En un rinconcito muy aparte del universo, un rey conquistó una tierra y construyó su castillo sobre ella. Le dio luz y vigor con el calor de sus manos, y le derramó el gran amor que en su corazón por cientos de años había guardado. Muchos fueron invitados, y en tan poco tiempo ya era todo un pueblo que vivía y servía feliz a su rey.

Y una tarde el rey se sentía muy dichoso, pues su reina le había dado una maravillosa idea: “Hagamos más grande tus tierras”, fue la nueva consigna del rey por parte del amor de su doncella. Pero fue tan fugaz la acción y la inspiración, que cuando el rey salió al pueblo a compartir la buena noticia, se encontró un panorama totalmente diferente a lo que él se esperaba. Nunca nadie le había hecho saber la realidad de un pueblo a quien él consideraba próspero y feliz.

Un manto en blanco y negro enmarcaba el espíritu de aquel pueblo. Todo alrededor carecía de gracia y color, mientras las personas padecían de vida y emoción. Caminaban y respiraban solo por inercia, como si la misma pesadez los hipnotizara y los dejara sin motivación. Más vida había en un suspiro que en todo lo que se podía encontrar en los dominios de este rey. “¿Qué podemos hacer?” expresaron los sirvientes del rey con total preocupación.

Entonces el rey encargó una expedición para poder encontrar la solución a este gran problema, y le dio un lienzo dorado a un colibrí con la siguiente tarea: “Ve al valle de colores y trae lo mejor de aquellas tierras, oro y diamantes puedes cambiar por los matices de aquel mágico lugar”. Y así el pequeño viajero se levantó en un destellante vuelo, con la esperanza en una de sus alas y el valor en un dedal de acero.

Volando a toda prisa, el ave dejó atrás al viento, y cruzando el telón del tiempo llegó a la orilla de aquel hermoso valle. Allí el sol y la luna disputaban por ser el guardián de la entrada, con el único pretexto de ser la estrella con más brillo para esa tierra. Y entre el amarillo intenso del sol y el gris resplandeciente de la luna, el colibrí tomó una paleta y con el se llevó la esencia y el brillo que emanaban estos dos personajes.

En un aleteo ya el colibrí se encontraba dentro del valle, y un mural de espejos parecía confundir su sendero. Eran el cielo y el mar los que jugaban entre ellos, a ver quién reflejaba el intenso azul que reposaba entre las aguas y el firmamento. No hubo nube ni neblina que intercediera, así que dos gotas de azul se derramaron sobre el lienzo dorado. ¡Cuidado con las estrellas! Gritó un iluso arcoíris que merodeaba por las praderas.

Ante un vuelo tan largo y extenuante, aquella ave viajera bajó al riachuelo en busca de agua y más colores. En su descenso se topó con una flor de cayena y una rosa, quienes ante la presencia del colibrí plantearon el siguiente dilema: ¿Quieres el rojo de mis pétalos o el rosado de mi silueta? Y fue tan difícil el veredicto por parte del ave viajera, que prefirió la suavidad y la sutileza de ambas reinas. Triunfó el glamour y la belleza, y dos colores más se sumaban a esta asombrosa travesía.

¡Un color más! ¡Un color más! Se logró escuchar desde la lejanía, y era el verde pasto que bajaba apresurado desde la más alta colina. Venía a toda prisa y con el alma entre la risa, al ver el blanco puro de la nieve derretirse sobre el lienzo dorado . “¡Creo que con esto será suficiente!” Exclamó el colibrí orgulloso por su diligencia, y así partió hacia la tierra del rey con la capa de un color negro intenso que se mecía en los laureles de una tierna noche.

Al fin llegó el día que el rey y el pueblo estaban esperando, con el aterrizaje de un noble y valiente colibrí que ha traído su encomienda. Todos ansiosos ven como poco a poco se va desenrollando el lienzo dorado, y los colores por si mismos se van presentando:

“El ímpetu y la intensidad el sol y la luna me pudieron dar, mientras la paz y la calma se trajeron la paciencia que el cielo y el mar azul se tenían por su gran simpatía. El optimismo de un riachuelo me convenció de traer una gema que canta y baila también, mientras el amor y la pasión de dos hermosas damas, una rosa y otra cayena, brindaron también la intensidad de querer ser tan altas y bellas como las estrellas. Justo a tiempo la perseverancia llegó en una sola carrera, con la alegría y la inocencia que en los campos y en la nieve se encuentra de forma especial. Y fue tanto lo que en el lienzo traía, que la noche me dio la inspiración necesaria para meditar y hacer los sueños realidad “.

Con esto el rey en su júbilo se conmovió, y junto a su reina abrió el lienzo sobre los dominios de aquella tierra. Refrescó la esencia del lugar y de las personas, y todo ahora brillaba con más vida e intensidad. Nunca más se perdió el perfume y la ilusión de aquellos colores, que parecían tomar mayor intensidad con el paso del tiempo, pues en cada mañana y cada atardecer ahora aguardaban más que mil razones, para poder darle vida y protagonismo a los colores que fluyen perfectamente desde la existencia de un preciado talento .

Gracias por darle valor a esta publicación con tu tiempo y atención.

Hasta pronto.

In a little corner far away in the universe, a king conquered a land and built his castle upon it. He gave it light and vigor with the warmth of his hands, and poured into it the great love he had kept in his heart for hundreds of years. Many were invited, and in such a short time it was already a whole people living and serving their king happily.

And one evening the king was very happy, for his queen had given him a wonderful idea: "Let us make your lands bigger," was the king's new motto from the love of his maiden. But so fleeting was the action and the inspiration, that when the king went out to the people to share the good news, he found a totally different picture from what he had expected. No one had ever made him aware of the reality of a people he considered prosperous and happy.

A black and white cloak framed the spirit of that town. Everything around lacked grace and color, while the people were devoid of life and emotion. They walked and breathed only by inertia, as if the same heaviness hypnotized them and left them without motivation. More life was in a sigh than in all that could be found in the domains of this king. "What can we do?" expressed the king's servants with utter concern.

So the king commissioned an expedition in order to find the solution to this great problem, and gave a golden canvas to a hummingbird with the following task: "Go to the valley of colors and bring the best of those lands, gold and diamonds you can exchange for the hues of that magical place." And so the little traveler took off on a flashing flight, with hope in one of his wings and courage in a steel thimble.

Flying with all haste, the bird left the wind behind, and crossing the curtain of time arrived at the edge of that beautiful valley. There the sun and the moon disputed to be the guardian of the entrance, with the sole pretext of being the brightest star for that land. And between the intense yellow of the sun and the resplendent gray of the moon, the hummingbird took a palette and with it the essence and brightness emanated by these two characters.

In a flutter the hummingbird was already inside the valley, and a mural of mirrors seemed to confuse its path. It was the sky and the sea that played with each other, to see who would reflect the intense blue that rested between the waters and the firmament. There was no cloud or mist to intercede, so two drops of blue spilled onto the golden canvas. Watch out for the stars! shouted a deluded rainbow prowling the meadows.

Faced with such a long and strenuous flight, that traveling bird flew down to the stream in search of water and more colors. On its descent it came across a cayenne flower and a rose, who in the presence of the hummingbird posed the following dilemma: Do you want the red of my petals or the pink of my silhouette? And the verdict was so difficult on the part of the traveling bird that it preferred the softness and subtlety of both queens. Glamour and beauty triumphed, and two more colors were added to this amazing journey.

One more color! One more color! It was the green grass rushing down from the highest hill. It came hurrying and with a soul in laughter, as it saw the pure white of the snow melting on the golden canvas . "I think this will do!" Exclaimed the hummingbird proudly for his diligence, and so he set off for the king's land with the deep black cloak swaying in the laurels of a tender night.

At last the day the king and the people were waiting for has arrived, with the landing of a noble and brave hummingbird who has brought his commission. All anxiously watch as little by little the golden canvas is unrolled, and the colors themselves are presented:

"Momentum and intensity the sun and moon could give me, while peace and calm were brought the patience that the sky and the blue sea had for their great sympathy. The optimism of a stream convinced me to bring a gem that sings and dances too, while the love and passion of two beautiful ladies, one pink and the other cayenne, also brought the intensity of wanting to be as high and beautiful as the stars. Just in time perseverance came in a single run, with the joy and innocence that in the fields and in the snow is found in a special way. And it was so much that on the canvas I brought, that the night gave me the necessary inspiration to meditate and make the dreams come true."

With this the king in his jubilation was moved, and together with his queen he opened the canvas over the domains of that land. He refreshed the essence of the place and the people, and everything now shone with more life and intensity. Never again was the perfume and the illusion of those colors lost, which seemed to take on greater intensity with the passage of time, for in every morning and every evening they now awaited more than a thousand reasons, to be able to give life and prominence to the colors that flow perfectly from the existence of a precious talent.

Thank you for giving value to this publication with your time and attention.

See you soon.