Miss Shaughnessy: La noche del crimen [ENG/ESP]

Salí muy de noche. Thomas estaba ansioso, aun cuando sospeché de su actitud, pensé que no era nada nuevo con respecto a la que había estado experimentando desde hacía unos meses atrás. Quería ayudarle, ser una buena esposa, hasta tuve que renunciar a mi trabajo, solamente para quedarme a cuidarlo.

No lo comprendía del todo, pero de un día para otro, Thomas comenzó a experimentar episodios de pánico y ansiedad. Algunas veces me preguntaba si tenía algo que ver con su repentina paranoia; le aseguraba a diario que no importaba lo que ocurriese, yo iba a estar allí para él.

Me puse un vestido de noche y me dispuse a salir a casa de mis padres. Le propuse que saliéramos, un poco de aire fresco le podría caer bien, pero todos mis esfuerzos por sacarlo de su depresión fueron infructuosos. Entonces, le di un abrazo y lo besé en la mejilla. Salí al exterior y atisbé a un carro aparcado del otro lado de la calle. Di la vuelta a la manzana y un trueno estremeció mis entrañas.

Decidí regresar a por el paraguas, pero un mal presentimiento me invadió, cuando llegué a la puerta principal y alcancé a ver a mi esposo con una muchacha. Aquella chica lucía un traje ajustado y se inclinaba cínicamente en el torso de Thomas. Una profunda desesperación invadió mi corazón, pero junté todas las fuerzas que me quedaban y accedí a la casa por la puerta trasera. Allí lo escuché todo.

—No sé cómo hacerte entrar en razón, Caroline. Sabes muy bien que estoy casado. Si tus padres llegan a saber que tuviste un affaire con un hombre casado y 10 años mayor que tú, van a acabar con mi carrera.

—Eso debiste pensar antes de acceder a tener una aventura conmigo, —Caroline, tenía una expresión sombría en su rostro y mezclaba con delicadeza un té imperial —pero estoy dispuesta a darte unos días más para que lo pienses, el hijo que llevo en mi vientre y yo, te necesitamos.

Aquello me tomó por sorpresa. Aquella mujerzuela estaba embaraza de mi marido, sentí náuseas y quise enfrentarlos, pero me contuve, no podía permitirme un escándalo de aquella magnitud.

—Caroline, bien sabes que es probable que ese hijo no sea mío, incluso si lo fuera no podría casarme contigo. Yo amo a Margareth.

—Margareth es una pobre mujer, ni siquiera ha podido engendrarte un hijo. Pero, hoy no quiero que discutamos, solo he pasado a visitarte.

Mi esposo tomó un recipiente y comenzó a ingerir la infusión que Caroline había preparado. Estaba tan impactada que ni siquiera pude mirar como ella se despedía de Thomas, solamente esperé que se marchara y al instante abrí las puertas de par en par ante el asombro insospechado de aquel hombre con el cual había estado casada por 5 largos años.

—¡Margareth!, creí que habías salido.

—Yo también creí que nuestro matrimonio era real. Ahora, sin embargo, me doy cuenta de que tus ataques de ansiedad y depresión son el resultado de tu mal proceder. Me arrepiento de haberme casado contigo, maldigo la hora en la cual decidí compartir mi vida con alguien como tú.

Recorrí furiosa la casa en busca de una valija, mientras Thomas me perseguía por toda la extensión de nuestra habitación. Entonces, me di cuenta de que él sudaba muchísimo y se tocaba el estómago como si estuviera sufriendo un gran dolor. Lo llevé de nuevo al diván de la sala y lo recosté.

—No sé, pero Caroline me ha dado a beber un té imperial. No quiero que te vayas, te amo más que a mí. Esto que ha pasado no tiene nada que ver contigo mi amor, tú eres mi vida, no he querido hacerte daño.

—Thomas, debemos ir a un hospital —dije sollozando, pero algo dentro de mí me contuvo, mientras observaba a mi marido sufrir las consecuencias de lo que más tarde supe era cianuro. Lloré muchísimo, mientras vomitaba y su cuerpo vibraba con los espasmos. Alcancé su mano y la apreté tan fuerte como pude, hasta que sucumbió en aquel diván.

Guardé mi ropa de nuevo y escondí la valija. Me dispuse a limpiar lo que pude del vómito y dejé todo sumamente arreglado. Tomé mi paraguas y me abalancé hacia casa de mis padres, pasaría la noche allá y regresaría a la mañana siguiente a darle el parte a la policía. Llegué a la casa en la cual había crecido, abracé a mis padres y una fuerte tormenta comenzó. Caminé por mi antigua habitación y reflexioné acerca de lo sucedido.

Nadie iba a creerme. Era mi palabra contra la de Caroline. También supuse que, si el seguro se enteraba de que mi esposo había sido asesinado, no iba a poder cobrar el seguro de vida a mi nombre, ni mucho menos zafarme de la duda de la sociedad. Las mujeres siempre teníamos la de perder.

Pero, de repente, apareció Samy y supe que ella me ayudaría a desviar la atención de mí. No pretendía que se supiera que Caroline era la culpable, solamente quería que todos supieran la clase de golfa que era. Igual todos mis planes se iban a venir abajo al involucrar a Samantha. Pronto mis argumentos quedarían invalidados por la pericia de aquella entrometida.

Lo supe mientras miraba su lento caminar hacia mí en el sepelio. Disimulé mi estupor, pero yo sabía que algo tramaba, si algo salía mal, me iba a convertir en la principal sospechosa. Por eso comencé a planear mi huida de Georgetown.