Es increíble como cambian los tiempos, mis amigos, y eso es bueno, en esta entrega les comparto una anécdota. Resulta que vine a aprender a montar bicicleta a los 13 años, o quizás tenía más, la verdad es que no lo sé, es que apenas me acuerdo de qué edad tenía cuando aquello, para hacerles sinceros. Pero lo que sí recuerdo es que ese primer intento no paró en nada bueno.

Al menos para mi papá, el cual cuidaba su bicicleta China 28 con recelo, pues era con lo que ponía el pan en la mesa, como quien dice. También para la pobre bicicleta que no tenía la culpa de madrazo que recibió por mi culpa, contra un muro de prefabricado, por allá por un lugar llamado Siete Matas, Pinar del Río, Cuba. Nada que, como nunca había montado aquella cosa, pues no encontraba los frenos por ningún lado.

Fue precisamente el otro día cuando, haciendo uso del poco espacio de memoria que va quedando, recordé este suceso con mi papá, y si sigues leyendo sabrás el porqué. Me dijo que allí nos encontrábamos, en Siete Matas, esperando un camión que nos trataría de acercarnos un poco a nuestra casa, pues andábamos ambos prácticamente acuestas, con un saco de arroz de la cosecha que hicimos junto a los hermanos de mi papá, en San Luis.

O sea que para no hacer el cuento tan largo, vine como tal a montar bicicleta unos años más tarde, la principal razón era obvia, pues no todos los padres tienen la capacidad económica necesaria como para comprarle una bicicleta su hijo, a sabiendas de que hay otras prioridades que atender. Y aunque a veces uno quiere darles a nuestros hijos una mejor infancia de la que tuvimos en algún momento, pues hay que estar claros de hasta donde uno puede llegar.

Casi todos tenemos un pariente en el campo, si ya sé, eso no viene para nada al caso, pero no es menor cierto, de que si lo que no tiene todo el mundo, es un pariente en otro país. Donde hay mejor economía como para ayudar al familiar en Cuba, incluso a veces lo tienes, pero que se acuerde del acá, ya es otra cosa. Por suerte o desgracia, nunca contamos con eso en casa, e incluso pudiera decir que ni falta que nos hizo, pues nuestros padres siempre lucharon para que fuéramos personas de bien.

La historia un poco como que se repite, mi niño no tuvo ni velocípedo, ni bicicletas como para aprender a montar por esas edades que sabemos. Sin embargo, ocurre que generalmente siempre hay algún amiguito del barrio, que sí corre con esa especie de suerte, o ayuda, como le quieran llamar. Por lo que sí aprendió a montar poco a poco, cuando su amiguito Reinaldito, el hijo de mi vecina, amablemente se la prestaba.

El tiempo ha ido pasando, Eduardo ha crecido gracias a Dios saludable, y a buen ritmo, por lo que ya puede montar la bicicleta 26 montañesa, que tenía en un cuarto de mi casa, desarmada. A la que nos dimos la tarea mi papá y yo, una vez más, de volver a armarla, luego de que rescatáramos la china 28. Recuerdo que Edua, mi niño, en muchas ocasiones me preguntaba: -¿papa, pero y esa bicicleta amarilla ahora para quién es? A lo que siempre le decía: - "que era para tío, que la necesitaba lista para cuando regresara de vacaciones de Venezuela"-. Que por cierto, ese 26 amarillo fue comprado y traído de allá por el mismo. Lo tuvimos así en esa trampilla algo maldita, hasta que por fin terminamos de ajustarla, y le bajamos totalmente el asiento para que le pudiera llegar a los pedales.

La razón de tanto misterio era porque si no quien aguanta tanta ansiedad, pero no te puedes imaginar la alegría de ese muchacho cuando finalmente le dije: -"arriba pues, a montar bicicleta para el Bachiplan". Daba brincos como persona que se hubiera ganado la lotería, y no era para menos, pues siempre había visto a sus amiguitos montados en estos equipos. Precisamente sus amiguitos cuando nos vieron bajar con la bicicleta se mandaron a correr para sus casas a sacar las suyas para acompañar a Eduardo en este momento feliz.

Y si feliz estaba el niño, más feliz estaba yo de verlo finalmente dando pedal por todo aquel terraplén como los demás muchachos, un sentimiento compartido por todo el que es y será padre. Y es ahí cuando también me acordé un poco de mi amigo @jrobe, cuando en uno de sus post reflexivos, conversaba sobre nuestros hijos, de como podíamos enfrentar el aburrimiento para con ellos, acá tenemos un ejemplo claro de que no necesitamos tanto, y que a veces pequeñas cosas pueden recrear momentos de distracción para nuestros pequeños. Ahora mismo, si me pudieras conceder un solo deseo, te pediría: "una bicicleta para cada niño del mundo".

Las imágenes utilizadas en el post son de mi propiedad, tomadas con mi móvil Xiaomi Redmi Note 10 S. Textos llevados al Inglés por Deepl Traslate. Video editado en la app InShort. Creditos musicales: Music by Zakhar Valaha from Pixabay.

ENGLISH VERSION (click here!)

It's amazing how times change, my friends, and that's a good thing, in this installment I share an anecdote with you. It turns out that I came to learn to ride a bike when I was 13 years old, or maybe I was older, the truth is that I don't know, I barely remember how old I was when that happened, to be honest. But what I do remember is that that first attempt didn't end in anything good.

At least for me Dad, who looked after his China 28 bike with suspicion, because it was what he used to put bread on the table, as it were. Also for the poor bicycle, which was not to blame for the beating it received because of me, against a prefabricated wall, back in a place called Siete Matas, Pinar del Río, Cuba. Nothing, as I had never ridden that thing, I could not find the brakes anywhere.

It was precisely the other day when, making use of the little memory space left, I remembered this event with my dad, and if you continue reading you will know why. He told me that we were there, in Siete Matas, waiting for a truck that would try to bring us a little closer to our house, since we were both practically lying down, with a sack of rice from the harvest we did with my dad's brothers in San Luis.

So to make a long story short, I came as such to ride a bicycle a few years later, the main reason was obvious, because not all parents have the economic capacity to buy a bicycle for their child, knowing that there are other priorities to attend to. And although sometimes we want to give our children a better childhood than the one we had at some point, we must be clear about how far we can go.

Almost all of us have a relative in the country, yes I know, that is not at all relevant, but it is not less true, what not everyone has, is a relative in another country. Where there is a better economy to help the relative in Cuba, sometimes you even have one, but if he/she remembers the one here, that is another thing. Fortunately or unfortunately, we never had that at home, and I could even say that we didn't even need it, because our parents always fought for us to be good people.

History repeats itself a bit, my child had neither a velocipede nor bicycles to learn how to ride for those ages that we know. However, it happens that generally there is always a little friend from the neighborhood, who does have that kind of luck, or help, whatever you want to call it. So he did learn to ride little by little, when his friend Reinaldito, my neighbor's son, kindly lent it to him.

Time has gone by, Eduardo has grown up healthy, thank God, and at a good pace, so he can now ride the 26 mountain bike, which I had in a room in my house, disassembled. My dad and I took on the task, once again, of putting it back together again, after we rescued the Chinese 28. I remember that Edua, my son, often asked me: -Daddy, but who is that yellow bicycle for now? To which I always told him: -that it was for my uncle, that he needed it ready for when he came back from Venezuela on vacation-. By the way, that yellow 26 was bought and brought from there by him. We had it like that in that damned trap door, until we finally finished adjusting it, and we lowered the seat completely so that it could reach the pedals.

The reason for so much mystery was because if not who can stand so much anxiety, but you can't imagine the joy of that boy when I finally told him: "up you go then, to ride a bike for the Bachiplan". He jumped up and down like a person who had won the lottery, and it was no wonder, because he had always seen his friends riding on this kind of equipment. Precisely when his friends saw us coming down with the bicycle, they rushed to their homes to get theirs to accompany Eduardo in this happy moment.

And if the boy was happy, I was even happier to see him finally pedaling down that embankment like the other boys, a feeling shared by everyone who is and will be a father. And that's when I also remembered a bit of my friend @jrobe, when in one of his reflective posts, he talked about our children, about how we could face boredom with them, here we have a clear example that we don't need so much, and that sometimes little things can recreate moments of distraction for our little ones. Right now, if you could grant me just one wish, I would ask for "a bicycle for every child in the world".

The images used in the post are my property, taken with my mobile Xiaomi Redmi Note 10 S. Texts translated into English by Deepl Translate. Video edited in the InShort app. Music credits: Music by Zakhar Valaha from Pixabay.

Edited in canva.

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