Hispaliterario 35: Algo extraordinario / Something extraordinary

En el corazón de Venezuela, donde los ríos recorren los pueblos y el sol besa la tierra con su cálido abrazo, se encuentra el caserío Soropito. Un lugar mágico, donde la naturaleza teje historias con hilos de esperanza y el canto de los animales.

En Soropito vivía María, una niña de ojos vivaces y sonrisa contagiosa, cuyo corazón era tan inmenso como el llano mismo. Ella amaba el ir y venir por los rincones secretos del caserío, junto a la camada de amigos, trepaba árboles frondosos y jugaba a la orilla del río, donde la arena de la playa brillaba como caminos de oro.

Un día, mientras María recolectaba la leche del ordeño, escuchó a sus papas conversar. Estaban preocupados por la sequía. El pasar de los días hacía más difícil el obtener buena cosecha. Los animales ya no tenían que comer, las lagunas estaban cada vez más secas y los ríos llevaban un hilito de agua.

María lo conversó con sus amigos, quienes comentaron que en sus casas se hablaba de lo mismo. Que si era culpa de un niño, otros porfiaban que era una supuesta niña que había llegado. La preocupación los comenzó a arrastrar a ellos también.

Una mañana, cuando María salía a buscar la leche del ordeño, el papá la detuvo y le dijo que no era necesario. Sin agua y sin comida, las bestias no tenían cómo dar leche. María comenzó a llorar. La abuela se acercó y la abrazó. "Tranquila, mija. Dios no abandona a sus hijos. Ya verás como todo se resuelve. Yo estoy haciendo mi rosario a la Virgen de Coromoto, porque papa Dios aprieta, pero no ahorca".

María se llenó de paz, pero su alma seguía alterada por las preocupaciones. A la semana siguiente, sentados bajo el palo de teca, sus padres y la abuela comenzaron a sonreír. Ella no entendió. Levantó su mirada al campo y solamente veía una nube grisácea asomándose por el horizonte, cubriendo el cielo con un velo de misterio. El viento comenzó a soplar con fuerza, agitando las ramas de los árboles y levantando un remolino de hojas secas.

María, intrigada, trató de preguntar, pero no llegó a hacerlo. El cambio repentino del clima se aceleró e hizo que todos se metieran al rancho a resguardarse.

De pronto, un estruendo ensordecedor rompió la quietud del campo. María miró hacia el cielo y sus ojos se abrieron de par en par. ¡Pezcados! Sí, peces de colores brillantes y escamas iridiscentes caían del cielo como gotas de lluvia. Algunos rebotaban en la tierra y otros se agitaban en el aire, creando un espectáculo mágico que jamás olvidaría.

María trató de correr hacia afuera, fascinada por la lluvia de pescados, pero su abuela la abrazó. "Demos, gracias al cielo, mija" le susurró. Allí, en la seguridad de los brazos de su amada abuela, observó con asombro aquel milagro, preguntándose cómo era posible que algo así sucediera.

Desde ese día, María nunca volvió a ver una lluvia de pescados, pero el recuerdo de ese día mágico quedó grabado en su corazón para siempre. Y cada vez que miraba al cielo, no solo veía nubes y estrellas, sino también la posibilidad de que Dios le regalara algo extraordinario en cualquier momento.

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Something extraordinary

In the heart of Venezuela, where the rivers run through the villages and the sun kisses the earth with its warm embrace, is the hamlet of Soropito. A magical place, where nature weaves stories with threads of hope and the singing of animals.

In Soropito lived Maria, a girl with lively eyes and a contagious smile, whose heart was as immense as the plain itself. She loved to come and go through the secret corners of the hamlet with her litter of friends, climbing leafy trees and playing by the river, where the sand on the beach glittered like golden paths.

One day, while Maria was collecting milk from the milking parlor, she overheard her parents talking. They were worried about the drought. The passing days were making it harder to get a good harvest. The animals no longer had anything to eat, the ponds were getting drier and drier, and the rivers were only carrying a trickle of water.

Maria talked about it with her friends, who commented that in their homes they were talking about the same thing. Some said that it was the fault of a boy, others said that it was a supposed girl who had arrived. Worry began to creep over them as well.

One morning, when Maria went out to get the milk from the milking parlor, her father stopped her and told her it was not necessary. Without water and food, the beasts had no way to give milk. Maria began to cry. The grandmother came over and hugged her, “Calm down, mija. God does not abandon his children. You'll see how everything will work out. I am making my rosary to the Virgin of Coromoto, because Papa God squeezes, but does not hang”.

Maria was filled with peace, but her soul was still troubled with worries. The following week, sitting under the teak tree, her parents and grandmother began to smile. She did not understand. She lifted her gaze to the field and saw only a grayish cloud looming on the horizon, shrouding the sky in a veil of mystery. The wind began to blow strongly, shaking the branches of the trees and raising a swirl of dry leaves.

Mary, intrigued, tried to ask, but didn't get around to it. The sudden change in the weather accelerated and made everyone run into the ranch to take shelter.

Suddenly, a deafening roar broke the stillness of the camp. Maria looked up at the sky and her eyes widened. Fish! Yes, brightly colored fish with iridescent scales were falling from the sky like raindrops. Some bounced on the ground and others fluttered in the air, creating a magical spectacle she would never forget.

Maria tried to run outside, mesmerized by the rain of fish, but her grandmother hugged her, “Demos, gracias al cielo, mija” she whispered to her. There, in the safety of her beloved grandmother's arms, she watched in amazement at the miracle, wondering how such a thing could happen.

From that day on, Maria never saw a rain of fish again, but the memory of that magical day was engraved in her heart forever. And every time she looked up at the sky, she saw not only clouds and stars, but also the possibility that God would give her something extraordinary at any moment.

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