Hispaliterario 29/Un tazón de sopa/ [ESP-ENG]

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Hay pueblos que son muy raros, existen en la mente de alguna gente; pero pueden reconstruirse en la realidad. Así ocurrió en esta historia:

La Paz era una tierra árida, como hasta hacía poco había sido su gente, que de piel color café, único rubro del cual vivían, se fueron volviendo cetrinos, amarillentos, grises, inexistentes.

Era uno de esos pueblos amarillos que dan congoja nada más verlos, que impregnan todo de melancolía y provoca salir corriendo el mismo día que se llega; pero eso fue lo que no hizo Cecilia. Su padre, Don Enrique, le encomendó viajar allá, a llevarle unas carpetas a su tía Eugenia, hermana de su difunta esposa, donde le entregaba los documentos de una tierra, que esta tenía, y pasaría a ser de ella, cuando él muriera. Estas quedaban en otro pueblo llamado Guayatal.

Esa noche nada más llegar Cecilia, su tía puso en sus manos una taza de café cerrero, con sabor a tierra. Eugenia era de poca conversación, pero así había sido su madre por lo que no extrañó el silencio. En la cena le sirvió una sopa con muchas verduras y poco caldo, tal como la hacían en su familia desde siempre,

Nada más probarla se sintió mal, una somnolencia y un dolor extraño le causó confusión, sentía que su cara se estiraba más allá de la punta de la nariz, que su cuello se adelgazaba de manera desmesurada y los ojos se incrustaban en su cerebro: una sensación rarísima, como pudo se levantó y fue a recostarse en la cama, que previamente le había asignado su tía, donde dormiría esa noche.

Ernesto y Eugenia no se sorprendieron cuando en la mañana vieron sobre la cama un cuerpo de mujer hecho polvo al que solo le quedaba una cabeza de caballo deforme. Ambos se vieron y sus miradas delataron complicidad, solo les llamaba la atención de por qué, esta vez, no era una cabeza de pollo, como siempre.

Otra víctima que no dejaría huellas: una sopa con yuca amarga, papa verde y ñame salvaje en cantidades específicas les había hecho portadores de un secreto infernal.

El tío agarró la extraña cabeza y la colocó boca abajo sobre las hojas del patio recién barridas. Al llegar la tarde ambos tomaron sus pertenencias y las carpetas con los documentos recibidos y salieron a buscar la dirección de sus nuevas tierras, sin olvidar un tazón de abundante sopa para el tío Don Enrique.

Esta es mi participación para la invitación de @hispaliterario, a participar en el hispaliterario 29, la única evidencia.

Gracias por tu amable lectura

Mi contenido es original
He utilizado el traductor DeepL
Imagen de Pixabay con su respectiva fuente

@charjaim


English Version


There are towns that are very rare, they exist in the minds of some people; but they can be reconstructed in reality. So it happened in this story:

La Paz was an arid land, as until recently had been its people, who from brown skin, the only item on which they lived, were becoming sallow, yellowish, gray, nonexistent.

It was one of those yellow towns that make you feel sick as soon as you see them, that impregnate everything with melancholy and make you run away the same day you arrive; but that was what Cecilia did not do. Her father, Don Enrique, asked her to travel there, to take some folders to his aunt Eugenia, sister of his late wife, where he gave her the documents of a land, which she had, and would become hers, when he died. These were in another town called Guayatal.

That night, as soon as Cecilia arrived, her aunt put in her hands a cup of Cerrero coffee, with an earthy flavor. Eugenia was not a talkative person, but that was the way her mother had been, so she did not miss the silence. At dinner she served her a soup with lots of vegetables and little broth, just as her family had always made it,

As soon as she tasted it she felt sick, a drowsiness and a strange pain caused her confusion, she felt that her face stretched beyond the tip of her nose, that her neck thinned in an inordinate way and her eyes were embedded in her brain: a very strange sensation, as she could, she got up and went to lie down on the bed, previously assigned to her by her aunt, where she would sleep that night.

Ernesto and Eugenia were not surprised when in the morning they saw on the bed a woman's body in dust with only a deformed horse's head left. They both saw each other and their looks betrayed complicity, it only drew their attention to why, this time, it was not a chicken head, as usual.

Another victim that would leave no traces: a soup with bitter yucca, green potato and wild yam in specific quantities had made them bearers of an infernal secret.

The uncle grabbed the strange head and placed it face down on the freshly swept leaves of the courtyard. When the afternoon came they both took their belongings and the folders with the documents received and went out to look for the address of their new lands, without forgetting a bowl of abundant soup for Uncle Don Enrique.

This is my participation for the invitation from @hispaliterario, to participate in hispaliterario 29, the only evidence.

Thank you for your kind reading

My content is original
I used the translator DeepL
Image from Pixabay with its respective font

@charjaim



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