Divagaciones 099: "La literatura no escrita", por bonzopoe
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Solo una pequeña parte de lo que sale de los dedos de un escritor alcanza a ver la luz. ¿Qué pasa con todo el resto? Pues acaba en un borrador guardado en un cajón o archivo digital (como es mi caso) , o en el peor de los casos en el bote de basura o la papelera de reciclaje del computador.
Si logras ser un escritor reconocido hay la probabilidad de que ese material pueda ver la luz y sea apreciado, ya que si bien no contiene por lo general obras completas, muestra el proceso de algunas de ellas, o permite apreciar chispas sueltas de lo que pudo ser un incendio que nunca sucedió, lo que no le quita brillo ni valor a su luz.
Yo doy clases de arquitectura, y recién la semana pasada, le prohibía a mis alumnos de primer semestre borrar cualquier idea dibujada en su papel de trabajo. "Nunca sabes si una idea que borraste pudo ser la clave para resolver un problema posterior que te sobrepasó" —o algo similar les dije— "una idea que ahora no te parece valiosa ahora puede probar su valor después, pero si la borras eliminas esa posibilidad" —agregué— "es como si quemaras el dinero que llevabas para una compra, si no encontraste lo que querías, es un desperdicio" —concluí.
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Las ideas sin terminar, los esbozos que nunca se acabaron de trabajar, y los textos que ya terminados descartamos por alguna razón, tienen su propio valor, ya sea como trampolín para otras ideas mejores, como parte de un proceso que llevó a un producto que si pasó la dura prueba del control de calidad y autocensura, o como pequeños diamantes incrustados en una roca que de momento no parece ser de utilidad.
Todo lo descartado es el soporte de lo que si ve la luz pública, es la literatura no escrita que sirve de andamio a los textos publicados, es el cimiento y la obra negra de lo que construimos como escritores, es la base firme en que apoyamos el pie cada día, cada letra, cada línea.
Ese material es también nuestra historia, y la de nuestros hijos: los textos publicados. En ellos podemos ver su concepción, y a veces incluso su proceso de gestación hasta que dieron su primer grito. Y en ellos podemos también ver nuestra evolución como padres, como progenitores de esos textos que nos reflejan más de lo que a veces queramos admitir.
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Ahí estamos registrados en bruto, sin los filtros de la edición, la censura, y porque no decirlo, de la pretensión. Ahí estamos reflejados tal y como somos, a veces en una letra casi ininteligible, o con palabras mal escritas al momento, de lo tan rápido que registrábamos esas ideas que parecía que alguien más nos dictaba, y que si no escribíamos en ese momento sabíamos que íbamos a olvidar.
Ahí están registradas nuestra emoción, nuestra ambición, nuestra audacia, nuestro atrevimiento, pero también en ocasiones nuestra frustración y nuestra impotencia, e incluso nuestra ceguera y limitaciones. Ahí están nuestra terquedad y nuestra soberbia, nuestra poca amplitud de miras, e incluso nuestra furia y nuestra inocencia.
Ahí podemos ver como hemos cambiado con el tiempo, como hemos dejado de cometer ciertos errores para ahora incidir en otros, y como hemos crecido y madurado sin darnos cuenta. Para nosotros, y para quienes conocen nuestra obra, ese es un universo rico en significados, y por lo tanto valioso, pero exige cierto esfuerzo para ser apreciado, para ser comprendido.
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Son partes de un rompecabezas, o de varios rompecabezas, que para una mirada no muy avezada pueden no tener sentido, pero que para una mirada atenta a los detalles pueden tener valor (y lo tienen) en si mismos como piezas sueltas de un todo mucho más amplio y complejo.
La literatura no escrita es siempre más abundante que la escrita, y está siempre tras bambalinas, asomando de repente en frases e ideas, aquí y allá, de la literatura escrita, y es al registro auténtico de quienes somos como escritores, con todas nuestra virtudes y defectos.
Es nuestra compañía permanente, y nuestra manifestación más real y fidedigna, reconozcámosle eso por lo menos antes de tirarla al cesto de basura, otro de los eternos compañeros del escritor, o mandarla a la papelera de reciclaje. Se merece eso por lo menos, junto con nuestro respecto y nuestro agradecimiento, ya que sin ella no seríamos lo que somos, y no tendríamos el más mínimo derecho de considerarnos un escritor o escritora.
©bonzopoe, 2023.
Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.
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