La pesca / Fishing
El sol se despedía del río Portuguesa, dejando tras de sí un resplandor dorado que se reflejaba en las aguas tranquilas, pero para los pescadores, la belleza del atardecer era eclipsada por el gruñido de sus estómagos vacíos y la creciente molestia de una legión de zancudos.
Habían salido a pescar desde el amanecer, confiados en regresar con sus sacos llenos y sus ánimos renovados. Sin embargo, la suerte no había estado de su lado y la pesca había sido escasa.
Ahora, con la noche cayendo, se encontraban varados en una pequeña ensenada, rodeados por la espesa vegetación de la montaña. El hambre los consumía y el zumbido incesante de los insectos los volvía locos. Uno de ellos, el más experimentado, propuso hacer una rancha para protegerse de los insectos y encender una fogata para ahuyentarlos y cocinar algo.
Con movimientos lentos, producto del cansancio y el hambre, comenzaron a recolectar ramas y hojas secas. Con habilidad, entrelazaron las ramas formando una pequeña estructura que los resguardaría del viento y de los insectos. Luego, con alguas topias y palos, construyeron un fogón en el centro de la rancha. La tarea no fue fácil, pues la humedad de la tierra dificultaba la construcción, pero la necesidad los impulsaba a seguir adelante.
Finalmente, lograron encender un pequeño fogón. El calor del fuego comenzó a ahuyentar a algunos de los insectos, pero la mayoría persistía en su ataque. Los pescadores se protegían como podían, cubriéndose con sus camisas y sombreros, pero los zancudos encontraban cualquier resquicio para hacer de las suyas. La picazón era insoportable y la desesperación comenzaba a apoderarse de ellos.
Uno de los más jóvenes, con la cara hinchada por las picaduras, se quejó: "¡No aguanto más! ¡Quiero irme de aquí!"
El más viejo, con voz ronca, lo miró y respondió: "Aguanta, muchacho. Pronto tendremos algo de comer y podremos descansar, porque el que pesca debe pagar para poder cobrar en el agua".
Sacaron de sus mochilas lo poco que les quedaba: una porción de harina de maíz, un trozo de queso rancio y una pequeña cantidad de sal. Con esas pocas provisiones, amasaron una especie de torta que pusieron sobre las brasas. Mientras esperaban que se cocinara, contaron historias y chistes para distraerse de su miseria.
Cuando la torta estuvo lista, la dividieron en partes iguales y se la comieron con voracidad. El hambre se alivió un poco, pero la picazón y el cansancio seguían siendo sus peores enemigos.
Envueltos en sus mantas, se recostaron sobre la tierra húmeda y trataron de dormir. Pero el zumbido de los insectos, el calor de la fogata y la incomodidad de su improvisado lecho les impedían conciliar el sueño.
La noche avanzaba cuando un resplandor cegador iluminó el cielo. Era una tormenta eléctrica. Los truenos retumbaban y los relámpagos iluminaban la montaña. Los pescadores, aterrorizados, buscaron refugio bajo la pequeña rancha. La noche mojada y fría, ahora les exigía algo nuevo, ya no era suficiente luchar contra el hambre, los insectos y el cansancio.
Cada uno tenía sus propios pensamientos, unos maldecían su suerte, otros recordaban situaciones similares, pero nadie se atrevía a hablar.
Al amanecer, el sol volvió a iluminar el río Portuguesa y los pescadores, aunque exhaustos y maltrechos, se sintieron renovados. Con el estómago lleno y el ánimo por lo alto, se dispusieron a pescar nuevamente, con la esperanza de tener mejor suerte que la noche anterior y sabiendo que ya el pago estaba dado, faltaba saber si cobraban o no.
Fishing
The sun was rising over the Portuguesa River, leaving behind a golden glow reflected in the still waters, but for the fishermen, the beauty of the sunset was eclipsed by the grumbling of their empty stomachs and the growing annoyance of a legion of mosquitoes.
They had been out fishing since dawn, confident of returning with their sacks full and their spirits renewed. However, luck had not been on their side and the catch had been meager.
Now, with night falling, they found themselves stranded in a small cove, surrounded by thick mountain vegetation. Hunger consumed them and the incessant buzzing of insects drove them mad. One of them, the most experienced, proposed to make a hut to protect themselves from the insects and light a fire to scare them away and cook something.
With slow movements, due to fatigue and hunger, they began to gather branches and dry leaves. They skillfully intertwined the branches to form a small structure that would shelter them from the wind and insects. Then, with some topsias and sticks, they built a fire in the center of the ranch. The task was not easy, as the humidity of the earth made construction difficult, but necessity drove them forward.
Finally, they managed to light a small fire. The heat from the fire began to drive some of the insects away, but most persisted in their attack. The fishermen protected themselves as best they could, covering themselves with their shirts and hats, but the mosquitoes found every loophole to do their thing. The itching was unbearable and desperation began to take hold of them.
One of the youngest, his face swollen from the bites, complained, “I can't stand it anymore! I want to get out of here!”
The older one, in a hoarse voice, looked at him and replied, “Hold on, boy. Soon we'll have something to eat and we'll be able to rest, because he who fishes must pay to be able to collect on the water.”
They took out of their backpacks what little they had left: a portion of cornmeal, a piece of stale cheese and a small amount of salt. With those few provisions, they kneaded a kind of cake that they placed on the coals. While waiting for it to cook, they told stories and jokes to distract themselves from their misery.
When the cake was ready, they divided it into equal parts and ate it voraciously. Hunger eased a little, but itching and tiredness were still their worst enemies.
Wrapped in their blankets, they lay down on the damp earth and tried to sleep. But the buzzing of insects, the heat of the campfire and the discomfort of their improvised bed prevented them from falling asleep.
Night was advancing when a blinding glow lit up the sky. It was a thunderstorm. Thunder rumbled and lightning illuminated the mountain. The terrified fishermen sought shelter under the small ranch. The wet and cold night now demanded something new, it was no longer enough to fight hunger, insects and fatigue.
Each one had his own thoughts, some cursed their luck, others remembered similar situations, but no one dared to speak.
At dawn, the sun once again illuminated the Portuguesa River and the fishermen, although exhausted and battered, felt renewed. With their stomachs full and their spirits high, they set out to fish again, hoping to have better luck than the previous night and knowing that the payment had already been made, it remained to be seen whether they would be paid or not.
CRÉDITOS
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Traductor Deepl
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Atentamente
El equipo de curación del PROYECTO ENTROPÍA
Uno paga pero no sabe cuando cobra. Una vez nos pasó así y era un pedazo de arepa como entre diez... Condenados pescados que jamás pescamos... Excelentes letras hermano... Un abrazo...
Me alegra mucho leerte, así sea en un comentario. ¡Gracias, querido amigo!