— ¡Melisa! — grita una aterrorizada Emily cuando ve que su amiga desaparece en el precipicio junto con su bicicleta. Arrojándose de la suya, emprende la carrera hacia el sitio donde cayó su amiga y temiendo la tragedia, se lanza al suelo a fin de asomarse para ver cuál ha sido el destino de Melisa.

La altura del acantilado es espeluznante. Emily se asoma con cuidado y solo ve algunas piedras y polvo que caen. Desesperada y con las lágrimas invadiendo su espíritu, grita el nombre de su amiga. Acomodarse aquí y allá en el suelo, invoca una plegaria para que no suceda lo impensable, sin dejar de llamar a Melisa. Cuando ya casi se resigna, escucha un pedido de auxilio.

— ¡Dios mío! ¡Melisa! — grita Emily cuando por fin puede ver a su amiga sujeta a una pequeña rama unos metros mas abajo de donde había caído. — ¡No te sueltes!

Melisa, al precipitarse por el borde del acantilado detrás de su bicicleta, se colocó con su cuerpo mirando hacia la pared y mientras rodaba hacia abajo, busco de aferrarse a lo que consiguiera. El leve ángulo le permitió no ganar mucha velocidad y justo cuando llego al filo del acantilado, donde este se pone vertical, con sus pies, logro apoyarse en una saliente, evitándole desplomarse, mientras se sujetaba con firmeza de una rama.

Completamente aterrada, no se atrevió a mirar hacia abajo y haciendo acopio de toda sus fuerzas, se aferró al borde del acantilado. Luego, escucho los gritos de su amiga, pero con tan poco espacio para moverse, no se atrevió a hacerlo. Colgando en el borde, sus pensamientos se centraron en implorar la salvación.

Los gritos alertaron a las personas que se encontraban en el mirador y rápidamente acudieron para tratar de salvar a la chica que colgaba a punto de caer. Quiso la fortuna que una de estas personas estaba equipada con cuerdas suficientes y con la ayuda de todos los presentes y a la gran valentía de Melisa, esta pudo ser rescatada y subida a salvo. Los instantes de terror vividos, dieron luego paso a momentos de gran alegría y alivio, sellados con un fuerte y emotivo abrazo de las inseparables compañeras.

— Pensé que te perdería, — dice una sollozante Emily mientras caminan tomadas de las manos, camino de regreso al hotel. Melisa la mira con ojos pícaros y colocando una gran sonrisa, le responde:

— No te librarás de mí, así me lleves a escalar una montaña o bajar al fondo del mar. Siempre podre estar segura de que estarás allí para salvarme. Gracias, — y abrazándose con fuerza, ratifican su profunda amistad, que las lleva a enfrentar cualquier eventualidad y mantenerse unidas, aun en las peores y más terroríficas circunstancias.