14 de Julio: la historia detrás de la historia
A lo largo de mi vida me he encontrado principalmente con dos tipos de lectores: de un lado aquellos que leen libros de historia, bien documentados, crónicas, ensayos, con fotografías, todo bien académico y formal; y del otro aquellos a quienes les gustan las ficciones históricas, novelas ambientadas en épocas o momentos históricos, pero que se toman licencias a la hora de inventar algunas cosas. Los primeros son fanáticos de Anthony Beevor y Paul Johnsson; los segundos aman a Ildefonso Falcones y Santiago Posteguillo.
A los primeros les gusta la erudición y la verdad. A los segundos le gustan esos personajes inventados e insertados en otra época, porque aunque sean falsos se sienten veraces. Ahora bien, para uno y otro grupo existen ciertos autores que mezclan lo mejor de cada grupo, escriben libros que están bien documentados y repasan una serie de hechos y eventos reales pero cuya narración fluida se acerca más a una novela que a una crónica, como si estuvieras escuchando una historia de tu abuelo y no viendo un documental; y uno de los autores que mejor trabaja esta mezcla es el francés Éric Vuillard.
En esta oportunidad, en 14 de Julio, el autor de La batalla de Occidente y La orden del día, relata la famosa toma de la Bastilla, pero en lugar de hacerlo desde la perspectiva de los generales, los líderes y los monarcas, Vuillard los deja de lado porque muchos de ellos nunca estuvieron allí. Quienes sí estuvieron ese 14 de julio de 1789 en ese lugar fue el pueblo, ciudadanos comunes y corrientes que padecieron, sufrieron, lloraron, rieron, se enojaron, se emborracharon, pero sobre todo vivieron el acontecimiento que cambió para siempre la historia de Francia.
La mayoría de nosotros conocemos la imagen del cuadro La Libertad guiando al pueblo (en francés, La Liberté guidant le peuple) del gran pintor Eugène Delacroix; lo hemos visto en libros, en películas, documentales y hasta en la portada del CD Viva la Vida de Coldplay. La mujer de la imagen representa a La Libertad, pero si traigo esta imagen a colación es porque la portada de 14 de Julio editado en español por TusQuets es precisamente un detalle de este cuadro.
Y ese detalle es poético y ajustado a la realidad porque a Vuillard no le interesan los líderes, sino el pueblo: esos héroes anónimos cuyos episodios duran un instante y cuyas proezas son engullidas por la historia. La historia de la toma de la Bastilla está repleta de fugaces heroísmos, es la suma de pequeños esfuerzos combinados.
“Hay que escribir lo que se ignora […] Hay que plantearse las cosas a partir de la multitud sin nombres. Y debe relatarse lo que no está escrito”, pero sí documentado porque Vuillard hizo una investigación para contar estas historias y aunque hay pequeños vacíos que el rellena, la mayoría de estas personas existieron y vivieron con intensidad un día histórico desde la cotidianidad de sus vidas. “A buen seguro el 14 de Julio había busconas en las ventanas. Se oía cantar entre las persianas. Los chiquillos jugaban a la rayuela”, como cualquier otro día, hasta que comenzó la batalla y todos, desde el tabernero hasta el pastor, hombres, mujeres y niños pusieron su parte para conseguir triunfar no sólo ese día sino en la historia, “Ese día, las putas no pescaron clientes, sino que echaron una mano y cuidaron de los heridos, como siempre han hecho en las grandes jornadas de la Historia”.
Vuillard inicia el relato meses antes, en abril de 1789 cuando Réveillon quiso bajar los sueldos y hubo disturbios contra él y contra Henriot y va hilando la trama hasta que todo estalla en Julio, en un día que “aparte del 10 de agosto de 1792, fue la jornada más mortífera de la Revolución” y señala el contraste entre el pueblo y el poder, entre la Historia de los libros y la Historia de quienes estuvieron allí; por ejemplo, en cuanto a las pérdidas materiales “…todo se contabilizó con precisión […] Pero el número de muertos entre los habitantes del barrio, en cambio, permanece vago, indefinido”. Es el contraste entre lujo y miseria, hambre y opulencia, poder y pobreza.
“Versalles es una corona de luz, una lámpara de araña, un vestido, un decorado. Pero tras el decorado, e incluso dentro, incrustada en la carne del palacio, como esencia misma de sus placeres, bulle una actividad turbia, malediciente, subalterna” que decantó en esa jornada sangrienta inmortalizada en los libros, en el arte y en la memoria, pero que gracias a Vuillard podemos retomar prestando más atención a los verdaderos protagonistas del 14 de Julio: el pueblo francés, ¿han leído algún libro del autor? ¿qué otro autor de estilo similar me recomiendan? Los leo en los comentarios.