Cuento de terror: "Mi bebé habla"

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A la joven madre le había costado mucho que el bebé se tranquilizara, no había parado de llorar desde que anocheció. Afuera estaba oscuro y las nubes amenazaban tormenta. De pronto, la lluvia comenzó a golpear las ventanas de la habitación del último piso y un trueno hizo que la madre se sobresaltara. El bebé, por otro lado, parecía dormir en paz. Era un bebé de seis meses muy tranquilo, de mejillas sonrosadas. Sin embargo, algo extraño le estaba sucediendo. Lucas empezaba a balbucear palabras que no eran comunes. A veces, parecía que hablaba solo en su cuna, como si estuviera respondiendo a alguien que no estaba allí. Su madre estaba aterrorizada.

La joven se sentó en la mecedora al lado de la cuna. Cada vez que escuchaba a su pequeño pronunciar esas palabras misteriosas, un escalofrío recorría su espalda. "No puede ser", pensaba. "Es solo un bebé". Decidió intentar ignorarlo, pensando que todo era producto de su imaginación. En ese momento, se oyó un balbuceo que le heló la sangre, ya que pensaba que el bebé estaba durmiendo:

—Ven… ven… —dijo, mirando hacia un rincón oscuro de la habitación. Su madre se estremeció. Había algo inquietante en la forma en que su bebé murmuraba esas palabras, como si alguien además de ellos dos estuviera presente.

Esa noche, Marina no lo soportó más y decidió pedir ayuda. Llamó a su hermana Alicia, quien vivía a solo unos minutos de distancia. Tenía tanto miedo que se burlara de ella que no le dio muchas explicaciones.

—¡Ven rápido! Lucas está actuando de manera extraña —explicó con voz temblorosa al teléfono.

Cuando Alicia entró en la casa, notó de inmediato la atmósfera tensa.

—¿Qué está pasando, Marina? ¿Qué le ocurre a Lucas?—preguntó.

Su hermana le explicó lo que había estado sucediendo. Alicia no lo creyó, y quiso quitarle importancia al asunto.

—Seguramente te quedaste dormida en la mecedora y tuviste una pesadilla. Además, hay mucho ruido con esta tormenta.

—Sabía que no me creerías, ve a verlo —le dijo, mientras señalaba la escalera.

Su hermana subió hasta la habitación del pequeño. Esta estaba oscura, sólo se encontraba prendida la lámpara de ositos de color verde y rojo, que ella le había comprado. Los ositos de colores se dibujaban en las paredes. Se acercó a la cuna y vio que el bebé estaba despierto.

—Hola, Lucas —susurró, mientras sonreía. Por un instante se molestó con su hermana. ¡Al niño no le pasaba nada! Pero fue sólo un instante.

—Mujer mala —dijo el niño.

Alicia retrocedió, aterrorizada, hasta que su espalda golpeó la puerta. Miró hacia el rincón donde su sobrino tenía puesta la vista, mientras murmuraba: "Mujer mala", pero no vio nada. Aquellas palabras resonaron en la habitación como un eco sombrío. La mujer trató de reírse, pero su risa sonó nerviosa. ¡Seguramente era la tormenta! ¡El niño no podía decir nada! Lo tomó en sus brazos y bajó a la sala donde estaba Marina.

No llegó a tomar asiento, cuando las luces empezaron a parpadear mientras el viento aullaba afuera. El niño comenzó a llorar. Su madre intentó calmarlo y se lo quitó a su hermana de las manos. Justo en ese momento, el bebé volvió a hablar:

—No tengas miedo, te estoy cuidando.

Alicia, abrumada por el terror, tomó la mano de su hermana.

—Esto no es normal, Marina. Deberíamos hacer algo —dijo en voz baja. En ese momento sonó un trueno y se cortó la luz.

—Toma a Lucas, traeré velas.

Cinco minutos después, la sala estaba iluminada por el parpadeo de luz.

—No sé qué hacer —dijo Marina, mientras se sentaba, pero su voz se cortó de golpe por el terror.

Una de las pelotas de goma de Lucas bajaba rebotando por las escaleras. Un autito que prendía luces rojas comenzó a moverse por el piso de la sala, como si tuvieran vida propia. "¡Basta!", gritó Alicia, pero los juguetes continuaron su danza macabra. A ellos se les unió un mono de peluche. Estaban en una pesadilla. Lentamente, el ambiente se volvió más pesado. Marina se levantó, decidida a descubrir la causa de todo este fenómeno.

—Lucas, cariño, ¿quién está contigo? —preguntó con voz temblorosa. El bebé sonrió de manera perturbadora.

—Ella… está aquí —dijo, señalando hacia el rincón oscuro de la habitación.

Ambas mujeres dieron un paso atrás, aterrorizadas. "¿Qué querrá decir con 'ella'?", pensó Alicia, cada vez más asustada. El bebé, de pronto, comenzó a cantar una canción suave y melancólica. Una melodía que parecía tener ecos de susurros lejanos.

La luz de las velas parpadeó violentamente y, de repente, todo se quedó en silencio. La temperatura en la habitación bajó drásticamente y ambas mujeres sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos.

—¡Salgamos de aquí! —gritó Marina, tomando a su hijo en brazos.

Mientras se dirigían hacia la puerta, los susurros comenzaron a rodearlas, llenando la habitación con un sonido que parecía venir de todas direcciones. "No te vayas", resonó una voz infantil y dulce. Estaban a punto de atravesar el umbral cuando el bebé, con una mirada seria, dijo:

—No debes irte, mami.

La joven sintió que su corazón se detenía. Con un grito aterrador, empujó la puerta y salió corriendo, seguida de su hermana. La oscuridad de la noche las envolvió como un manto, mientras detrás de ellas, la risa de Lucas resonaba suavemente a través de la casa.

Desde esa noche, ni Marina ni su hermana volvieron a pisar la casa. Lucas dejó de hablar y todo transcurrió de manera normal en sus vidas. La casa a veces se quejaba, llamando a Lucas. Los vecinos murmuraban historias sobre la casa vacía donde se escuchaba la voz de un niño y una mujer que lo consolaba. Nadie se atrevió a acercarse, temiendo escuchar el eco de una canción melancólica que continuaba flotando en el aire.

Una vez, cuando Lucas cumplió siete años, le dijo a su madre:

—Ella sólo quería un amigo para su hijo, mamá.

—¿Ella? ¿Quién?

—La mujer de la casa… Quería que nos quedáramos ahí, quería llevarme junto a su hijo. ¿Sabes que ella lo mató y enterró su cuerpo en la casa?

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¡¡Ñooooo!!! ¡¡¡Se le ponen los pelos de punta a uno!!!
Que final..
Muy buen cuento, me gustó 🤠

🤪

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