspiración para demostrar en un par de hojas esos sentimientos.

Las comunicaciones son rápidas, extremadamente veloces y muchas veces erróneas en el mejor de los casos y falaces en el otro extremo.

Hoy alguien te escribe por alguna de las redes sociales vigentes: “hola tío, te aviso que se murió la prima Carlota” y ya está. Un martillazo en la cabeza en el peor de los casos si es que teníamos en estima a la prima Carlota o un “gracias por el aviso” si ni siquiera recordamos como era.

El abrecartas no era un objeto muy utilizado, solo los muy prolijos y poco ansiosos le daban el uso adecuado, en muchas ocasiones solo se rompía el sobre tratando de no arruinar el contenido, no siempre se lograba y el papel o boleta que se encontraba adentro debía emparcharse con cinta engomada transparente.

No me voy a desprender de esa reliquia, algo bonito que por suerte no es capaz de pensar por si misma, si supiera que ha sido reemplazada por un botoncito en una pantalla del teléfono o de la computadora seguramente se pondría triste, ser reemplazado por un dibujo no es algo que cualquiera pueda soportar.

Estaba por terminar con esta diatriba sobre objetos que ya no se utilizan, pero recordé otra utilidad del abrecartas, podía y de hecho se ha utilizado como arma asesina, recuerdo haber leído algún libro donde se lo menciona, quizás alguna novela de Agatha Christie o de Raymond Chandler, hubo una época en que devoraba cada libro de ellos, cada uno en su estilo, pero ambos grandes escritores de novelas de misterio y crimen.

Muchos objetos en desuso encontré en los cajones, con varios de ellos todavía estoy dudando si tirarlos o no, son parte de mi historia y de mi vida, sería como desprenderme para siempre de un pedazo de ella.



Deprecated objects

Modernity, technological and social advances, development, and the new generations, are all terms that encourage us to think that the future is better than the past; it is possible that this is also the case that the opposite has been as good or better. The truth is that many things have been trampled over the years, regardless of whether they were good and useful or only served temporarily and without major significance in a time that will not return.

Those of us who have a few years on us tend to think that the past times were better than the current ones and much better than the ones to come, in a certain way it is to remember times in which our youth led us to believe that we were immortal, times that we would not want to they will never end.

However, the years go by and leave objects along the way, many of which will never be used again, perhaps, with luck, some of them we will see in museums and marvel at how extraordinary they were in their time, others will be lost forever and future generations will not even know that there was a time when there were tools and utensils that people handled daily in their lives.

I already told you in a previous post that thanks to the spare parts and painting of our house we had the opportunity to review a large part of what we have kept in so many years, many "cachivaches" as we usually say in our country to the irrelevant and unuseful things that we deposit in drawers, cabinets, and cupboards. In general, they are memories that invoke our feelings and that is why we store them somewhere and then forget them completely. Boxes of matches, key chains, watches that don't work, business and social cards, coins, pens whose ink dries up, some broken device that we leave there with the bizarre idea of repairing it at some point, something that never happens and even though we know for sure that it will be inevitably so, in any case, we leave it.

This is more or less how storage places fill up and at some point, such as this one that we are experiencing thanks to the spare parts, we say enough is enough, let's see what is in that jumble, and throw away everything that is useless.

We always find things that still work or that we at least make excuses for obtusely refusing to throw away. The 1978 World Cup commemorative coins are an example of the former and the objects that decorate this note represent the other pattern, that of things that I will not throw away because they fully represent an earlier era.

I don't know when or who gave me that beautiful replica of a sword, finely decorated and carved, although surely the materials with which it is built do not have a significant monetary value, but it does have great value for having been an object that was used frequently for at least a couple of centuries, it is a letter opener. I took the photograph on top of an envelope, something that is not often used nowadays.

For those who have only lived through the era of social networks and email, I tell you that before that, people who lived far away communicated by letter, that is, in writing on a piece of paper where extensive stories of life were written, news good and bad, greetings and also wishes for a good future. All that information was folded, sometimes carefully, and placed in an envelope to later purchase stamps for the value necessary for the postal service to deliver the missive in the exact place that the sender placed on the front of the envelope. Never forget to put your own exact address on the back, in case the person or address to which it was addressed could not be found.

The love letters that I had the privilege of writing in my years as a boyfriend represented on paper all the feelings that we could mention, of course, the ability of each one in writing and in the use of language were essential tools for this piece to went straight to the heart of our beloved. My wife keeps several of those letters, of course now she says that I cheated on her with those words because we no longer treat each other that way, of course, the years change people, and living together empowers them, but those people we were in those letters we are still there, preserved forever in heart and on paper. I have no doubt that if she were that age again she would write those same letters expressing those same feelings. Not many are lucky enough to be able to say it with conviction, I have been lucky.

Today everything is very different, they barely reach 20 or 30 characters, and various monsters and bugs throw kisses and flying hearts to represent what used to take us hours to look for inspiration to demonstrate those feelings on a couple of pages.

Communications are fast, extremely fast, and many times erroneous at best and fallacious at the other extreme.

Today someone writes to you through one of the current social networks: "Hi uncle, I'm letting you know that cousin Carlota died" and she's done. A hammer blow to the head in the worst case if we held cousin Carlota in esteem or a "thank you for the notice" if we don't even remember what she was like.

The letter opener was not a widely used object, only the very neat and not very anxious gave it the proper use, on many occasions the envelope was only torn trying not to ruin the content, it was not always achieved and the paper or receipt that was inside it had to be patched with transparent sticky tape.

I am not going to get rid of that relic, something beautiful that luckily it is not capable of thinking for itself, if it knew that it had been replaced by a little button on a phone or computer screen, it would surely be sad, to be replaced by a drawing is not something that everyone can stand.

I was about to finish this tirade about objects that are no longer used, but I remembered another use of the letter opener, it could and in fact, has been used as a murder weapon, I remember reading a book where it is mentioned, perhaps an Agatha Christie novel or Raymond Chandler, there was a time when I devoured every book of theirs, each in their own style, but both great mystery and crime writers.

I found many obsolete objects in the drawers, and with several of them I am still doubting whether to throw them away or not, they are part of my history and my life, it would be like parting with a piece of it forever.




Héctor Gugliermo
@hosgug



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