Hispaliterario 20 | Madre solo hay una [ESP/ENG]

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«El padre y el hijo son dos. La madre y el hijo son uno» Lao-Tsé. Retratando la maternidad desde otra perspectiva, he escrito esto como entrada al Hispaliterario 20 en honor a las madres en su día. Escribiendo me di cuenta de que quería algo diferente, porque no todas las mujeres pueden ser madres, entendiendo la maternidad como algo más que procrear.

"Father and son are two. Mother and child are one" Lao-Tse. Describing motherhood from another perspective, I have written this as an entry to Hispaliterario 20 in honor of mothers on their day. Writing I realized that I wanted something different, because not all women can be mothers, understanding motherhood as something more than procreating.

Una mujer gritó despavorida y cayó en el suelo. Mi colega y yo, nos miramos y procuramos ayudarle, era un extraño día de mayo y la humedad nos hacía sudar a mares. Aquella era una mujer blanca de mediana edad, su rostro lucía varios golpes y su aspecto era algo más que desprolijo, la llevamos a la emergencia del juzgado y cuando recobró los sentidos, fuimos los presentes los que palidecimos ante su confesión.

Según su relato, un hombre alto y negro, la había agredido en las inmediaciones del bosque que colindaba con el edificio del juzgado. La había golpeado salvajemente y despojado de su hija recién nacida Cate, por lo que en seguida nos dirigimos al bosque y encontramos los restos de un bebé. Le habían apuñalado salvajemente y su cuerpecito estaba desmembrado, tanto que era imposible distinguir su cara. «¡Esto no puede estar pasando en Lake Baton!», pensé mientras las sirenas de las patrullas alumbraban mi cara de espanto.

Un conmocionado Paton Hult padre de la bebé, se presentó en el juzgado y en cuanto vio a su esposa, se desvaneció en sus brazos. Karen, por su parte, parecía ajena a la situación, aquello me llamó la atención, pero es normal que los que sufren un ataque de tal magnitud queden en estado de shock. Lo que no parecía normal era la cuartada que tenía Karen, ¿qué hacía una mujer sola con su hija recién nacida en medio de la nada?, sin embargo, nadie me prestaba atención y yo tampoco quise indagar mucho más.

Pero, no pasaría mucho para que algunos detalles comenzaran a no encajar en la confesión de aquella joven madre. Ningún sospechoso fue avistado por el bosque aquella tarde fatal, tampoco era frecuente la presencia de hombres negros en Lake Baton y mucho menos hombres altos. También quedaba la duda razonable de por qué había abandonado a su hija a su suerte con un hombre que les quería hacer daño. Aquellas interrogantes nunca tenían respuestas sólidas.

Una madre no dejaría a su hija sin antes luchar, ¿cómo fue que corrió dejando atrás a su hija? Por otra parte, alguien que acaba de matar a un bebé no dejaría a un testigo vivo, ¿por qué dejaría a la madre viva mientras asesina a la pequeña? Tampoco los golpes en la cara de Karen parecían ser hechos con un puño, más bien parecían ser producto de alguien que se golpea repetidamente con el tronco de un árbol. Nada parecía coincidir, por el contrario, un montón de detalles sórdidos comenzaron a desvelarse durante la investigación.

Los rumores no se hicieron esperar: Karen era una madre que tenía problemas para vincularse con su bebé, aquello era la guinda del pastel y algo suficientemente fuerte como para dejarlo pasar. Gracias a una orden de cateo y ante la mirada horrorizada de Paton, la policía requisó la casa del matrimonio. Varias cuentas de pagos a un psicólogo comenzaron a aparecer, visitas esporádicas a un pediatra y muchas llamadas al 911 en los días previos a la muerte de Cate, pero lo que más alertó a los funcionarios fue el hecho de que Karen había sido diagnosticada con depresión perinatal.

Aquel descubrimiento cambiaba todo, no había sospechosos, solo estaba la palabra de una madre sin dolor aparente, un esposo dispuesto a creer todo cuanto dijera su esposa y muchas dudas acerca del relato inicial de Karen. No eran pocas las mujeres que un ataque psicótico habían decidido acabar con la vida de un neonato, aquello parecía ser sacado de una novela policiaca, dantesca y sangrienta, pero entre más detalles salían a la luz, mucho más me interesaba.

Tratando de elucubrar que había pasado en aquel bosque, me interné en el follaje de sus ricos árboles. Y por primera vez me di cuenta de que era imposible que una mujer gritando a todo pulmón, pasara desapercibida en un lugar tan cercano al juzgado y a la autopista, mientras caminaba más consciente me hacía del caso. Desdibujando las hojas, me imaginé a Karen colocando a Cate entre la maleza y clavando con desenfreno un cuchillo por el cuerpo de su hija. La idealicé lavando sus manos en el lago, golpeándose la cabeza contra un árbol mientras maquinaba como actuaria al salir del bosque.

Me senté inerte, escribiendo notas que después quizás usaría en alguna novela policiaca, imaginaba como Karen había fingido un desmayo, para luego relatarnos fríamente como huyo mientras su hija era asesinada por un extraño. Y pensé en la depresión postparto, aquella que muchas mujeres padecen, sentí empatía de repente, pero, también pensaba en la larga vida que le esperaba a Cate, sus primeras palabras, sus días en el kínder, aquellos juegos que ya nunca jugaría y los lugares que nunca visitaría. Entonces, me pregunté si acaso la depresión postparto no era más que una excusa y algo más grande estaba oculto.

Ya en el exterior me di cuenta de que por más que lo pensara, aquel asesinato parecía ser planeado con premeditación y alevosía. Aquella idea me estremeció durante todo el juicio, muchos creían que Karen era la víctima de una sociedad demasiado dura con las mujeres, pero otros, entre los cuales me contaba yo, creíamos que era una mujer sin escrúpulos, capaz de matar a su hija por un motivo que no había revelado.

Me senté los siguientes 3 meses entre los asientos de la fiscalía, la parte acusadora, escuchando relatos de psicólogos, expertos forenses y amigos de la pareja, cuando el veredicto se escuchó mi mente por fin se tranquilizó: culpable. Karen había asesinado a su hija por celos, todo porque Paton, le prestaba más atención a su hija que a su esposa. Cansada decidió planear el asesinato de Cate, solo así lograría obtener la apreciada atención de su marido o volver a quedar encinta. No contaba con que al final los avances tecnológicos terminarían encontrando rastros de sangre de su propia hija entre sus manos y que la fiscalía lograría probar que ella misma se había infligido varios golpes.

La depresión postparto, esa que muchas mujeres sufren en este caso, había quedado relegada ante los celos de una mujer sin corazón, que solo pensaba en el amor de su marido y no en el bienestar de su hija. Madre solo hay una reza, un adagio popular y a Cate le tocó una madre asesina que ahora paga las consecuencias de sus actos.

FIN



A woman screamed in terror and fell to the ground. My colleague and I looked at each other and tried to help her, it was a strange day in May and the humidity made us sweat profusely. She was a middle-aged white woman, her face showed several bruises and her appearance was more than untidy, we took her to the emergency room of the courthouse and when she came to her senses, we were the ones who paled before her confession.

According to her account, a tall black man had assaulted her in the woods adjoining the courthouse. He had savagely beaten her and stripped her of her newborn daughter Cate, so we immediately went to the forest and found the remains of a baby. She had been savagely stabbed and her little body was dismembered, so much so that it was impossible to make out her face. "This can't be happening in Lake Baton!", I thought as patrol sirens lit up my frightened face.

A shocked Paton Hult, the baby's father, showed up at the courthouse and as soon as he saw his wife, he vanished into her arms. Karen, for her part, seemed oblivious to the situation, which caught my attention, but it is normal for those who suffer an attack of such magnitude to be in a state of shock. What did not seem normal was Karen's alibi, what was a woman doing alone with her newborn daughter in the middle of nowhere, however, no one paid attention to me and I did not want to investigate much more.

But, it wouldn't be long before some details began to not fit in the confession of that young mother. No suspects were sighted in the woods that fatal afternoon, nor were black men often seen in Lake Baton, much less tall men. There also remained the reasonable doubt as to why she had abandoned her daughter to her fate with a man who meant them harm. Those questions never had solid answers.

A mother would not leave her daughter without a fight, so how was it that she ran away leaving her daughter behind? On the other hand, someone who just killed a baby would not leave a witness alive, why would he leave the mother alive while murdering the little girl? Nor did the blows to Karen's face appear to be made with a fist, rather they seemed to be the product of someone repeatedly hitting themselves with a tree trunk. Nothing seemed to match; on the contrary, a lot of sordid details began to unravel during the investigation.

The rumors were swift: Karen was a mother who was having trouble bonding with her baby, that was the icing on the cake and something strong enough to pass up. Thanks to a search warrant and under Paton's horrified gaze, the police searched the couple's home. Several bills for payments to a psychologist began to appear, sporadic visits to a pediatrician and many 911 calls in the days leading up to Cate's death, but what most alerted officials was the fact that Karen had been diagnosed with perinatal depression.

That discovery changed everything, there were no suspects, only the word of a mother with no apparent pain, a husband willing to believe anything his wife said, and many doubts about Karen's initial account. There were not few women who had decided to end the life of a newborn baby in a psychotic attack, that seemed to be taken out of a detective novel, Dantesque and bloody, but the more details came to light, the more interested I became.

Trying to guess what had happened in that forest, I delved into the foliage of its rich trees. And for the first time I realized that it was impossible for a woman screaming at the top of her lungs to go unnoticed in a place so close to the courthouse and the highway, the further I walked the more aware I became of the case. Blurring the leaves, I imagined Karen placing Cate in the brush and rampantly plunging a knife through her daughter's body. I idealized her washing her hands in the lake, banging her head against a tree as she schemed how she would act when she emerged from the woods.

I sat inert, writing notes that I might later use in a crime novel, imagining how Karen had faked a fainting spell, then coldly told us how she fled as her daughter was murdered by a stranger. And I thought about postpartum depression, the kind that many women suffer from, I suddenly felt empathy, but I also thought about the long life that awaited Cate, her first words, her days in kindergarten, the games she would never play and the places she would never visit. Then, I wondered if the postpartum depression was just an excuse and something bigger was hidden.

Already on the outside I realized that no matter how much I thought about it, that murder seemed to be planned with premeditation and malice aforethought. Many believed that Karen was the victim of a society that was too hard on women, but others, including myself, believed that she was an unscrupulous woman, capable of killing her daughter for an undisclosed motive.

I sat for the next 3 months between the seats of the prosecution, the prosecuting party, listening to accounts from psychologists, forensic experts and friends of the couple, when the verdict was heard my mind was finally at ease: guilty. Karen had murdered her daughter out of jealousy, all because Paton paid more attention to his daughter than to his wife. Tired, she decided to plan Cate's murder, the only way she could either get her husband's precious attention or get pregnant again. She did not count on the fact that technological advances would eventually find traces of her own daughter's blood on her hands and that the prosecution would be able to prove that she had inflicted several blows on herself.

Postpartum depression, which many women suffer in this case, had been relegated to the jealousy of a heartless woman, who only thought about the love of her husband and not the welfare of her daughter. There is only one mother, says a popular adage, and Cate had a murderous mother who is now paying the consequences of her actions.

THE END

Las imagen utilizada en este post, proviene de esta fuente aquí citada y se editó con Canva - The images used in this post come from the source cited here and was edited with Canva.

Translated by me & also using Deepl

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Madre solo hay una, eso es cierto, pero hoy en día hay muchas madres que andan sin nortes con respecto a los hijos. Saludos.

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Cuando lees el título, imaginas encontrar esos relatos comunes llenos de flores y magia maternal, pero luego comienzas a leer y te atrapa aquella historia que lamentable se ha vuelto hoy en día más real que nunca, donde madre sí, hay solo una, pero también hay algunas que no merecen llamarse madres.

Siempre supe que el agente no estaba equivocado. Muy buen relato.

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Gracias por tu comentario y apoyo @elizabeths14. Por suerte, las madres buenas son mayoría, entre ellas estás tú, saludos y feliz día de las madres adelantado.

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Guao que historia más triste para la pequeña Cate. La verdad es que no todas las mujeres tienen vocación para ser madres, quedan embarazadas y luego los hijos les estorban, por suerte no son mayoría.
Tu relato, impecable como siempre. Un gusto leerte de nuevo.

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Te leo y me da mucho miedo 😨😨😨,me dió un patatus.

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Una historia espeluznante y entretenida que mantiene el lector atento a los que va suceder más adelante, saludos.

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Un buen relato que te deja con la piel y los pelos de punta. Interesante perspectiva sobre la maternidad, cuyo parecido con la realidad es más de lo que parece.

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