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☀️ Felicidad Junto al Mar

El sol resplandece y su tibia intensidad se mezcla con el fresco de la brisa que viene desde el mar. Diana, como todos los días, disfruta y se complace del soleado ambiente, mientras camina muy cerca del mercado al aire libre, donde además de pescado fresco y mariscos, se consiguen las frutas y verduras que se cosechan en las comunidades cercanas al mercado. Mientras camina cerca de los puestos de los comerciantes, nota algo extraño. Una gran gaviota vuela sobre ella llevando consigo un pequeño pez desechado por los vendedores. Diana se pregunta a donde se dirige la gaviota, ya que esta voló hacia una zona de matorrales muy cercana al muelle local.

Muy pronto, Diana se percata de que la gaviota ha vuelto por un nuevo pez y se dirige rauda hacia el mismo sitio. Intrigada, decide seguir a la gaviota para tratar de descubrir a donde lleva el pez. Siguiendo el rápido vuelo de la gaviota, se interna entre algunos árboles y hierbas que crecen libremente cerca del mercado. Después de caminar algunos metros más adentro, escucha el batir de las alas del ave y, agachándose, se acerca sigilosamente.

Hurgando entre los matorrales, descubre una gran caja de madera escondida entre los arbustos. Luego, observa como la gaviota, quien había salido en busca de un nuevo pez, aterriza cerca de la caja y lo deja caer dentro. Se escucha un alboroto dentro de la caja y Diana piensa en que quizás se trate del escondite de sus crías. Entusiasmada por el descubrimiento, espera a que la gaviota se aleje para contemplar dentro de la caja.

Cuando el ave emprende de nuevo el vuelo, se acerca con cuidado y se asoma dentro de la caja. Sus ojos no dan crédito a lo que ve y su sorpresa es mayúscula, cuando descubre dentro de la gran caja, cinco hermosos gatitos pequeños, los cuales están muy complacidos y distraídos comiendo los peces que les ha dejado la gaviota.

— Los animales son muy solidarios entre ellos. — Las palabras sorprenden a Diana, quien, asustada, casi cae dentro de la caja. Al tropezar con la misma, resbala hacia un costado y cae de espaldas. Frente a ella, un hombre de color oscuro la observa con la mirada fija y una expresión facial seria, pero a la vez afable.

Por un instante, Diana se queda paralizada en el suelo mirando al hombre que parece no importarle su situación. Luego de un momento, el hombre, quien viste apenas un pantalón largo y bastante sucio, se asoma dentro de la caja, mete sus manos y saca uno de los peces que ha traído la gaviota. Luego la mira y con su misma expresión despreocupada, le dice.

— Ven o nuestra amiga no volverá con más de estos.

Luego de mostrarle el pez, camina hacia un costado y se interna entre los matorrales. Diana se incorpora y duda por un instante si alejarse o seguir al hombre. Pero curiosa, decide seguir el rastro de este y rápidamente se interna tras él, justo cuando escucha a la gaviota acercarse nuevamente.

Después de esquivar los arbustos y ramas tras la pista del hombre de color oscuro, llega a un pequeño claro donde se encuentra una diminuta choza construida con tablas y ramas. El hombre, quien ya está cerca de una fogata, coloca el pez sobre ella, el cual ha introducido en una rama, para asarlo.

— ¿Esos son sus gatos? — pregunta Diana, a poca distancia del hombre, quien, agachado, observa como las llamas van dorando el pez que sostiene en sus manos.

— Son los hijos de Miranda, — le contesta sin levantar la mirada y poco después, con la voz entre cortada, continua — Pero hace dos días que no ha vuelto — ya sollozando.

Diana se conmueve y no puede evitar que sus lágrimas se asomen al ver al hombre que llora, quizás por la gata madre de los pequeños gatos.

— Tal vez pueda ayudarlo a encontrar a Miranda, — expresa Diana, conmovida por el sentimiento que aquel hombre medio desnudo le transmite. Este, aun con la mirada fija en el pez y con voz quebrada, le responde:

— La buscaría en el mercado, pero tengo miedo de que quizás yo tampoco pueda volver.

En ese momento, Diana cae en cuenta que nunca había visto al hombre, siendo que vive tan cerca del mercado y se siente obligada a ayudarlo a encontrar a la gata. En su mente, imagina lo que las personas que frecuentan el mercado podrían pensar al ver al hombre, un sentimiento de temor que ella misma experimento en su primer contacto.