JUJUTSU KAISEN: MENOS UNO (JJK FANFICTION) C26
CAPITULO 26
―¿Se puede? ―preguntó Larue golpeteando el marco de la puerta.
Vitoria observaba el horizonte en el ventanal, con la mirada perdida. Se exaltó al escuchar el ruido, pero se alegró de verlo.
―Pasa Larue ―dijo con voz cálida.
Tras el venían Mimiko y Nanako.
―¿Cómo estás? ―preguntó el rubio.
La hechicera suspiró.
―Me imagino ―añadió el hombre.
Las adolescentes se acercaron a Vitoria.
―El señor Geto se encargó de las alimañas que te causaron daño ―dijo Nanako mientras tecleaba en su teléfono móvil, expresándose con cierta indiferencia.
Mimiko tomó el cepillo de la chaman y comenzó a alborotarle la cabellera húmeda.
―Yo también lo hubiese hecho por ti Tori ―dijo sacudiendo el peluche con la otra mano.
La hechicera pensaba desconcertada: «Unas niñas como ellas no deberían pensar de esa forma». Vitoria suspiró.
―¿Cómo han estado princesas? ―preguntó cambiando de tema.
―¡Bien! ―contestaron al unísono.
La hechicera les sonrió. Larue preparaba té en el bar de la habitación, terminó de remover el azúcar y le extendió la taza.
―Gracias Larue ―dijo con más ánimo.
―Ahora que tu familia murió ―dijo Nanako ―¿Te quedarás en la nuestra para siempre?
―¡Si! ―exclamó Mimiko, que seguía tirando del cabello de Vitoria.
―¡Quédate con nosotras! ―expuso entusiasmada ―¡Aquí somos muy felices!
―El señor Geto nos protegerá de todos.
Los comentarios de las niñas hicieron sonreír a la hechicera: «Las cosas no son blancas o negras», pensó. Larue se mantenía taciturno en el sofá, degustando su taza caliente.
Pasar tiempo con ellas era de las pocas cosas que le disgustaban dada su situación, también se había hecho gran amiga de Larue, por momento se borraba la línea divisoria que tenía dibujada en la mente, sobre aquellos hechiceros que mantenían el orden exorcizando maldiciones, usuarios malditos, brujos o simples humanos.
Sin embargó le perturbaba la línea de pensamiento con la que crecían Mimiko y Nanako, a quienes les había tomado mucho cariño, luego de tardes de risas, chismes, idols y moda, compartir con ellas era un consuelo pese al trágico mundo donde vivían, incluyéndose, al fin y al cabo, las batallas sin importar contra que o quienes fueran, era una espiral de violencia constante, muerte y desolación. Se vio reflejada, conecto con su adolescencia, observando que Suguru Geto era para ambas lo que Magnus había significado en su vida, familia, era una palabra reservaba para aquellos con los que se lograba conectar y sentir resguardo, sin importar consanguinidad.
―Niñas ―dijo ―Gracias por hacerme sentir parte de ustedes.
Las adolescentes le abrazaron. Alzó la vista a Larue y le comunicó lo mismo.
―Querida ―dijo el rubio con voz pacifica ―Sé que ahora lo entiendes.
Vitoria dibujo una sonrisa en su rostro.
―Buscaré un juego de mesa ―manifestó Mimiko corriendo en volandas.
Se tropezó con Geto, que soltó una carcajada y continuó su travesía hacía la biblioteca.
Suguru se recostó del marco de la puerta y Nanako lo saludó, colocándolo al tanto de los planes. El hechicero sonrió, desviando la mirada a Vitoria. La extranjera le sonrió de regreso, en parte por obligación… en parte por amabilidad. Al detectar que Vitoria concedía, entró en la habitación, sentándose junto a Larue.
―Mi hermano Geto ―le saludó con un apretón.
El hechicero comenzó a abrir espacio en la mesita frente a los sofás, esperando el regreso de Mimiko. Vitoria se sentó en el sillón contiguo, Nanako permaneció tendida en la cama usando su teléfono. Suguru veía a la extranjera de reojo mientras charlaba con Larue. Ella se sentía en un ambiente cálido sin evitar preguntarse cómo estaría Naiara en esos instantes.
―¿Cómo te sientes? ―preguntó el hechicero, centrando su atención en ella.
―Afligida pero tranquila ―contestó ella.
Suguru percibió el sentimiento de la hechicera. Larue levantó sus cejas sin disimulo.
―La hacemos sentir en familia ―añadió el rubio.
Vitoria asintió con la mano en el pecho, Nanako colocó el tablero en la mesa y empezaron a organizar la partida.
CHAPTER 26 .
-Can I? ―Larue asked, tapping on the door frame.
Vitoria watched the horizon through the window, with a lost gaze. He was excited when he heard the noise, but he was glad to see it.
“Come in, Larue,” he said with a warm voice.
After him came Mimiko and Nanako.
-How are you? ―the blonde asked.
The sorceress sighed.
"I imagine," the man added.
The teenagers approached Vitoria.
"Mr. Geto took care of the vermin that caused you harm," Nanako said while typing on her mobile phone, expressing herself with a certain indifference.
Mimiko took the shaman's brush and began to ruffle her wet hair.
“I would have done it for you too Tori,” he said, shaking the stuffed animal with his other hand.
The sorceress thought in bewilderment: "Girls like them shouldn't think that way." Vitoria sighed.
"How have you been, princesses?" ―he asked, changing the subject.
-Good! -they answered in unison.
The sorceress smiled at them. Larue was making tea at the bar in the room, finished stirring the sugar and handed him the cup.
“Thank you Larue,” he said with more encouragement.
"Now that your family died," said Nanako, "will you stay in ours forever?"
-Yeah! ―Mimiko exclaimed, who continued pulling Vitoria's hair.
"Stay with us!" ―She said enthusiastically. ―We are very happy here!
―Mr. Geto will protect us from everyone.
The girls' comments made the sorceress smile: "Things are not black and white," she thought. Larue remained taciturn on the sofa, enjoying his hot cup.
Spending time with them was one of the few things that she disliked given her situation, she had also become a great friend of Larue, for the moment the dividing line that she had drawn in her mind was erased, about those sorcerers who maintained order by exorcising curses, users cursed, witches or simple humans.
However, he was disturbed by the line of thought with which Mimiko and Nanako grew up, whom he had grown very fond of. After afternoons of laughter, gossip, idols and fashion, sharing with them was a consolation despite the tragic world in which they lived, including themselves. At the end of the day, battles no matter what or who they were against, were a spiral of constant violence, death and desolation. She saw herself reflected, connecting with her adolescence, observing that Suguru Geto was for both of them what Magnus had meant in their life, family, it was a word she reserved for those with whom she managed to connect and feel protected, regardless of consanguinity.
"Girls," he said, "Thank you for making me feel part of you."
The teenagers hugged him. He looked up at Larue and told her the same thing.
“Dear,” the blonde said with a peaceful voice, “I know you understand now.
Vitoria put a smile on her face.
“I'll look for a board game,” Mimiko said, running up.
He bumped into Geto, who laughed and continued his journey to the library.
Suguru leaned against the doorframe and Nanako greeted him, filling him in on the plans. The sorcerer smiled, looking away at Vitoria. The foreigner smiled back, partly out of obligation… partly out of kindness. Sensing that Vitoria conceded, he entered the room, sitting next to Larue.
“My brother Geto,” he greeted him with a shake.
The sorcerer began to make space on the small table in front of the sofas, waiting for Mimiko's return. Vitoria sat in the adjacent chair, Nanako remained lying on the bed using her phone. Suguru watched the foreigner out of the corner of his eye while chatting with Larue. She felt in a warm environment without avoiding wondering how Naiara was doing in those moments.
-How do you feel? ―the sorcerer asked, focusing his attention on her.
“Afflicted but calm,” she answered.
Suguru perceived the feeling of the sorceress. Larue raised her eyebrows openly.
“We make her feel like family,” the blonde added.
Vitoria nodded with her hand on her chest, Nanako placed the board on the table and they began to organize the game.
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