Anciana...

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A la humilde mujer que camina en casa,
Cuál cabello gris que ilumina la sala,
Temblorosas sus manos,
De pálida cara.

Todo le preocupa en casa,
Comida, vestidos, aunque tenga en abundancia
Si dejar de pensar en él roció
que le brinda a las plantas cada mañana.

Aunque muchos no noten su tenue presencia,
Pasea en la casa, o se sienta en una silla vieja,
Con café o té, con la mirada serena.

Sobre su cuello aquel rosario que ha pasado por varios rezos,
Despavorida del espanto pidiendo a la cruz y al cielo.
Cada noche como promesa, Cada día una recompensa.



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